La Casa Blanca, el ombligo del mundo

 

Mouris Salloum George*

Si el imperio romano construyó para su autodefensa y preservación una formidable red carretera, la arrogancia y la realidad le dieron sentido de apotegma al refrán, todos los caminos llevan a Roma.

 

A final de cuentas, el asunto supuso que, en el quehacer humano, diversas opciones ´pueden llevar a un mismo objetivo, de lo que siguió aquello que, en Política, el fin justifica los medios. Al diablo con la ética.

 

En otros espacios, en Voces Diario se han dado elementos científicos que indican que no todos los presidentes de los Estados Unidos, durante su desempeño, han gozado de cabal salud.

 

Que se pretenda que el fin justifica los medios, es el leitmotiv de Donald Trump para prolongar su mandato hasta 2024. No como mera metáfora, la amenaza anaranjada actúa bajo el supuesto de que la Casa Blanca, es el ombligo del mundo.

 

Por votos más o menos, a pisotear el orden constitucional

Lo desconcertante de ese fenómeno sicológico colectivo, no es que el inquilino del Salón Oval profese ese alucinado despropósito, sino que el poder supervisor del Ejecutivo juegue con la demencia del actual mandatario como una carta electoral para los comicios presidenciales del primer martes de noviembre de 2020.

 

En esa pugna, en la que se pisotea el orden constitucional, pelean cuerpo a cuerpo en El Capitolio una timorata mayoría demócrata y una prepotente mayoría republicana en el Senado.

 

La Suprema Corte ni suda ni se acongoja. Ya llegará la hora en que, de ser el caso, dirima las vencidas entre legisladores y decida, como recientemente decidieron los jueces en el tongo que le dio otro cinturón al Canelo Álvarez. Todos los caminos llevan a Roma.

 

El eje del mal de Reagan quedó como carrusel de párvulos

Peor aún: En tanto la electoral sería una epilepsia doméstica en la Unión Americana, lo más monstruoso, si lo hubiera, es que, de 193 estados nacionales miembros de la ONU, más de 90 por ciento está a remolque de los integrantes del Consejo de Seguridad, que no se da por enterado del peligro para la Humanidad que representa el desquiciado de la Casa Blanca.

 

En la década de los ochenta, para el republicano Ronald Reagan, en su eje del mal aparecían acaso tres o cuatro poderes satánicos que había que exterminar.

 

Para el republicano Trump, es más fácil contar los que no lo son: No tiene gobierno extranjero inocente. México nunca será una excepción.

 

Lo que vemos en el anterior cuadro clínico, es que la democracia armó su propio Frankenstein. Le puso el nombre más apropiado: Irracionalidad, y cerró los laboratorios en que se buscaba el antídoto. Es el signo de la era Trump. ¡Qué le vamos a hacer!

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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