Mouris Salloum George*
Una muesca más en el cañón. Otra mancha más en el tigre: 134 contundentes pruebas de 2000 para acá -cuatro en este año- del escrupuloso respeto a la Libertad de Expresión y al ejercicio del Derecho a la Información en México.
Juan Carlos Huerta, periodista tabasqueño, es el nombre que pasa a la estadística funeral de la Fiscalía Especial para Delitos contra Periodistas y Defensores de los Derechos Humanos (PGR), cuyo asesinato, más temprano que tarde, será etiquetado con una leyenda manuscrita: Cosa juzgada.
Nomás hay que ver la rabia de algunas gentes de gobierno y aspirantes presidenciales, acusando a un adversario de atentar contra la Libertad de Expresión porque manifiesta su desacuerdo con determinadas líneas editoriales que no le favorecen. No lo exoneramos, sólo dejamos constancia del hecho.
No es preocupéis, mexicano, “no hay focos rojos”
Dirigentes partidistas, candidatos a puestos de elección popular ejecutados y unos mil que “declinan” para no ver cumplidas las amenazas de muerte; cadáveres de colegas silenciados para siempre y otros perseguidos ferozmente en espera de la acción directa; luchadores sociales que buscan un último refugio a distancia para escapar de los sicarios…
Pero en México, dice el Instituto Nacional Electoral, no hay focos rojos y la Secretaría de Gobernación y algunos gobernadores sacando el machote de condolencias para familiares de las víctimas y repitiendo la hueca muletilla: Hasta las ultimas consecuencias, caiga quien caiga.
Y los que siguen cayendo y callando son aquellos que no tienen más armas que la palabra, y con ella creen ingenuamente que algún día convencerán al gobierno de que dicte un hasta aquí a la impunidad.
Al compañero tabasqueño aniquilado, una corona más que se amontona sobre la memoria del par sinaloense Javier Valdez Cárdenas en el primer aniversario de su exterminio, que apenas se conmemoró en todo el país.
Ni los guardianes de la paz escapan del exterminio
¡Qué impotencia!, la de los agentes del Estado, no para prevenir y castigar el crimen, sino para impedir resonancias en México y en el extranjero, “que buscan deteriorar la imagen de un gobierno tan comprometido con el libre curso de la democracia” (sic).
No hay por donde librarse de la mortaja ni escapar del laberinto de violencia: Activos de las fuerzas armadas mexicanas, responsables de velar por la paz y la seguridad pública, caen bajo el mismo fuego que atenta contra la sociedad civil.
Lo más espantoso de ese incontenible fenómeno genocida, es que la autoridad electoral -porque no hay otra fuerza pública confiable-, expresa su inane confianza en que las jornadas comiciales, pronto a culminar el 1 de julio, serán blindadas, precisamente, por el Ejercito y la Marina Armada, desde el mismo momento que se requiere la custodia de la documentación electoral que debe llega a los funcionarios que participarán en el azaroso proceso, antes y después de la cita a las urnas.
Aquí no hay nada que condenar… en Venezuela sí
Duele, de veras, observar el hoyo negro cuyo vacío es llenado por los poderes del crimen organizado.
Peor aún, indigna ver cómo el gobierno de México se suma a la consigna de la Organización de Estados Americanos (presente aquí en estos días), tratando de impedir la elección presidencial… en Venezuela el próximo domingo y, de realizarse, desconocer los resultados. ¡Cuidado, mexicanos!, ahí viene el bumerán.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.