Se tiene la impresión de que los países participantes, los cuales representan el 80% del PIB (Producto Interno Bruto) mundial, no demostraron la capacidad y voluntad suficientes para “administrar” juntos los problemas y desafíos globales, perdiendo así la autoridad, la confiabilidad y la eficacia en la toma de decisiones.
El mundo corre el riego de ser desgarrado por conflictos económicos, financieros y monetarios, en los cuales los aranceles y venganzas sobre empresas se asemejan cada vez más a verdaderas guerras, aunque sin el uso de armas.
La resolución final de la cumbre, en verdad, se limita a reconocer que “las tensiones comerciales y geopolíticas se intensificarán. Seguiremos enfrentando esos riesgos y pretendemos estar listos para tomar otras medidas”. Es en verdad, ¡muy poco!
No se sabe bien a bien lo que en los últimos meses se haya hecho por cuenta de las Naciones que experimentan las diarias provocaciones del presidente estadounidense Donald Trump. Con la imposición de tarifas y sanciones.
En Osaka, las palabras “tarifas” y “proteccionismo”, inclusive, desaparecieron, sin mencionarse en el documento final. En contraste, el término “proteccionismo” fue mencionado explícitamente en el comunicado de la cumbre del G-20 en Hamburgo, en 2017, antes de entrar al índex, cuando se declaró 1ue era necesario “seguir la lucha contra el proteccionismo y todas las otras prácticas comerciales injustas, reconociendo el papel de los instrumentos de defensa comercial legítima”.
Se trata, por lo tanto, de un significativo paso en comparación con las cumbres anteriores del grupo.
El multilateralismo está, ciertamente, derrotado. Trump todavía cree que puede determinar unilateralmente todas las cuestiones geopolíticas y geoeconómicas, mientras que la necesidad de abordarlas y resolverlas en conjunto es cada vez más evidente. Y no debe olvidarse que el papel de las Naciones Unidas también se ha erosionado cada vez más más.
De igual manera, hubo un retroceso en relación a la cumbre del G-20 en Buenos Aires, donde por lo menos se afirmó claramente “el compromiso de trabajar juntos para mejorar un orden internacional basado en reglas, capaz de responder efectivamente a un mudo en cambio continuo”. Incluso así, sin embargo, en un asunto delicado como la cuestión ambiental, Trump exigió que el acuerdo final quedase determinado “los EUA reafirman su decisión de retirarse del Acuerdo de parís””, el acuerdo de la ONU sobre el clima y la reducción de las emisiones de bióxido de carbono.
El fracaso de Osaka quedó demostrado también, por el hecho de haber prevalecido las reuniones bilaterales, aunque estas hayan sido realmente importantes. Agendarlas no es la tarea principal para la cual se creó el G-20.
Quizás, la reunión más significativa, al margen de la cumbre, haya sido la de los jefes de Estado del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), grupo que camina a representar más del 50% del crecimiento del PIB global para el año 2030. El grupo reafirmó el apoyo a un “comercio internacional transparente, no discriminatorio, abierto, libre e inclusivo. El proteccionismo y el unilateralismo van contra el espíritu y las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Reafirmamos el compromiso con el multilateralismo y el Derecho Internacional y apoyamos un sistema comercial multilateral basado en reglas, donde la OMC sea su centro”.
Empero, la resolución final de la cumbre contiene algunas ideas y propuestas relevantes. En primer lugar, el compromiso hacia la digitalización de todo el sistema económico y social y la mejora de la infraestructura, como un “motor de crecimiento económico y prosperidad”, el cual pueda involucrar inversiones privadas. Además, Osaka propone una ruta para la reforma que ya no puede ser demorada de la OMC, porque desde hace algún tiempo ya no refleja los procesos económicos reales y el papel de los nuevos actores internacionales.
Y, una vez más, los países de la Unión Europea (UE) apenas marcaron presencia, sin ninguna orden particular, concentrándose como lo hizo Italia, en los problemas “de casa” y de dentro de la UE. El largo viaje a Japón no fue bien aprovechado para mostrar al mundo que la UE es un ente capaz de intervenir, proponer e influenciar realmente las cuestiones globales.