Millones de musulmanes en Asia comenzaron este viernes el mes más sagrado del calendario islámico bajo las cuarentenas o estrictas restricciones sociales contra el coronavirus, agravando su ansiedad por la enfermedad. Para muchos, el Ramadán es un momento para acercarse a Dios, a la familia y a la comunidad, pero la pandemia ha alterado esas tradiciones este año. Muchos están desempleados, tuvieron que cancelar sus planes para visitar a parientes y se enfrentan al cierre de parques, centros comerciales y mezquitas, los lugares donde solían romper el ayuno al caer el sol.
“Esto es demasiado triste para ser recordado en la historia”, dijo Belm Febriansyah, residente en la capital de Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo.
Autoridades refuerzan las restricciones sociales
Las autoridades reforzaron las restricciones sociales para ralentizar la propagación del coronavirus en Yakarta, el epicentro del brote en Indonesia, que tiene más víctimas mortales por COVID-19, la enfermedad causada por el virus, que cualquier otra nación asiática a excepción de China, con 8.211 contagios confirmados y 689 fallecidos.
Los vuelos comerciales y los trenes quedaron suspendidos para evitar que la gente regrese a sus localidades de origen en un éxodo anual por el Eid al-Fitr, el final del Ramadán. Los autos privados tampoco podrán abandonar Yakarta.
Malasia, como sus vecinos Singapur y Brunei, prohibió los populares bazares de Ramadán donde se venden comida, bebida y ropa en atestados mercados al aire libre o puestos callejeros. Estos mercados son una importante fuente de ingresos para los pequeños comerciantes. Algunos de ellos han trasladado sus negocios a internet.
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