“La mujer que lucha deja de ser sexy, ya no es dominable”: Martha Rosler

Martha Rosler (1943, Nueva York), reconocida artista,  se encontró en Buenos Aires en el marco de Puede que esta vez sea diferente, su exposición que continúa en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref). Además, brindó dos charlas públicas en Bienalsur y dio cátedra. La estadounidense –que hoy regresa a su país– lleva décadas haciendo obras (especialmente en el videoarte y la fotografía), escritos y acciones feministas, además de cuestionar la posición de los artistas en un mundo en que el capitalismo dictamina qué obras deben realizarse y cómo se deben consumir.

En diálogo con el periódico Clarín, Rosler –habitualmente reticente a las entrevistas– dedicó un buen tiempo del lunes, día de su cumpleaños, a analizar debates contemporáneos y también lo que ella llama la “clase creativa” y los “activos culturales estratégicos” (ver recuadro).

"Hothouse, or Harem" (1972), fotomontaje de la serie "Body Beautiful".

“Hothouse, or Harem” (1972), fotomontaje de la serie “Body Beautiful”.

“En los 80, en los Estados Unidos, las mujeres feministas éramos molestas”, precisó. “Nadie nos quería, porque cuestionábamos el orden establecido, un tipo de orden que pretende una mujer dependiente en todo sentido: simbólico, corporal, económico… Aún hoy en algunos contextos sigue siendo así. Cuando en realidad, las mujeres (y las personas en general) no deberíamos depender de alguien: todos deberíamos tener independencia, generar nuestros propios trabajos, poseer nuestras propias tarjetas de crédito. Poder tomar nuestras propias decisiones. Pero claro: hay mujeres que prefieren casarse con un hombre rico y tener un hijo. Piensan que eso es mejor. Creo que es patético. Más tarde notan que en realidad se trata de una pérdida de la libertad, y que la dependencia económica y resolutiva las hace mantenerse obligadamente en relaciones de dominio o de abuso altamente tóxicas”.

–¿Existen mujeres con actitudes machistas? ¿Y aquellas que comulgan con algún movimiento feminista como una estrategia para posicionarse intelectual o artísticamente en pos de su desarrollo profesional?

–Creo que cuando comenzamos, en los años 70, 80, a comentar, accionar y luchar por los derechos más básicos de las mujeres, muchas no querían ser reconocidas como “feministas”: por eso se las marginaba. Las mujeres que luchan por su posición en el mundo, por sus derechos, por su independencia, no son bien vistas por la sociedad en general ni por los hombres. Porque dejan de ser sexys, dejan de ser solamente objetos; y al dejar de ser objetos, dejan de ser dominables. Entonces se rompe la cadena de poder que se ejerce.

Martha Rosler, el hogar como campo de batalla

–¿Piensa que las mujeres que tienen hijos viven más problemas en sus trabajos, pero aun así son mejor aceptadas socialmente que aquéllas que no los tienen?

–El tema de la maternidad es complejo: los jefes creen que una mujer con hijos no es una persona capaz, que no va “a rendir” tanto profesionalmente como una mujer sin hijos. A la vez, si la mujer no tiene hijos, la sociedad la mira con desconfianza: en general, a la clase media, le cuesta aceptarlo. En este sentido, las familias LGTBIQ encuentran en el formato parental, al tener hijos, una forma de “entrada”, de ser aceptados más amablemente, como “normales”, dentro de la sociedad en general: porque siguen un patrón, el de tener hijos. Ni hablar de lo difícil del caso de las familias monoparentales compuestas por una mujer.

Mitos de la belleza. "Los hombres también sufren ahora la presión de las industrias sobre su apariencia: para vender", dice. Juan Manuel Foglia.

Mitos de la belleza. “Los hombres también sufren ahora la presión de las industrias sobre su apariencia: para vender”, dice. Juan Manuel Foglia.

–Pero esto no ocurre en todos los ámbitos, ¿no?

–No. Siempre estamos hablando de las clases medias. Porque las clases altas y burguesas hacen lo que quieren, y a las clases bajas se las considera, sin excepción, como meras reproductoras, incapaces de hacer otra cosa que no sea la de tener hijos. Se trata, en definitiva, del derecho al control sobre nuestros cuerpos. A las mujeres sin hijos que se dedican a sus carreras y alcanzan cierto éxito, en cambio, se las considera “locas”, “histéricas”, “mandonas”… A los hombres que ocupan los mismos puestos y tienen absolutamente las mismas actitudes, no se los critica.

–¿Encuentra vínculo entre quienes se oponen al feminismo con la violencia?

–Esa es una pregunta bien interesante. Y sí, creo que sí: creo que hay diferentes formas de ejercer la violencia, y algunas de ellas son formas muy sutiles, casi pasan inadvertidas. Especialmente las formas de violencia que se ejercen contra la mujer en los ámbitos laborales.

–¿Qué ocurre con la presión de estar siempre “bellas”, siempre “jóvenes”?

–Existe una inmensa, gigantesca industria montada en torno a esto que nos hacen creer: es una cuestión de mercado, de dinero, que recae últimamente también sobre los hombres: tienen que cortarse las barbas en barberías de diseño; poseer un perro caro, de estilo. Se ve en los hipsters, por ejemplo. Los hombres también sufren ahora la presión de las industrias sobre su apariencia: para vender.

El riesgo de la mercantilización

–¿Qué es la “clase creativa”?

–Los gobiernos y el mercado descubrieron en los artistas un inmenso instrumento útil, un “activo cultural estratégico”: alimentar la creatividad como si se tratara de un negocio urbano es algo bueno para las marcas y las marcas-país. Los artistas aprovechan y siguen también prácticas empresariales.

–¿Cómo definiría al artista contemporáneo?

-Creo que es una palabra que se usa cuando no se tiene idea de qué es lo que está pasando, cuando no se sabe cómo definir algo. Estamos en una nebulosa en la que no pueden distinguirse las diferentes corrientes: ya pasó el post-estructuralismo, pasó el posmodernismo. Ahora estamos en el post del post. Entonces se usa esa palabra, contemporáneo.

Rosler asegura que “la auténtica fuerza creativa que posee la mayoría de los artistas no es dominable por el mercado. Algunos poquísimos producen lo que se espera de ellos, venden, y se hacen millonarios. Pero la creación no pasa por allí. Es libre

 

Fuente: Clarín

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