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El discurso del presidente Vladimir Putin por motivo de la celebración del 1030 aniversario del bautismo de Rusia demuestra contundentemente el proceso del renacimiento cristiano de Rusia.
Las palabras del presidente Putin no deberán ser entendidas en el sentido estricto de recordar un acontecimiento del pasado, sino un reconocimiento de los valores más fundamentales que guían en la actualidad la recuperación grandiosa de su historia espiritual. La trascendencia de ese renacimiento se ve en la edificación de 24 mil nuevas iglesias, 5 academias de teología, 32 seminarios, 2 universidades ortodoxas. Además del interés gubernamental en divulgar hacia todo el mundo las raíces culturales de Rusia, mediante las reuniones frecuentes del Club de Debates de Valdai, creado en 2004 por, con la participación de personalidades rusas y extranjeras de alto nivel para examinar los asuntos mundiales a la luz de los valores que han creado civilización.
En el momento crítico por el que atraviesa la Humanidad, sin los valores basilares del cristianismo y de otras religiones, la dignidad de la persona humana y de las naciones soberanas, no pueden ser enaltecidos, mucho menos preservados, lo que en definitiva es un obstáculo en el camino para construir la paz en un mundo cooperativo. Por eso, el acontecer de Rusia, tiene repercusiones estratégicas en todo el mundo.
Reproducimos aquí el discurso del presidente Putin
“Su santidad, participantes e invitados a las celebraciones del 1030 aniversario del Bautismo de Rusia, señoras y señores:
El Bautizo de la Rus fue una enorme transformación de nuestra Historia, un acontecimiento que aceleró la civilización al transformar la fortaleza espiritual. Él determinó el largo camino centenario de Rusia e influenció positivamente el progreso mundial.
Nosotros celebramos tradicionalmente este acontecimiento de una forma especial, con profunda reverencia hacia nuestros antepasados quienes mostraron sabiduría y visión de futuro al comenzar la era a la que pertenecemos hoy en día.
El Bautismo de la Rus está vinculado inexorablemente al nombre del Santo Príncipe Vladimir Igual a los Apóstoles, quien se encargó de esta decisiva elección y se convirtió en el conductor de la fe. Fue él uno de los primeros que vio esto como apoyo moral, belleza, la luz de la verdad y de la virtud, y la base de la renovación, para mayor unidad y comunidad de los pueblos que vivían en la antigua Rus.
Un guerrero que libró fieras batallas y pruebas, Vladimir se convirtió en un iluminador, en un creador. Bajo su guía se erigieron iglesias y monasterios, ciudades, escuelas y librerías.
El Bautismo fue el punto de partida para el progreso del Estado ruso, el verdadero nacimiento espiritual de nuestros antepasados, la definición de su identidad, la gran época de la cultura y de la educación nacional, así como el fomento de vínculos multifacéticos con otros países.
Esto, ciertamente, no hubiese sido fácil, pero la Ortodoxia hizo algo que no había sucedido antes: cambió al hombre, su conciencia y su alma con el eterno llamado a la misericordia y a la guía espiritual.
El historiador y filósofo ruso Lev Lev Gumilyov dijo que “el Bautismo le dio a nuestros antepasados una libertad enorme -la libertad de elegir entre el bien y el mal, y la victoria de la Ortodoxia le dio a Rusia una historia milenaria.”
Los pueblos que hicieron suyas las verdades cristianas alcanzaron alturas sin precedentes en la política, en el arte, en la literatura, en la ciencia y en la actividad económica, recibieron experiencia colosal de unidad, la cual muchas veces salvó, fortaleció y respaldó a nuestra Patria en las peores convulsiones históricas.
El legado espiritual más grande es atemporal. Es nuestro deber sagrado conservarlo y mejorarlo para las generaciones futuras.
Es de gran importancia que la sociedad moderna refuerce sus cimientos morales. Las organizaciones de caridad y las dedicadas a la educación cumplen una misión gigantesca aquí, así como todos los ciudadanos que han puesto sobre sus hombros esas tareas y se preocupan por nuestro país, y, claro, la Iglesia Ortodoxa Rusa, que nunca ha cesado su trabajo desinteresado.
Apreciamos profundamente esta obra, su incansable oración por Rusia, por su pueblo, por nuestros compatriotas en el extranjero, por nuestros vecinos y hermanos que buscan la paz, la armonía y la buena voluntad”.