La nueva disposición que está obligando a los artistas a profesionalizarse y vincularse con el Ministerio de Cultura levantó polémica en Cuba. Concebido para “proteger la cultura” y sancionar el uso de lenguaje sexista o vulgar, el decreto 349 apunta al reggaetón, un ritmo creciente en la isla.
Asimismo condena el “intrusismo profesional”, en un país con talentos de conservatorio pero donde abunda la espontaneidad artística, con músicos “de oído”, que brotan en La Habana Vieja tocando por propinas de turistas y bautizados como “soperos” (trabajan por la sopa).
La norma además brinda a inspectores la capacidad de veredicto y ha sido calificada por artistas, incluso simpatizantes del gobierno, como “incompleta”, “nebulosa” u “oscura”.
Los más radicales lo tildaron de “decreto mordaza”, cuando la nueva Constitución, que se someterá a referendo el 24 de febrero, consagra la creación artística como “libre”.
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