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La decisión del gobierno de Estados Unidos de expulsar a 60 diplomáticos y de cerrar el Consulado ruso en Seattle, para mantener la lealtad con el Reino Unido, -el binomio anglo de la alianza- que una semana antes expulsó a 23 diplomáticos, representa una escalada en las provocaciones lanzadas contra la Federación Rusa.
El pretexto para la aplicación de esa medida fue el envenenamiento del ex oficial de espionaje Serguei Skripal y de su hija Yulia en territorio británico, sobre el cual el gobierno de la premier Theresa May no titubeó en culpar al Kremlin, a pesar de no haber presentado ninguna prueba para sustentar su acusación.
La expulsión de tal número de diplomáticos, ejecutada simultáneamente a la expulsión de otros 46 por países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y por Ucrania, es algo inusitado en tiempos de paz y eleva el embate contra Rusia a grados más volátiles que en cualquier otro momento de la Guerra Fría.
PUTIN PRESENTA NUEVO ARSENAL
El peligroso barullo es una reacción al discurso del presidente Vladimir Putin del 1 de marzo, quien, además de presentar el nuevo arsenal de armas súper modernas a disposición de Rusia, ofreció directamente a Occidente un entendimiento, con la salvedad de que su país no tolerará planes amparados en la hegemonía.
La respuesta del poder angloamericano fue inmediata. Washington anunció a la nueva triada de valentones nombrada, o impuesta a, Donald Trump: John Bolton al Consejo de Seguridad Nacional (NSC), el ex jefe de la CIA Mike Pompeo en el Departamento de Estado y Gina Haspel en la CIA.
Al mismo tiempo se ejercieron fuertes presiones sobre los integrantes de la OTAN, quienes cedieron con facilidad al chantaje y demostraron, una vez más, su vasallaje a la alianza de poder anglo-americana, solidificada en la Guerra Fría.
El resultado es un escenario explosivo pues pone en jaque las negociaciones con Corea del Norte y el acuerdo nuclear con Irán, además de reactivar el conflicto en el Este de Ucrania.
CASO GOLFO DE TONKÍN
Queda la impresión de que el objetivo es suscitar algún error de cálculo o incidente involuntario o premeditado, que sirva para justificar un conflicto abierto. Es una situación comparable al ficticio ataque vietnamita contra navíos estadounidenses en el golfo de Tonkín en 1964.
Entonces, la conmoción creada justificó el envío de grandes contingentes de tropas a Vietnam, abriendo el camino para la tragedia sólo terminaría finalizada 11 años después. Hoy, los riesgos son mayores, pues involucran el choque con una superpotencia dada vez más determinada y firme.