Días atrás, el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) publicó un artículo con el título “Ascenso de una potencia mundial -70 años después de la fundación de la República Popular”. Ahí destaca el segundo aeropuerto internacional de Pequín, el Daxing, inaugurado luego de cinco años de construcción, y lo compara con los problemas observados en la construcción del nuevo aeropuerto de Berlín, que luego de nueve años y de muchos contratiempos, todavía espera su finalización para 2020.
El segundo aeropuerto internacional de Pequín, ciudad de 22 millones de habitantes, tiene la forma de una estrella de mar, es totalmente automatizado y los pasajeros no tardan más de 8 minutos entre la llegada y el registro. El aeropuerto tiene el tamaño de 97 estadios de futbol y es una demostración magistral del poder de China, comenta el artículo. En 2025 habrán pasado por él 77 millones de pasajeros cada año, con un aumento previsto a los 100 millones en 2040.
Al mismo tiempo que aparecía este artículo, muchos de los principales órganos de difusión occidentales divulgaban noticias y reportajes negativos de China, con la intención de demostrar que las celebraciones de los 70 años serían “ofuscados” por la violencia policiaca en Hong Kong. Aparte de la histérica guerra comercial de del presidente Donald Trump contra China, lo que se puede observar en Europa, en particular en Alemania, es el gran “escepticismo” expresado por políticos y líderes industriales respecto al impresionante ascenso de China para convertirse en la súper potencia económica del siglo XXI.
De acuerdo con los análisis de los comentaristas citados en el artículo del FAZ, resultan evidentes las opciones de la Unión Europea (UE) hacia China: 1) debe escoger una política y un enfoque económico “realista” y pragmático; 2) debe abandonar la política de sanciones contra Rusia, cuyo principal brazo ejecutor ha sido Alemania, lo que ha arrojado a Rusia “a los brazos de China”; 3) debe desarrollar su propia gran estrategia de cómo participar del fascinante proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda, en paralelo con una nueva política hacia Rusia, en lugar de esperar y titubear o seguir ciegamente a Donald Trump.
Se han publicado en Alemania en los últimos años varios libros sobre China. Entre los más destacados vale mencionar dos: “¿Futuro? ¡China! Cómo la nueva súper potencia cambia nuestra vida, nuestra política y nuestra economía” (Zukunft? China! Wie die neue Supermacht unser Leben, unsere Politik, unsere Wirtschaft verändert), de Frank Sieren, un especialista residente desde hace varios años en China; y “Primero China: El mundo en ruta hacia el siglo chino” (China First. Die Welt auf dem Weg ins Chinesische Jarhundert) del periodista Theo Sommer, ex director del semanario Die Zeit.
Ambos autores concluyen que el siglo XXI se moldeará con el protagonismo mundial chino. Sin embargo, advierten que ni Estados Unidos ni la Unión Europea deben “volcarse hacia adentro”, sino elaborar una política “realista” respecto a China, a la que Sommer califica de “democracia autoritaria”, con un Estado que usa instrumentos de vigilancia (reconocimiento facial, sistema social de crédito, etc.) para dominar a su población de 1 400 millones de habitantes. Ambos proponen una “participación productiva” en la gran estrategia China, en lugar de una guerra o de un conflicto geopolítico, posición defendida por numerosos belicistas estadounidenses. En lugar de esto, aconsejan la participación en el gran proyecto de China y en el desarrollo de Rusia, con el fin de sacar a la mayor parte de la humanidad de la pobreza, a partir de grandes obras de infraestructura como la Iniciativa Cinturón y Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) y el desarrollo de Eurasia en las décadas venideras.
El autor Frank Sieren se muestra profundamente impresionado con el rápido ascenso chino. Él exhorta al lector a romper con los obstinados estereotipos y con los prejuicios sobre el país, por ejemplo, que China sólo roba y copia tecnología, que los chinos sólo pueden obedecer, que China es una dictadura comunista y muchos otros. Resalta que: China ya no es la línea de ensamblaje más grande de Europa Occidental, en particular de Alemania, que solía vender sus trenes de alta velocidad en los años noventas del siglo pasado, hoy sustituidos por trenes chinos con desempeño superior; 2) es el líder en la fabricación integral de automóviles y autobuses eléctricos. Hoy, en la zona económica especial de Shenzhen circulan 16 mil autobuses eléctricos, contra apenas unos pocos en Alemania; 3) ya es líder en la tecnología de inteligencia artificial, lo que pondrá al mundo de cabeza. Hace años que China invierte en industrias claves, en recursos imprescindibles y en obras de infraestructura como la BRI, transformó el país en un enorme macizo de obras y fundó el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB), para financiar muchos de esos proyectos, a los que Estados Unidos se niegan a entrar.
