Mouris Salloum George*
Lo mismo da que existan mecanismos o protocolos de protección o que no existan: Los periodistas mexicanos continúan en la indefensión. Los escudos de saliva que ofrecen las instancias del Estado se desvanecen a la primera ráfaga de metal.
El gobierno del estado de México se comprometió en julio pasado a poner en operación medidas cautelares para proteger a comunicadores. Mucho gusto.
Uno de los colegas amenazados en dicha entidad acudió a la Secretaría de Gobernación a denunciar amenazas en su contra. La subsecretaría de Derechos Humanos le dijo que sí; que su integridad física y profesional sería garantizada.
El sábado pasado, cosido a puñaladas, murió en Tejupilco, Edomex, el director del Observatorio del Sur, Nevith Condés Jaramillo. Se la tenían sentenciada desde principios de año, a decir de sus familiares y amigos.
El caldo de cultivo: La impotencia del Estado
La Comisión Nacional de Derechos Humanos ya suma 153 practicantes del oficio periodísticos ejecutados en lo que va del siglo. En este sexenio, 14. Doce en los meses que corren de 2019… y contando.
Protestan familiares de las víctimas, se manifiestan los periodistas mexicanos, denuncian Reporteros sin frontera y el Club de Prensa de Nueva York; se pronuncia la ONU. El eco se pierde en la noche de los tiempos.
Puesto que el exterminio humano hace presa a todos los sectores de la sociedad mexicana, sólo nos queda concluir que el vector de la barbarie es la propia impotencia del Estado, con independencia de si hay o no voluntad política para atacarla o indiferencia ante un fenómeno sin solución de continuidad.
Ese es el verdadero estado que guarda la nación, aunque el 1 de septiembre se esgriman otros datos. Grave cuestión.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.