La lucha por el futuro

 

MSIa Informa

Toda gran transformación histórica provoca turbulencias, y el cambio de época global en marcha no podría ser la excepción, máxime porque con el surgimiento de un fuerte polo de irradiación en Eurasia, los controladores y beneficiarios del orden de poder mundial prevaleciente en los últimos años prevén un cambio desfavorable.

 

De hecho, es innegable el agotamiento del paradigma de organización y de las actividades humanas y de relación entre las sociedades que comparten el planeta.  Simplificando al extremo, tal paradigma podría ser representado por lo que hemos catalogado como el Principio de Trasímaco, en referencia al truculento personaje de la República de Platón, para quien la justicia sería el interés de los más fuertes, en detrimento de la adopción de un Principio de Bien Común en la organización interna de las sociedades y de las relaciones entre ellas.

 

En términos prácticos, este paradigma se fundamenta en la idea de una disputa permanente de todos contra todos por recursos escasos, lo cual resulta en sociedades de “suma cero”, en donde las ganancias de unos se dan a costa de las pérdidas de otras –conceptos que permean las principales corrientes del pensamiento económico, social y de las relaciones internacionales, a pesar de su cada vez menos oculta disfuncionalidad y desconexión con la realidad.

 

No obstante, no son pocas las “advertencias” sobre una supuesta inviabilidad de esa perspectiva, justificada con supuestas limitaciones de recursos naturales, del medio ambiente o de los medios financieros para concretarla, invariablemente presentadas con “consensos” científicos, inviabilidades políticas o ininteligibles “leyes” naturales.

 

Por esto, no dejó ser simbólico que el presidente ruso Vladimir Putin, uno de los raros estadistas en servicio en las principales potencias mundiales, haya vocalizado el problema central, en su histórica entrevista del pasado junio al periódico londinense Financial Times, uno de los voceros del orden hegemónico anglo-americano.

 

Dando la razón a Putin, el ex-diplomático británico Alastair Crooke, fundador del Conflicts Forum de Beirut, Líbano, escribió recientemente:

 

“De hecho, estamos en un punto de inflexión. Algunos occidentales pueden divagar con que el statu quo ante sea recuperable de alguna forma (basta que Trump se vaya y los “populistas” sean contenidos). Esto es ilusorio. El mundo exterior se está transformando. China, Rusia y Asia sustituirán la hegemonía de los EUA –no con otra hegemonía., sino con una coalición flexible de Estados adoptando valores y un modelo civilizador diferentes. Y con valores difiriendo del paradigma protestante de John Locke, David Hume y Adam Smith, ellos llegarán a otra perspectiva económica (Strategic Culture Foundation, 14 de agosto de 2019)”.

 

Le hace coro otro veterano observador del escenario mundial, el periodista estadounidense Martin Sieff, en un provocador artículo titulado. “por qué el internacionalismo liberal ya perdió la lucha global por el futuro”.

 

“Las patologías del tráfico humano internacional, el comercio de millones de jóvenes y niños en redes sexuales en todo el mundo y el caos causado por manipulaciones de las monedas y economías en caída, llegaron a niveles poco imaginados hasta incluso a finales del siglo XX. El ‘futuro’, Putin lo percibe, están en naciones fuertes y coherentes como Rusia, China y otras que están retomando en sus manos el poder y el control, y buscando cooperar constructivamente entre sí.

 

Las ilusiones occidentales sobre el libre comercio ilimitado y las fronteras abiertas solo desencadenaron caos, pobreza, guerras innecesarias y la destrucción de la seguridad y la estabilidad de sociedades avanzadas, con flujos migratorios sin límite ni control. Apenas los traficantes de drogas y de esclavos humanos y terroristas pueden prosperar en un mundo así -y, realmente, han prosperado (Strategic Culture Foundation, 16 de agosto de 2019).

 

Por otro lado, no hay nada de inevitable y determinante en el advenimiento de un nuevo orden cooperativo y no hegemónico que se está construyendo por el esfuerzo conjunto de países como China, Rusia, Irán y otros, centrado en la integración y desarrollo compartido del eje eurasiático.

 

Esto, porque su consolidación y extensión global dependerá, en gran medida de dos elementos fuera del control de sus protagonistas: una prevalencia de los sectores más sanos de las élites dirigentes de los EUA sobre los que no aceptan la pérdida de la hegemonía estadounidense y prefieren la opción “fuego en el circo” para no hacer viable un nuevo orden; y la determinación de la Unión Europea de recuperar su autonomía estratégica ante los EUA y reconfigurar sus propios intereses frente a esta nueva perspectiva. En este aspecto, será de importancia especial la actitud de Alemania y de Francia en relación a la normalización de las relaciones con Rusia, nación pivote de la integración eurasiática.

 

En este contexto, las naciones de Iberoamérica, tendrán igualmente que revaluar si sus estrategias y proyectos de desarrollo estarán mejor servidos dentro el moribundo marco hegemónico de “suma cero” o con el cuadro cooperativo y “ganar-ganar” en gestación. Con su peso específico, el subcontinente o, incluso, algunas de sus mayores naciones, podrán contribuir para hacer diferencia hacia esa reconfiguración global crucial para definir el devenir de la humanidad en las décadas venideras.

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