China está construyendo nuevas alianzas económicas estratégicas con países de todo el mundo y no tiene deudas externas, al mismo tiempo que es el mayor acreedor de Estados Unidos. Y, para los que todavía se apegan al concepto de que China es el principal contaminador ambiental de la tierra, Sieren afirma que el país es uno de los más “progresistas” en términos ambientales, con grandes inversiones en energía hidroeléctrica y páneles solares. Aunque la renta per cápita todavía sea de 9 mil dólares (contra los 60 mil dólares de Estados Unidos), Sieren afirma que esto tiende a cambiar, siguiendo el plan estratégico del presidente Xi Jinping, que contempla elevar a la mayoría de la población condiciones de vida decentes para 2040, año del centenario de la República Popular China.
Sieren prevé que China hará retroceder mundialmente la influencia del Hemisferio Occidental en su totalidad y ve un gran potencial en la juventud china, indicada por el enorme aumento del número de empresas “startup”. Destaca que 60 por ciento de la población mundial vive en Asia, de los cuales el 18 por ciento se encuentra en China, en comparación con el 15 por ciento de Occidente en su conjunto (7 por ciento de la UE). Por si fuera poco, China se está convirtiendo en el líder de la inteligencia artificial (IA) y en la técnica de la Cuarta revolución industrial y, ciertamente, tendrá algo que decir en el orden tecnológico del mundo, es decir, está en camino de convertirse en una potencia innovadora en el plano internacional.
La BRI abarca 70 países
Una mirada a la BRI demuestra el inmenso progreso hecho por China en todo el mundo. Un ejemplo es África, con una población de 1 200 millones de habitantes, que se duplicará en 2050. En los últimos años, China ha hecho grandes inversiones en infraestructura en el continente -ferrocarriles, autopistas, escuelas, estadios deportivos, establecimientos parlamentarios, etc. La empresa Hawei entrena anualmente a 12 mil africanos y 100 mil jóvenes africanos estudian en universidades chinas. La Nueva Ruta de la Seda ya abarca 70 países y las inversiones chinas pueden llegar a los 900 mil millones de dólares en las décadas por venir. En lo que toca a Europa, China invirtió decididamente en el puerto de Pireu, Grecia, cuando la UE dijo a este país que se librase de sus deudas con privatizaciones. Se invirtieron 500 millones de euros y el Pireu es hoy el primer puerto para navíos provenientes de Asia que cruzan el canal de Suez.
China invitó, con su política 16+1, a la mayoría de los países del Sudeste y del Centro de Europa a participar de la BRI, además de haber construido muchas obras de infraestructura en Hungría, Serbia, Croacia y Albania. A pesar de que Pequín afirma que no pretende dividir Europa, varios gobiernos europeos han estado adoptando medidas defensivas contra la penetración china, el ejemplo es Alemania, que en 2018 prohibió la venta de la Leifeld Metal Spinning, empresa de Westfalia que produce equipos para el sector aeroespacial y para la industria nuclear. Sin embargo, para Sieren, el nerviosismo del gobierno alemán demuestra que Alemania está de espaldas contra la pared, en función del “principio de reciprocidad”.
Algunas empresas piensan diferente, como la fabricante de automóviles BMW, que desea aumentar sus inversiones conjuntas con China de 50 a 75 por ciento. La empresa química BASF puede construir ahora sus propias instalaciones en China, con inversiones de 10 mil millones de dólares. El presidente de la empresa, Martin Brudermüller, dijo a Sieren que “el progreso sigue en la dirección correcta y tenemos que acostumbrarnos al nuevo orden mundial emergente”.
Brudermüller ve un déficit real en el debate europeo: Europa tiene enormes capacidades, pero el mismo poder de innovación está en juego. Defendemos que, para innovaciones y facultades creadoras, se necesita de libertad cimentada en el modelo occidental, algo inexistente en China. Sin embargo, dice, es preciso admitir que China no es una democracia, pero los chinos tienen la “libertad de ser innovadores y creativos”. Brudermüller criticó la falta de visión de que se impone contra China y destaca que el Estado debe tener el derecho de orientar el desarrollo de la industria, con reglamentos e incentivos correctos y luchar contra la resistencia, cuando es necesario. Los políticos de mayor visión de Alemania, para él, están convencidos de que “debemos aliarnos con Rusia para estar en una posición más fuerte e integrar a los países del Este de la UE”.
