El nuevo miembro del gabinete del presidente López Obrador, Víctor Toledo, sugiere y proclama: “Tengamos fresca la memoria, Maduro es hoy el Juárez del XIX y el Allende del XX: defiende al país del asedio se los conservadores y el imperio”.
A la Semarnat ha llegado un exponente del “socialismo del siglo XXI” que ha hundido a Venezuela en la miseria y la persecución física de los disidentes.
A nadie le quepa duda que este soldado del socialismo otorgará cuanto antes todos los permisos ambientales que se requieren para el ecocidio en Dos Bocas y construir la refinería, a lo que Josefa González Blanco se había negado.
Lo anterior es importante, pero también lo es que su presencia en el gabinete significa un triunfo para los radicales.
Hay quienes dicen que en el círculo cercano al Presidente se libra una batalla entre radicales y moderados.
No es así: el Presidente encabeza el ala radical del gobierno y en su entono íntimo no hay más que apóstoles que van por reeditar en México los fallidos experimentos socialistas en el continente.
Sí hay moderados y sensatos en el gabinete, pero no en su círculo más cercano.
Los moderados están ahí porque así conviene a la circunstancia y a la estrategia de la toma total del poder del Estado.
El nombramiento de Víctor Manuel Toledo en la secretaría del Medio Ambiente es un acto de consecuencia ideológica.
Se trata de un chavista de hueso colorado que cada semana defendía en La Jornada las atrocidades de Nicolás Maduro y su tenebrosa ‘revolución bolivariana’.
Dijo en su entrega del 17 de agosto de 2017:
“Quienes hoy desde México quieren intervenir en la política interna de Venezuela, no sólo son desmemoriados, sino apátridas…”
¿Apátridas, secretario?
Pedir que México se sume a la corriente mundial que exige elecciones libres en Venezuela no es intervencionismo ni actitud de “apátridas”, sino un deber constitucional que obliga al gobierno a defender los derechos humanos en sus relaciones internacionales.
No lo hacemos porque nuestros gobernantes se pusieron del lado de Maduro.
La razón por la cual Noruega y no México es la sede de las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición, es porque no le damos confianza a los opositores al habernos decantado en favor de la dictadura.
Dice el flamante titular de Semarnat:
“Hoy defender la soberanía venezolana, es decir el derecho inalienable de una nación para resolver sus propios conflictos internos, significa resistir y evitar la posibilidad de una nueva muestra de despotismo imperial. El asedio que ha sufrido Venezuela como nación, sigue el mismo modelo aplicado por Estados Unidos en otros estados asiáticos y africanos como ocurrió en Afganistán. Irak, Libia y Siria”.
El nuevo secretario de Medio Ambiente añade:
“En el caso de Venezuela la guerra mediática lleva años, con la novedad que la artillería informativa es casi global, pues proviene de gran parte de los medios estadounidenses, europeos y latinoamericanos. El martilleo ha sido brutal y constante. Sin embargo nadie en su sano juicio podría afirmar que ese país vive una dictadura y que el presidente Maduro sea un dictador, cuando ha habido decenas de elecciones y el sistema electoral venezolano ha sido reconocido internacionalmente. Menos se pueden negar los avances en la erradicación de la pobreza, la construcción del poder popular o ciudadano, los derechos de los pueblos indígenas y la transición agroecológica para producir alimentos sanos”.
Lo que el nuevo secretario de Estado llama “poder popular”, no es otra cosa que milicias armadas por el gobierno y sus asesores cubanos para reprimir a la oposición en Venezuela.
Nuestro nuevo miembro del gabinete es también un admirador de los gobernantes que se eternizan en el poder:
“En el caso venezolano, 14 años de socialismo bolivariano, cuyo perfil no acaba de delinearse por culpa del petróleo, enfrentando y cuestionando el modelo neoliberal de Occidente, quizás han sido demasiados para los poderes imperiales y la soberbia occidental, pero son demasiado pocos para su arraigo y consolidación”.
Obviamente a este secretario de Estado le va a parecer poco un sexenio en México para arraigar la cuarta transformación.
¿Todavía no nos damos cuenta en qué manos hemos caído?
¿Aún hay dudas de hacia dónde nos quieren llevar?