Mario Lettieri y Paolo Raimondi, corresponsales en Roma Movimiento de Solidaridad e Iberoamericana
Desde hace algún tiempo, los bancos europeos regionales y de crédito cooperativo están en el centro de una discusión. En particular, ellos han recibido la atención del Banco Central Europeo (BCE), entidad que podría pasar a supervisarlos, bajo el pretexto de promover una reforma, buscando establecer una mayor agrupación entre ellos. Pero eso no se debe, precisamente, al hecho de que algunos de ellos hayan experimentado crisis serias en Italia y en toda Europa.
Técnicamente, las instituciones pequeñas y medianas son llamadas “instituciones menos significativas (less significant institutions, en inglés), en relación a las entidades de “importancia sistémica”, con frecuencia también consideradas “demasiado grandes para quebrar” (too big to fail).
En toda la zona del euro, existen cerca de 3,300 grupos bancarios, de los cuales 129 son de tamaño considerable, y por lo tanto, supervisados por el BCE. Los restantes son bancos medianos y pequeños, que representan 18% de todos los activos del sistema bancario europeo. Casi todos están concentrados en tres países: Alemania, Italia y Austria.
Sin embargo, en conjunto, sus carteras equivalen al 80% del PIB combinado de Alemania y de Austria. Ellos representan la más importante “cadena de transmisión” del crédito productivo para las pequeñas y medianas empresas, normalmente consideradas la espina dorsal de las economías nacionales. En Alemania, por ejemplo, los bancos “menos significativos” financian nada menos que el 70% de la economía.
En promedio, su tasa de capital, el llamado Nivel 1 (Tier 1), es de 15.2%, muy superior al mínimo exigido para los bancos en la zona del euro, que es del 6%. Esto representa una excelente garantía para lidiar con situaciones difíciles. De acuerdo con algunos estimados, los “menos significativos”, especialmente en Alemania, están abarrotados de liquidez y en la búsqueda de inversiones y retornos más elevados. No les faltan mercados, pero, por otro lado, escasean la estabilidad de las empresas y de las familias, debido a la recesión económica que alcanza al continente.
Evidentemente, ellos han sido penalizados por la prolongada política de bajas tasas de interés sobre los préstamos, pues estos constituyen su fuente de rentas, ya que no están autorizados a operar en actividades especulativas, como lo son los derivados u otras operaciones financieras de alto riesgo.
Ahora, el BCE y el Mecanismo Único de Supervisión Bancaria (Single Supervisory Mechanism) decidieron intervenir en los bancos “menos significativos”, con la intención de someterlos a una supervisión más rigurosa, tanto en el ámbito europeo como en el nacional, además de una revisión a su modelo de negocios, gobernabilidad y estrategias. En verdad, esto podría resultar en un proceso de fusiones, posibles alteraciones en su estatuto jurídico y, por consecuencia, determinar la posibilidad de ser adquiridos o controlados por los bancos “sistémicamente importantes”.
En otras palabras, las instituciones monetarias europea, incluyendo las italianas, pretenden tratar a su propia manera lo que llaman “desafío al modelo tradicional de negocios de los bancos pequeños y medianos”. Sin embargo, ellos reconocen que estos bancos menores son “solventes, con liquidez, con bajas tasas de créditos cuestionables y con reservas considerables”. Además del hecho de que los bancos regionales detenta, realmente, el pulso de situaciones económicas y empresariales locales y un conocimiento directo de sus clientes y sus perfiles de riesgo.
Lo mismo no se puede decir de los grandes bancos “sistémicos”, que, además de estar predominantemente involucrados en operaciones de la llamada “alta finanza”, muchas veces, tienen poca comprensión de su propia clientela.
Así es que, las instituciones europeas han dado la preferencia de su atención a los bancos con grandes números y pocos nexos con los sectores importantes de la economía real. No es admisible que quieran interferir directamente en las redes bancarias locales y regionales, que son conocidas por apoyar a empresas en sus actividades de producción, modernización y expansión hacia nuevos mercados, incluso los más distantes.
Si la prioridad de los gobiernos, incluyendo el italiano, es -o debería ser- la recuperación de la economía y los niveles de empleo, ¿Por qué no privilegiar el círculo virtuoso de los bancos locales de crédito? Se pueden pedir más informes e impone más controles, pero, de la misma forma, es necesario proporcionar más apoyo para que ellos puedan seguir operando con un modelo de apoyo a las empresas que funciona bien y ha sido probado. El argumento de su tamaño pequeño no es convincente. No se trata de exaltar que “lo pequeño es bonito”, sino de preservar y sustentar lo que ha funcionado y sigue funcionando bien.
En Italia, los delicados casos de la Banca Etruria y de algunos otros bancos locales son excepciones en lo que se dice respecto a una red que, objetivamente, debe ser considerada eficaz y benéfica para la economía local y nacional.
Es por consiguiente, imperativo que se castigue severamente a los responsables por la quiebra de algunos bancos por gestiones nefastas y apoyar a aquellos que, meritoriamente, son bien administrados y proporcionan apoyo adecuado para el desarrollo de los territorios en que operan, muchas veces, los más desfavorecidos.