Sucesión presidencial, crimen organizado y la rabia colectiva

 

Mouris Salloum George*

Desde que a finales del sexenio de Felipe Calderón se diagnosticó la ruptura del tejido social, las lenguas de madera del sistema pretendieron que los sanguinarios y sangrientos saldos del combate al crimen organizado eran mera percepción.

 

Hacia mediados del actual sexenio, cuando las reformas transformadoras comenzaron a hacer agua, secretarios del gabinete económico reconocieron que el gobierno de la República había caído en una crisis de confianza.

 

Con la terca e indomables realidad encima, quedito se empezó a hablar de las visibles manifestaciones del humor social. Ya entrado el periodo presidencial en su zona crepuscular, hace unas semanas se tipificó de irracional el enojo social.

 

En la década recorrida, no se dio un solo signo de rectificación en las políticas públicas de aplicación económica. En materia de Seguridad Pública, se empiezan a admitir el fallo de “algunas medidas”, pero tampoco se ha visto voluntad política para cambiar de estrategia.

 

El catálogo de eufemismos parece agotado: Los spots gubernamentales no bastan para revertir el humor o el enojo social. La propaganda conductista ha perdido su eficacia.

 

Los candidatos presidenciales de línea continuista, sólo autocríticos suavemente ante sectores de la sociedad más sensibles e irritados, mantienen sus ofertas de más de lo mismo. Ven la tempestad y no se arrodillan.

 

Fastidio, inconformidad, enojo: Rabia colectiva

José Narro Robles arribó al ejercicio público en 1982. En tres periodos fue figura relevante en la administración universitaria. Ejerció un doble mandato en la gestión del rectorado de la UNAM. Por su origen académico y desempeño como médico y funcionario, acredita la cualidad de humanista.

 

Secretario de Salud en la actual administración, en los foros de su disciplina el doctor Narro Robles no tiene reparo en señalar los vacíos de la política publica que conduce en algunas asignaturas que entran en el rango de problemas de Salud Pública.

 

Esta semana, el doctor Narro Robles ocupa los primeros planos periodísticos. Describió hace unas horas, perturbando las buenas conciencias,  el estado que guarda la nación al través la lectura de estos signos vitales: Fastidio, enojo, inconformidad, rabia colectiva.

 

En ese punto, dio oportunidad a los “cabeceros” para comprimir en estas dos palabras su diagnóstico: Rabia social. Lo que dijo el doctor Narro Robles, es que la rabia colectiva es ya un Problema de Salud Publica en México.

 

Científico con maciza experiencia en su materia, el doctor Narro Robles no es ajeno a dos disciplinas académicas fundamentales: La sicología y la sociología.

 

Si en la primera asignatura hay una conexión ininterrumpida con la sicología de las masas, hablar de rabia colectiva no responde a un desliz espontáneo. En ninguna política pública, como en la de Salud, el contacto con la gente del llano es más  revelador y abrumador.

 

Candidatos presidenciales en una sola ruta: El escapismo

La sucesión presidencial, a escasas siete semanas de que se cierren las campañas, cruza, pues, por el peor de los mundos posibles: La rabia colectiva.

 

Si es grave ese fenómeno social, es peor que los actores políticos –algunos corresponsables  de la debacle– hagan ejercicios de escapismo dedicados a oficios de lavaderos públicos, pretendiendo poner al sol los sucios trapitos que arropan a cada uno de los beligerantes.

 

Desde ese enfoque, los contendientes por la Presidencia de México caen en un territorio para el que la siquiatría tiene un solo nombre: Suicidio. Que pase como voluntad individual, es de suyo delicado.

 

Cuando esa absurda tentación es  movida por una incitación activa en la gestión pública, se llama genocidio. Esperar que alguien no sólo escuche, sino atienda, advertencias como la del doctor Narro Robles, a estas alturas se antoja misión imposible.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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