Christine Lagarde se está familiarizando con su nuevo puesto al frente del Banco Central Europeo (BCE). En su reciente discurso en el Parlamento Europeo, reunido en Bruselas para discutir el informe anual del 2018 del banco, la gobernadora expresó primeramente su evaluación de las políticas monetarias acomodaticias, la llamada flexibilización cuantitativa (“quantitative easing”, eufemismo para decir inyecciones masivas de capital al sistema financiero).
Desde 2014, dice ella, la política del BCE “se basa en cuatro elementos: tasas negativas de interés, compra de activos (varios tipos de valores mobiliarios), orientación futura (indicaciones prospectivas de las intenciones del BCE) y transacciones de créditos direccionadas”.
Estas son políticas que favorecerán la estabilidad del sistema y lo tendrían protegido de los “vientos globales contrarios”. No obstante, Lagarde admitió: “Una política monetaria no puede y no debe ser la única disponible. Cuanto más tiempo sigamos con las políticas acomodaticias, mayor será el riesgo de ser afectados por algún efecto colateral”.
El BCE está consciente de que tasas bajas de interés afectan los resultados, las evaluaciones de activos, el apetito al riesgo y los precios de los inmuebles.
Como resultado, los posibles efectos mencionados son vigilados para impedir que afecten las políticas de crédito, empleo y salarios.
Por ende, Lagarde quiere que se implementen políticas fiscales y estructurales adecuadas. Igualmente, como todos los actores económicos desde hace algún tiempo, apoya el “New Deal Verde” europeo y las enormes inversiones financieras necesarias hacia una transición ecológica.
Además de esto, uno de los grandes desafíos que el BCE tendrá también que enfrentar será la digitalización del sistema. En este sentido, se creó una fuerza de tarea para estudiar la creación de una monda digital del banco y probar su funcionamiento en la práctica.
Como se percibe, las instituciones europeas prefieren manifestar sus preocupaciones en voz baja. Del otro lado del Atlántico, entretanto, a pesar de las estadísticas oficiales, hay nuevos riesgos de una crisis financiera, en tonos cada vez más claros.
El miedo al llamado “Momento Minsky” reapareció en los análisis y discusiones, una situación que surge cuando el sistema “da un tilt”, porque los inversionistas fueron demasiado lejos con agresivas especulaciones, creando además deudas y asumiendo riesgos muy altos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) también recientemente destacó este peligro, y el propio BCE lo ha discutido en sus foros internacionales.
Hyman Minsky (1919-1996) fue un economista estadounidense seguidor, inicialmente, de la escuela de Schumpeter y, después de la escuela pos-Keynes, que estudió la fragilidad del sistema financiero en cuanto al surgimiento de las burbujas especulativas. Él era un economista independiente, fuera del coro y, por lo tanto poco considerado por el establishment antes de su muerte.
También tenía un vínculo personal con Italia, en particular, con la ciudad de Bérgamo.
En ciertos períodos de expansión financiera, cuando los flujos de caja exceden las cuotas necesarias para quitar deudas, hay una gran propensión a la especulación. Esto desencadena expectativas de aumentos en los valores y en las ganancias de activos, los cuales, por su parte, impulsan una mayor expansión de deuda. Este proceso termina cuando los precios inflados artificialmente comienzan a caer. De ahí, se crea una espiral descendente que puede llevar al colapso de los mercados, con efectos negativos en la economía real. En las últimas décadas, ocurrió varias veces, siendo de forma devastadora con la gran crisis de 2008.
En los EUA, este proceso se reinició en los últimos meses, con el inicio de la flexibilización cuantitativa número 4 de la Reserva Federal. En realidad, se trata de un riesgo global, considerando que, en todo el mundo, los balances de los bancos centrales pasaron de 5 billones de dólares, en 2007, hasta los 21 billones de la actualidad. Además de esto, en el mismo período, la capitalización global de las bolsas de valores, pasó de 65 hasta 85 billones de dólares, valor casi equivalente a la expansión general de los balances de los bancos centrales.
Minsky también afirmaba que los mercados tienen una memoria muy corta que, deliberadamente, quieren convencer de que cada nueva vez será diferente y que las crisis del pasado no se repiten. Son ilusiones que, por desgracia, afectan la vida de países enteros y las de millones de familias.
Sin querer parecer pesimistas, el escenario mundial no parece muy brillante, principalmente considerando que, además de los riesgos mencionados existen efectos negativos de la epidemia del coronavirus que explotó en China. En el mundo globalizado, todo está interconectado y no hay “zonas francas” para nadie.
*MSIa Informa