Preside el papa Francisco ceremonia del Miércoles de Ceniza

 

El papa Francisco aseguró este miércoles que es “triste” constatar aquellas voces que sacan provecho de las “vicisitudes cotidianas”, del “dolor y la incertidumbre” para “sembrar desconfianza”, en su homilía con motivo del Miércoles de Ceniza.

“Cada uno de nosotros conoce las dificultades que tiene que enfrentar. Y es triste constatar cómo, frente a las vicisitudes cotidianas, se alzan voces que, aprovechándose del dolor y la incertidumbre, lo único que saben es sembrar desconfianza”, anotó.

El pontífice, parafraseando a santa Teresa de Calcuta, inicó que “el fruto de la fe es la caridad” pero advirtió que al mismo tiempo “el fruto de la desconfianza es la apatía y la resignación”, que “cauterizan y paralizan el alma del pueblo creyente”.

En este sentido Francisco aconsejó aprovechar la Cuaresma (período en que los cristianos se preparan espiritualmente para la Pascua y que comienza hoy) para “desenmascarar éstas y otras tentaciones” y “recalentar el corazón” y pidió adoptar una actitud basada en “detenerse, mirar y volver”.

El papa llamó a los fieles a detenerse y dejar de “correr sin sentido” porque, subrayó, “ese mandamiento de vivir acelerado dispersa, divide y termina destruyendo el tiempo de la familia, de la amistad o de los hijos”.

“Detente un poco delante de la necesidad de aparecer y ser visto por todos, de estar continuamente en ‘cartelera’, que hace olvidar el valor de la intimidad y el recogimiento”, solicitó.

El papa animó a “mirar” los “signos que impiden apagar la caridad”, a observar la cara de las familias que “siguen apostando cada día, con mucho esfuerzo para sacar la vida adelante y, entre tantas premuras y penurias, no dejan todos los intentos de hacer sus hogares una escuela de amor”.

Pidió atender al “rostro interpelante de nuestros niños y jóvenes cargados de futuro”, de los ancianos, “surcado por el paso del tiempo”, o de los enfermos y de quienes se hacen cargo de ellos.

Por último, Francisco invitó a los fieles a “volver a los brazos anhelantes y expectantes” de Dios y dejar que “sane las heridas del pecado”.

Francisco pronunció su homilía luego de recorrer en procesión y ataviado con los paramentos morados propios del tiempo de Cuaresma la corta distancia que separa la iglesia de San Anselmo de la basílica de Santa Sabina, en la colina romana del Aventino. Foto: AP

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