Mouris Salloum George*
En tratándose de principios morales o deberes cívicos, el régimen jurídico mexicano reconoce al individuo el ejercicio del libre albedrío. No ocurre así con el Presidente de la República, quien al asumir jura la Constitución y compromete su función al servicio de la Nación.
La propia Carta fundamental otorga al jefe del Ejecutivo federal la facultad exclusiva de conducir la Política Exterior.
Aun durante la dictadura porfiriana, bajo la gestión técnica e ideológica de Los Científicos-a los que se les imputó practicar un internacionalismo de pastiche-,la diplomacia mexicana plantó cara frente al presidente Grover Cleveland, cuando éste pretendió que el gobierno mexicano desconociera al presidente de Nicaragua José Santos Zelaya.
Por muchas imitaciones extralógicas, a los tecnócratas mexicanos se les equipara con Los Científicos de hace más de un siglo: En la asignatura diplomática, sin embargo, suelen escapar por peteneras.
Fox, Calderón y Peña Nieto, a remolque de la Casa Blanca
Lo vemos en el arranque del siglo XXI: Vicente Fox se puso a remolque de los designios imperiales, alineando a México contra al menos dos gobernantes latinoamericanos.
Felipe Calderón se sometió al mandato de Washington, que le impuso a México la extensión del Plan Colombia, de combate al narcotráfico, cuyas desgarradoras consecuencias se condensan en la guerra interna de no tan baja intensidad y en la ruptura del tejido social.
En el actual sexenio, Enrique Peña Nieto ha estado sujeto al dictado de la Casa Blanca, que ha tocado los límites demenciales en el hostil desempeño de Donald Trump.
Con independencia de las respuestas reactivas y casuísticas, verbigracia, en la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el centro de gravedad de las relaciones bilaterales está en las irreductibles posiciones de Washington en materia de política migratoria.
“Las perreras” y dignidad nacional
El punto explosivo de ese atroz proceso se ha dado en estas semanas con la denuncia de Las perreras en las que han sido confinados los niños separados de sus padres, víctimas de las operaciones de La migra.
Desde que el republicano empezó a concretar en la Casa Blanca las amenazas que esgrimió durante su campaña presidencial, el gobierno mexicano ensayó una convocatoria a los compatriotas para la defensa de la dignidad y la soberanía nacional.
No ha pasado la retórica de agua de borrajas: Se invocan los principios suscritos por el Estado mexicano en el acta fundacional de la ONU. Se alega la contribución de nuestros transterrados a la economía de los Estados Unidos y se celebran los “máximos históricos” en el envío-recepción de remesas de los trabajadores emigrados a sus familias, etcétera.
Puesto que se trata sólo de fútiles palabras, Washington sigue escalando las formas de persecución y represión contra las familias hispanas, predominantemente mexicanas.
Descubiertas “Las Perreras”, Trump, inflexible en su campaña de criminalización en contra de esos emigrantes, ha tomado como atajo la remisión de esas células familiares a bases de El Pentágono.
A estas alturas, conviene recordar que el demócrata Barack Obama comprometió su gestión presidencial en el cierre de las instalaciones de la base militar de Guantánamo.
Diversas investigaciones, avaladas incluso con testimonios de mandos militares y comisiones legislativas de El Capitolio, concluyeron que en Guantánamo, administrada por El Pentágono, es común la práctica de torturas y los experimentos sicológicos para arrancar a reos no enjuiciados ni sentenciados, confesiones no ofrecidas voluntariamente.
Sirva como pretexto a esos atentados contra los Derechos Humanos el combate al terrorismo.
Desde la época no olvidada de la odiosa Escuela de las Américas, las bases de El Pentágono fueron denunciadas como centros de adiestramiento de los peores especímenes latinoamericanos, muchos de los cuales, por la vía del golpe de Estado, se alzaron con el poder político.
Sólo queda la movilización de la sociedad civil
Ahora, el gobierno de Trump -como ocurre con las tradicionales y humillantes reservaciones indígenas-, ha dispuesto la apertura de campos de concentración para aislar a las familias inmigrantes: Ya no se separará a los niños de sus padres:Se les remite juntos a esos improvisados centros penitenciarios.
El gobierno mexicano, en voz de su canciller Luis Videgaray ha tipificadolas perreras como actos crueles e inhumanos.
No se requiere tener acreditación e inmunidad diplomáticas para condenar esas prácticas neonazis. Lo están haciendo, desde las calles y las plazas públicas en ciudades de los Estados Unidos, corriendo todos los riesgos, los defensores de las libertades civiles y los derechos políticos.
Para el gobierno de Peña Nieto, la prioridad es privilegiar el comercio libre y la libre circulación de inversiones.
Los ataques a los Derechos Humanos de nuestros compatriotas bien pueden permanecer en el casillero de los daños colaterales. A eso se reduce la defensa de la dignidad y la soberanía nacionales. ¡Qué poca!…
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.