Rusia y China
Lo que sucede en Europa Oriental también acontece con Rusia. Aquí la creencia infundada de Occidente de que las sanciones podrían doblar a Rusia tuvo el efecto contrario y la llevó a los brazos de China. Los dos países firmaron un acuerdo, en mayo de 2014, un tratado de 30 años para el abastecimiento de gas con valor estimado en 400 mil millones de dólares. Además de la infraestructura de construcción, los chinos están interesados en madera, agricultura, minas y metales no ferrosos de Rusia. Los dos países tienen inversiones conjuntas en la industria petroquímica y del gas licuado, y proyectan juntos un avión de pasajeros y cuatro nuevas plantas nucleares en China. En diciembre de 2019 comenzará a operar el nuevo gasoducto Fuerza de Siberia, de 55 mil millones de dólares, que llevará a China 38 mil millones de metros cúbicos de gas al año.
Para Sieren hay también un gran potencial en el Ártico. El gobierno chino publicó el Libro blanco de los planes que se pretenden con Rusia: “Debido al calentamiento del planeta, es probable que las rutas marítimas se conviertan en líneas de transporte más importantes para el comercio internacional. A partir de mediados de siglo, las rutas árticas podrían estar libres de hielo y el tiempo del transporte de mercancías entre Asia y Europa se reduciría. China quiere explotar las nuevas rutas al lado de Rusia.
Los dos países son miembros del Consejo del Ártico junto con Noruega, Dinamarca, Canadá y Estados Unidos. China ya invirtió 90 mil millones de dólares en infraestructura de energía y cooperación financiera y posee un rompehielos, el Xuelong, que realizará su octava expedición este año. El segundo navío se botará en este año. Si Rusia y China caminan juntas, dominarán el Ártico. Moscú tiene 44 rompehielos y Pequín tiene el dinero; 30 por ciento de las reservas de gas natural y 13 por ciento de las de petróleo del mundo se encuentran en el Ártico.
El siglo chino
Igualmente, notable es el libro de Sommer, que cuenta con la colaboración del canciller Helmut Schmidt (1974-1982)). En su concepción, el liderato chino en el siglo XXI será el tercer gran cambio en las relaciones de poder mundial, con el dominio europeo luego del descubrimiento de América por Colón en el siglo XV, y la hegemonía estadounidense entre los siglos XX y XXI.
China aumentó su rente per cápita desde finales de 1978 en más de 40 veces, para convertirse en la segunda mayor economía del mundo en valores absolutos (ya se le considera la primera en términos de paridad de poder de compra). Un informe publicado por el gobierno en 2015 deja claro, según Sommer, que a mediados de los años veintes de este siglo, China será el líder en sectores fundamentales, en particular la tecnología de la información, la robótica, la aeronáutica, los viajes espaciales, la construcción naval, los ferrocarriles de alta velocidad, la bio medicina y equipos médico, automóviles “alternativos”, energía, nuevos materiales y maquinaria agrícola. El Estado seguirá apoyando a las empresas “campeonas mundiales” y tan sólo el sector de la inteligencia artificial deberá de recibir incentivos de 150 mil millones de dólares en 2030.
Según Sommer, Xi Jinping es el único estadista actual que está al frente de una gran estrategia, y ofrece una visión interesante de su personalidad. Nacido en 1953, es hijo del Xi Zhongxun, uno de los principales miembros del Partido Comunista desde 1928, vicepresidente de asuntos culturales. En 1962 fue condenado a convertirse en obrero de fábrica y su madre tuvo que hacer trabajo pesado en el campo. Ya rehabilitado, fue a la provincia de Guangdong, donde Xi Jinping estudió ingeniería química en la Universidad de Tsingua. Más tarde obtuvo un doctorado en jurisprudencia. Su esposa es una cantante lírica y su hija estudió inglés y psicología en la Universidad de Harvard. Es un lector de los clásicos chinos, viajó por Rusia y Francia y conoce a profundidad a Pushkin, a Dostoyevski y Tolstoi, y está familiarizado con la literatura estadounidense, francesa, inglesa y alemana.
Según Sommer, Xi Jinping estudió en detalle el derrumbe de la URSS, así como las “revoluciones de colores”. Escribió un libro titulado “Cómo gobernar China” y está rodeado por un pequeño grupo de asesores influyentes, algunos con gran experiencia internacional. Sommer aconseja a UE y a Alemania, en particular, despertar y no seguir los escenarios agresivos de confrontación elaborados en Estados Unidos. Al cambiar su actitud hacia Rusia, afirma, Alemania debe aprovechar la oportunidad de participar en un gran proyecto.
*MSIa Informa