El coronavirus, con su dimensión planetaria y sus devastadores efectos, condiciona a todos los países. El desafío de la recuperación económica será fundamental para todos y es claro que el futuro de la Unión Europea (UE) pasa también, inevitablemente, por el financiamiento de un programa unificado de inversión y apoyo a los empleos con foco en la eficiencia y la solidaridad.
Obviamente, debe haber recursos financieros nacionales e intervenciones más orientadas hacia las necesidades de estabilidad social y recuperación económica.
La decisión del gobierno alemán de colocar 550 mil millones de euros en inversión en sectores de la economía real, mediante su banco de desarrollo (Kreditanstalt für Wederaufban), podría ser un ejemplo virtuoso a imitarse. Dejando de lado los sentimientos pro o anti-alemanes, concentrémonos en el contenido político y operativo de la opción alemana –auténticas inversiones destinadas a la economía real sin la innecesaria intermediación del sistema bancario privado.
El KfW es un banco público de desarrollo controlado en un 80% por el gobierno federal y 20% por los Lander (división territorial equivalente a las regiones italianas, pero con más poderes). Fue creado después de la II Guerra Mundial, para emitir crédito y apoyar proyectos de reconstrucción de la devastada Alemania. Era una “pieza” del Plan Marshall en Alemania y, de manera rápida, pudo convertir los intereses adeudados a Estados Unidos en aumentos de capital y, así, expandir sus capacidades de inversión.
El banco ha sido uno de los principales motores de desarrollo industrial, de infraestructura, tecnológico y social de Alemania habiéndose convertido en un gigante económico. Hoy tiene un capital de 30 mil millones de euros e inversiones de 610 mil millones. De igual manera, apoya a las grandes corporaciones alemanas. Como Siemens, Daimler y Mercedes, en la celebración de contratos importantes de cooperación internacional, en China, Rusia, EUA y en otros países.
El KfW levanta capital en los mercados financieros con la emisión de títulos que desde 1998 están garantizados por el estado alemán. En seguida, los transforma en préstamos para inversiones en varios sectores de la producción, infraestructura, casas de interés social, innovación, nuevas tecnologías y en fuerte apoyo a las empresas. Esto se hace mediante una red de entidades creadas y controladas por el banco, como los fondos para las Pymes (pequeñas y medianas empresas), exportaciones, desarrollo regional y local, nuevas fuentes de energía, medio ambiente, cooperación internacional, etc.
En 2008, el KfW creó el IPEX Bank, el cual apoya a empresas alemanas y europeas en proyectos internacionales y en operaciones de exportación, con un volumen actual de negocios superior a 80 mil millones de euros.
Además, el banco está exento de los requisitos de capital y de las reglas de la Unión Bancaria Europea, así como los bancos de desarrollo regionales alemanes, los Landesbanks.
En realidad, el Medio Credito Centrale (MCC) italiano también fue creado de acuerdo con este modelo, en 1953, pero con mucho menos poder y autonomía. Hoy, implementa e integra políticas públicas de apoyo al sistema de producción, en particular a las pymes –misión muy importante que todavía está muy restringida con un alcance bastante limitado.
La Cassa Depositi e Prestiti (CDP), es también muy semejante al KfW en estructura, aunque esté, igualmente, más limitado en sus actividades. Ambos bancos italianos actúan en varias operaciones conjuntas, por ejemplo en el Long Term Investors Club (LTIC). Este, fue creado después de la gran crisis de 2008, con la tarea de promover inversiones productivas y de infraestructura a largo plazo, como una alternativa a la infame finanza especulativa de corto plazo.
Por sus estatutos, la CDP, que administra un volumen enorme de capitales generados por la recaudación del ahorro popular (más de 342 mil millones de euros), mediante títulos emitidos por Corres Italianos, está limitada a operaciones específicas relacionadas e inversiones locales. Hace algunos años, creó también un fondo para apoyar la inversión en pymes y tuvo que cambiar los estatutos, para tener la oportunidad de operar también en la internacionalización de mercados, en apoyo a las empresas italianas exportadoras y que operan en el exterior, lo cual no se permitía antes.
La emergencia económica causada por la pandemia, con la suspensión del Pacto Europeo de Estabilidad (PES), puede volverse la clásica “ventana de oportunidades” para repensar y remodelar ciertas entidades italianas. Sin inventar cosas nuevas, podríamos “copiar” lo que hizo Alemania y conferir a la CDP los mismos poderes y prerrogativas que el KfW.
Ciertamente, los serios problemas históricos de Italia no serán resueltos, como la elevada deuda pública, recaudación desproporcionada de impuestos, corrupción intolerable, burocracia ineficiente y altos impuestos sobre la producción y el trabajo. Estos son problemas y retos inevitables para el Estado italiano, pero, por lo menos, tendríamos una institución, una especie de Banco Nacional de Desarrollo, ciertamente más controlado y eficiente.
Recordemos también que los 550 mil millones de euros de inversión anunciaos por el gobierno alemán no aumentarán la deuda pública nacional, pero serán manejados por el KfW, quien como órgano independiente, no entra en el cálculo del presupuesto nacional. Lo mismo pasaría con el uso de la CDP “perfeccionada”.
Cualquier aumento del gasto público por nuestro gobierno, tanto para emergencias como para otras necesidades, aumentará directamente la deuda pública.
No sería una astucia, sino un simple regreso a la idea de un Banco Nacional de Desarrollo.
Vendo más allá de la emergencia, el presidente Sergio Matarella dijo, con razón, que, “para renacer, es necesaria la misma unidad del período de pos-guerra”, pero, modestamente pensamos que se necesita también de instituciones, tiempos y programas económicos semejantes a los de aquel período.
*MSIa Informa