BAHÍA DE GUANTÁNAMO, Cuba — Aunque todavía no se le diagnostica demencia senil a ningún recluso, ya comenzaron los primeros remplazos de cadera y rodilla. También las rampas para sillas de ruedas, las máscaras para el tratamiento de la apnea del sueño, pasamanos en los muros de las celdas y, quizá, diálisis. El orden del día contempla un hospital de cuidados paliativos.
Más de diecisiete años después de elegir la base militar estadounidense en Cuba como “el lugar menos malo” para encarcelar a los prisioneros de los campos de batalla en Afganistán, después de años de debates vehementes por los derechos de los detenidos y la opción de cerrar la prisión, ahora el Pentágono planea que los sospechosos de terrorismo que siguen detenidos en las instalaciones envejezcan y mueran en la bahía de Guantánamo.
El congreso de Estados Unidos bloqueó la iniciativa del gobierno de Barack Obama de cerrar la prisión y la gestión de Donald Trump se comprometió a dejarla abierta, además los juicios militares avanzan a paso de tortuga, por lo que en 2018 los comandantes recibieron la orden de diseñar planes para habilitar el centro de detención durante veinticinco años más, hasta 2043.
Para ese entonces, el prisionero de más edad tendrá 96 años, en caso de que siga vivo. Un miembro más de la población de cuarenta personas que siguen aquí —el palestino conocido como Abu Zubaydah, quien fue confinado a una caja del tamaño de un ataúd mientras estuvo detenido en un lugar secreto de la CIA y torturado con ahogamiento simulado en 83 ocasiones para hacerlo confesar— tendrá 72. Al igual que él, algunos prisioneros ya se encuentran viviendo con lo que sus abogados describen como las consecuencias físicas y psicológicas de la tortura, lo que hace que su salud sea especialmente precaria a medida que envejecen.
“Si Estados Unidos no modifica sus políticas, en algún momento estaremos ofreciendo una especie de cuidados paliativos aquí”, comentó el contralmirante John C. Ring, comandante del centro de detención, durante un encuentro con los medios en el que señaló el tipo de problemas que la prisión le plantea a quienes diseñan las políticas en el Pentágono.
“Muchos de mis internos son prediabéticos”, dijo Ring. “¿Necesitaré aplicar diálisis? No lo sé. Alguien debe decírmelo. ¿Ofreceremos cuidados complejos a pacientes con cáncer aquí? Tampoco lo sé. Alguien debe decírmelo”.
La prisión está considerando un confinamiento tipo casa de reposo e institución de cuidados paliativos. Según los militares, los reclusos ya padecen enfermedades típicas de la madurez: hipertensión y colesterol alto, dolor en las articulaciones, diabetes y, últimamente, apnea del sueño.
No obstante, el ejército batalla con una diversidad de problemas acerca de cuánta tanta atención médica deben recibir los internos, cómo se les debe proporcionar y qué tanto contribuirá el congreso con los recursos para solventarla.
El hospital militar estadounidense más cercano y más grande se encuentra en Jacksonville, Florida, a 1300 kilómetros al norte. Es ahí donde las tropas de Ring acuden cuando necesitan la atención médica que no pueden recibir en el pequeño hospital de la base, como una resonancia magnética. Sin embargo, por ley, el ejército tiene prohibido trasladar a los detenidos de Guantánamo hacia territorio estadounidense.
Por esa razón, la mayoría de los tratamientos médicos no rutinarios siempre han tenido que ser llevados hasta los prisioneros. Los cardiólogos llevan más de una década visitando el lugar para ofrecer consultas a algunos prisioneros. Otros especialistas van con regularidad para practicar colonoscopias y analizar lesiones ortopédicas. Un técnico ortopédico atiende a quienes sufrieron amputaciones en el campo de batalla y que sanaron hace mucho tiempo.
Según el ejército, por el momento ningún prisionero padece cáncer y todos los que utilizan silla de ruedas pueden entrar y salir por su cuenta. No obstante, parte del personal experimentado ya empieza a calcular cuántas celdas necesitarán con pasamanos y rampas, además de espacios más grandes para camillas, sillas de ruedas y regaderas.
La prisión de la bahía de Guantánamo tiene un personal conformado por 140 miembros entre médicos, enfermeras, estudiantes de medicina y terapistas de salud mental. Ellos cuidan a los internos, pero también ofrecen algunos servicios a los 1500 soldados asignados a la prisión, quienes pueden ir al hospital de la base o a Estados Unidos para procedimientos más complejos.
Ahora, el Pentágono busca obtener 85,5 millones de dólares para construir una prisión pequeña con capacidad para brindar cuidados paliativos para los quince prisioneros traídos a este lugar desde centros clandestinos de detención de la CIA: seis de ellos esperan juicios de pena de muerte acusados de conspiración en los ataques del 11 de septiembre de 2001, y en el ataque contra el destructor USS Cole en el que fallecieron casi tres mil personas.
En 2013, el costo inicial para el proyecto fue de 49 millones de dólares. Para 2018, Ring calculó que sería de 69 millones. El congreso rechazó
Incluso antes de que la mayoría de los prisioneros alcancen la vejez, la prisión ya enfrenta los retos de ofrecer atención médica sofisticada con las restricciones impuestas.
A mediados de 2017, los guardias encontraron dentro de su celda a un interno acusado de ser criminal de guerra, Abd al Hadi al Iraqi, con incontinencia intestinal. Durante años se quejó de un dolor debilitante en la espalda debido a un padecimiento degenerativo de los discos. Un huracán se dirigía hacia el Caribe y el Pentágono envió apresuradamente a un grupo de neurocirujanos de la marina para practicarle una operación de columna.
Unos documentos del tribunal relacionados con el caso de Hadi, y publicados hace poco, desafían la aseveración de los comandantes quienes afirman que ofrecen un excelente servicio médico a los prisioneros que se equipara al que está disponible en Estados Unidos para el personal militar.
El interno fue sometido a tres intervenciones quirúrgicas de columna en septiembre de 2017, la primera en la espalda baja, otra en el cuello y una más para drenar un hematoma posoperatorio. Luego, en octubre, un funcionario sénior del hospital comunitario de Guantánamo declaró en un correo electrónico que “falló la fusión cervical” del paciente.
El funcionario, cuyo nombre fue reservado en el registro del tribunal, ofreció tres opciones: colocarle un collarín y esperar lo mejor; llevar un desarmador especial de un hospital de la marina en Portsmouth, Virginia, para extraer una pieza insertada en el paciente en una cirugía previa o trasladarlo al hospital de Portsmouth para que se le practicara una operación compleja.
En un insólito reconocimiento de los límites de la medicina en Guantánamo, el funcionario de la marina agregó que “la sola idea de intentar” una intervención quirúrgica tan complicada en el hospital de la base “me aterra”.
Lo que sucedió a continuación no aparece en los registros del tribunal, pero la coronel Amanda Azubuike del ejército, portavoz del Comando del Sur, que supervisa la prisión, afirmó en un correo electrónico que la idea de transportar al prisionero por avión “no se consideraría ni se exploraría más a fondo debido a las restricciones legales”.
Hadi se someterá a otras dos intervenciones quirúrgicas en Guantánamo.
Fuente: https://www.nytimes.com/