La necesidad del respeto mutuo: Sin la familia, el Estado no funciona

 

Elisabeth Hellenbroich

Durante su discurso Urbi et Orbi (La ciudad y el mundo), el Papa Francisco se refirió al significado de la Navidad. El recién nacido Jesús, el “hijo divino,” ofrece a la sociedad un “modelo de vida” fundado en el principio de “dar y compartir”.

 

El mensaje universal trasmitido a la humanidad por el niño divino es que, “como hermanos y hermanas, estamos ligados por fraternidad.” Sin tal fraternidad entre los pueblos, naciones y culturas, todos los esfuerzos por la paz serán de corta duración, y lo mismo vale para las personas con ideas diferentes, que deben escucharse unas a otras, resaltó.

 

Dios demostró que la salvación viene del amor y del respeto mutuo y que somos todos hermanos y hermanas de una humanidad. Al referirse a la experiencia de la familia, afirmó que ella enseña que no siempre es fácil ser diferente, cuando alguien tiene ideas diferentes, pero ese diálogo debe ser siempre posible.

 

En referencia al mundo actual, pidió el establecimiento de un diálogo entre los pueblos palestino e israelí, divididos por conflictos y guerras desde hace siete décadas. De la misma forma, afirmó que el “niño divino” debe mostrar a Siria, hace más de siete años en guerra, que se puede encontrar una solución del conflicto por medio del diálogo y que los sirios que huyeron del país deben tener la perspectiva de regresar a su tierra natal.

 

Esto se aplica también al conflicto de Yemen, desgarrado y exhausto a causa de una guerra devastadora, y a África, donde millones de personas están abandonando sus países, a la península coreana, a Venezuela, a Nicaragua y a Ucrania. “El amor de Dios puede fortalecer la solidaridad y la comunidad de todos,” dijo el Pontífice.

 

Comunidad fraterna

Francisco exhortó a que la familia universal de la humanidad sea fortalecida por la “solidaridad amorosa.” En su exhortación apostólica AmorisLatitia, publicada en 2015, se refirió a los diversos documentos elaborados por sus antecesores y por destacados profesores de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino, sobre el significado del matrimonio y de la familia.

 

Según él, el amor conyugal llega al punto en el que todo se hace para transformar la vida emocional en algo bueno para la familia, en pro del Bien Común: “Una familia llega a su madurez cuando la vida emocional de sus integrantes se transforma en sensibilidad, que ni domina ni oscurece las decisiones y los principios principales, sino que toma la directriz hacia la libertad del individuo en pro del Bien Común. Fluye de ahí, se enriquece y se torna más bella y armoniosa.”

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