Por qué las naciones más ricas creen menos en Dios que las más pobres

 

Un estudio mundial de Gallup en 2017 –firma especializada en análisis de datos y mercados– trató de calcular cuán importante es la religión en la vida de los ciudadanos de más de 66 países del mundo. El promedio global de los adultos que consideraban a la fe como algo imprescindible en su vida fue del 62 %, nada sorprendente para una sociedad global que se autodefine en un 87 % creyente y apenas 13 % atea.

No obstante, las diferencias se dejaron ver entre las condiciones materiales de los países más y menos creyentes de todo el estudio:

Las 6 naciones que consideraron menos importante la fe en su día a día fueron Estonia (16 %), Suecia (17 %), Dinamarca (19 %), Japón (24 %), Hong Kong (24 %) y el Reino Unido (27 %). Todos tienen en común un Índice de Desarrollo Humano alto (mayor a .86) y son reconocidos por su calidad de vida y servicios de salud.

 En el otro extremo, los 6 países más creyentes fueron Tailandia (el ganador indiscutible con un 98 % de religiosidad), seguido de Nigeria (97 %), India, Ghana, Costa de Marfil y Papúa Nueva Guinea (todos con 94 %), naciones que se consideran en vías de desarrollo o bien, países de nulo crecimiento económico, donde los ingresos y la riqueza se encuentran peor repartidos.

¿A qué se debe tal disparidad? ¿Por qué los países más pobres tienen más según la estadística?

Distintas investigaciones científicas han intentado dilucidar cuáles son los factores que influyen en la relación entre religiosidad y el nivel de ingresos de un país. La mayoría de explicaciones apuntan a que es la pobreza el factor que incide directamente en la fe y no viceversa: a mayores carencias, falta de acceso a la educación y peores condiciones materiales, la fortaleza que un sinfín de personas encuentran en la fe parece ser un incentivo que les ayuda a llevar mejor el día a día.

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