Cecilia estaba pensando que su segundo semestre como alumna de Derecho en la UNAM sería un periodo de aprendizaje, pero lo terminó aterrorizada y hostigada: en sólo seis meses el maestro que la acosó sexualmente logró destruir su reputación, la hizo abandonar su materia favorita, la obligó a cambiar su número telefónico, la aterrorizó y además le bajó dos puntos en su calificación final.
Cecilia, como pidió que se le identificara, conoce que no es su culpa, pero se siente avergonzada. Su acosador, señaló, fue su profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM de la materia “Teoría de la ley penal y del delito”, quien usó su posición para hacerle proposiciones sexuales y hostigarla.
Cuando ella no accedió, le bajó la nota; al reclamarle, el maestro se dio a la tarea de contestarle: “Esperaba que me buscaras y que habláramos sobre eso”.
Todo comenzó con un comentario, casi al inicio del semestre: “Tranquila, no te excites”, le respondió el profesor a una emocionada Cecilia que levantó la mano para responder una pregunta, “Bueno, sí, pero no en mi clase”, añadió el catedrático de la UNAM.
“Dejé de participar. Se ponía al término de la materia en la puerta para que cuando fueran saliendo las alumnas se despidieran de beso y abrazo, no dejaba pasar; las abrazaba de la cintura y se podía tardar mucho tiempo. Era nefasto. Me sentaba en las bancas más cercanas a la puerta para salir corriendo al terminar”, dijo.
El catedrático de la UNAM dio a conocer que los exámenes se harían en su casa, en una fiesta.
Cecilia no quería ir, pero necesitaba presentar el examen. Ese día el profesor le señaló: “Hoy, precisamente, te ves muy guapa”; ella le puso un alto y se fue.
Los estudiantes habían llenado un registro con su número telefónico y crearon un grupo especial en Facebook para compartir tareas. Aprovechando estos datos, el sujeto con doctorado en Derecho comenzó a mandarle a Cecilia poemas a través de WhatsApp y en mensajes privados en redes sociales confesando que estaba enamorado de ella. La joven le volvió a decir que no era apropiado; en respuesta él le dedicó las canciones “Pruébame” y “40 y 20”, de José José.
“No supe cómo ponerle un alto”. “No sabía cómo ponerle un alto, porque seguía evaluando. Me decía que estaba enamorado y me intentaba seducir. Le dije que él era profesor y yo alumna, que se estaba confundiendo”, recordó la joven universitaria.
De alguna forma la maestra adjunta tuvo acceso a esas conversaciones; en vez de ayudarla, le envió un mensaje: “Sé que lo estás provocando, que te está enviando mensajes, eso es ser una puta”.
Semanas después, lo que le decía en privado apareció escrito en las paredes de los baños de la facultad. Luego, inscribió sus clases únicamente con mujeres en la institución.
“Tenías que reducir el querer opinar y el esperar aprender por esta incomodidad y frustración de no poder contestar sus comentarios tan misóginos y violentos. Estaba desperdiciando una clase que a mí me gustaba y que me iba a servir y no podía hacer nada. Saber que si decías algo, lo primero que iban a pensar es: ‘Eres una puta’. Los compañeros seguían esas mismas conductas: el profesor daba ese ejemplo”, narró con tristeza y enojo Cecilia.
“No podía entrar a esa clase porque no toleraba más los comentarios. De verdad me daba miedo”.