En México, la barbarie ha rebasado los límites de la tolerancia

 

Mouris Salloum George*

Estamos ya, ante un fenómeno de magnitudes impredecibles, que pudo prevenirse y acaso atemperarse cuando se acometió la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones.

 

Obviamente, de esa reforma “transformadora”, se destacan sus logros, particularmente los referidos a las inversiones, aunque las audiencias sigan siendo convidadas de piedra a la hora de ejercer su derecho a elección.

 

Sin control de las redes sociales (causa ausente en la reforma), sus operadores se despacharon con la cuchara grande durante las pasadas campañas electorales.

 

Dicho en estricto rigor, las más sirvieron  de buena fe al ejercicio democrático. Otras, se ocuparon para expulsartóxicos de las vísceras intestinales.

 

A la vista de un peligro mayor

Sin tremendismo, estamos ante un peligro mayor: Desde hace algunos días, las redes sociales han sido invadidas con mensajes videograbados, cuya fuente se localiza en algunos frentes del crimen organizado.

 

Los contenidos de esos mensajes son de clara amenaza a quien corresponda: Los primeros, los rivales en la industria del crimen. En última lectura, a las autoridades responsable de combatirlo.

 

Entre cinco audios y videos en circulación en las redes, su paternidad se atribuye al Cártel de Jalisco Nueva Generación,a una franquicia que parece no sólo nueva, sino cínica: Cártel Puebla Segura y a un tal Comandante 30.

 

Ese fenómeno alarma, toda vez que en algunos estados de la República, particularmente en Michoacán y Guerrero, los atentados contra políticos, iniciados desde septiembre de 2017, no cesan.

 

Es asunto de Seguridad Nacional; responsabilidad de Estado

Es entendible que los actores políticos, los vencedores y derrotados el 1 de julio, se ocupen de sus parciales intereses. Pero el gobierno de la República, sigue en funciones.

 

El asunto de este tema, sin exageración, entra ya en la categoría, más que de las criminales pugnas y ajustes de cuentas entre  intereses facciosos, en el rango de Seguridad Nacional; esto es, de responsabilidad del Estado.

 

Se sabe cuando los movimientos subversivos asoman la cabeza; no se sabe hasta donde llegarán los ataques de los reptiles.

 

No puede haber disimulo y complacencia en asuntos de tamaña magnitud. La cuestión es si a la autoridad dispone no sólo de voluntad política, sino de valentía para ponerle freno a esos excesos que contaminan el universo de la comunicación de masas.

 

Pasaron  las disputas electorales. Que la siguiente fase, como la que estamos atestiguando, no agregue potencia a la barbarie que ha rebasado los límites de la tolerancia. Vale más un grito a tiempo que.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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