La empatía constituye la capacidad de entender y comprender las emociones y el comportamiento de otra persona. Esta habilidad, que podemos entrenar, facilita las relaciones interpersonales.
Tania Singer es una científica del Instituto Max Planck de Neurociencias Cognitivas en Lepizig (Alemania), ella no solo se encuentra convencida que se puede potenciar la empatía, sino que también se puede estimular la compasión en la sociedad.
En una publicación llamada Empatía y Compasión que se hizo con el apoyo de la University College London y que se reveló en la revista ‘Science’, se muestran los resultados de una investigación hecha con parejas para analizar la reacción de alguien que ve sufrir a quien ama. Ubicaron dos personas, una frente a la otra, y mientras se escaneaba el cerebro de una, la otra sufría una pequeña descarga eléctrica en la mano.
Las reacciones de quien era escaneado mostraban la activación de diversas áreas en el cerebro relacionadas con el dolor y las percepciones, estas áreas son el córtex sensoriomotor y la ínsula. Al parecer la persona que observaba a la persona que recibía la descarga sentía dolor ella misma, según la Dra. Singer, “ese solapamiento es la raíz de la empatía”
Cuando la Dra. Singer quiso ir un poco más allá en sus investigaciones le pidió a un monje budista que pensara en niños de orfanatos, los resultados comprobaron que las zonas de dolor se activaban: el córtex sensoriomotor y la ínsula.
En conclusión, la naturaleza compasiva constituye algo que hace parte del ser humano, tanto así que el cerebro tiene áreas específicas donde se refleja nuestra naturaleza empática; sin embargo, parece que es una característica que debe ser cultivada, fortalecida y estimulada a lo largo de la vida.