Lorenzo Carrasco*
La pandemia del covid-19 provocó una nueva guerra mundial, con características diferentes a las de las grandes guerras del siglo pasado, pero cuyos efectos en la economía y en la organización social son muy semejantes o todavía peor porque está provocando una desorganización mundial sin precedentes.
La pandemia derribó toda la utopía de la globalización y de la idea subyacente de la irrupción de un gobierno mundial.
Todas las instituciones de la post guerra, así como los esfuerzos de integración regional se están cuestionando, por la ausencia completa de los principios de solidaridad entre las naciones, irónicamente entre las más desarrolladas. La ausencia del bien común en la grandes decisiones políticas y económicas a escala internacional, que más bien se sustentan en el egoísmo institucionalizado y el consumismo exacerbado, lleva a la necesidad de la reconstrucción del orden político y económico mundial.
El claro declive estratégico de Estados Unidos, evidenciado por la trágica respuesta del país más poderoso del mundo a la pandemia, sin la necesidad de pasar por un conflicto bélico que sustituya un poder hegemónico, destruye uno de los aforismos que ha regido la dinámica histórica desde el antiguo mundo griego: la Trampa de Tucidides, descrita por este en su libro La guerra del Peloponeso.
A la par, el mundo financiero mundial cimentado en el sistema de bancos centrales independientes se tambalea embriagado por las burbujas financieras especulativas nuevamente alimentadas por la pomposamente denominada facilitación cuantitativa. Dinero, real o virtual, que circula en el mundo de las zonas rojas de la tolerancia usurera, lejos de la economía real de la que depende la sobrevivencia humana.
El mundo post coronavirus será muy diferente. Pasada la pandemia, tras los meses de inactividad económica, el mundo tendrá que reconstruir no las ciudades ni las fábricas destruidas por los bombardeos, como en las anteriores contiendas mundiales, sino los vasos sanguíneos de la producción y de la distribución de los bienes físicos, las relaciones de solidaridad dentro de las sociedades y dentro de las naciones.
Las supuestas limitaciones de recursos financieros para las nuevas exigencias de supervivencia no pasan de ser tan sólo un hechizo de las teorías neoliberales que persisten en las mentes de aquellos cuyos conocimientos económicos dejaron de ser válidos. Claro que no se trata de irresponsablemente emitir crédito sin ton ni son para favorecer al conglomerado de las redes de corrupción política, en las que interviene principalmente el sistema financiero y bancario, sino de la administración de los recursos por un gabinete de guerra en el contexto de una gran movilización nacional que armonice los recursos humanos de empleados y desempleados, con las capacidades industriales y tecnológicas y las riquezas nacionales. O sea la armonía de intereses será la condición sine qua non para ganar esta guerra.
*MSIa Informa