Elisabeth Hellenbroich
La revista rusa Rossiiskaya Gazeta del 7 de septiembre publicó un corto ensayo titulado El futuro orden mundial del influyente estratega Sergei Karaganov, decano de la Facultad de Economía y Asuntos Internacionales de la Escuela Superior de Economía de Moscú y miembro prominente del Club de Debates de Valdai.
Su tesis principal es la de que “el mundo está viviendo un intrigante y aterrador periodo en el que tres órdenes mundiales se desmoronan al mismo tiempo.” La única opción a un largo periodo de inseguridad estratégica sería volcar la reflexión hacia un nuevo “futuro orden mundial” que podría aparecer en los siguientes quince años.
El ensayo se alinea visiblemente con el pensamiento dominante del Kremlin, confió un estratega alemán a esta autora. El autor invita a un debate entre pensadores occidentales y orientales especializados en estrategia, tomando el modelo del debate que ocurre en la 14ta conferencia anual del Club de Discusiones de Valdai, que se celebra del 16 al 19 de octubre en Sochi con el tema, Destrucción creativa: ¿Surgirá un nuevo orden de la crisis y de los conflictos actuales?
Revisión de los últimos setenta años
Karaganov identifica dos órdenes mundiales que irrumpieron al final de la Segunda Guerra Mundial: un “orden liberal-democrático y capitalista encabezado por Estados Unidos” y un “orden socialista dirigido por la Unión Soviética.” Luego de la desintegración de la URSS se proclamó un “orden liberal global” por un corto periodo.
Afirma que este fue tan sólo un “breve periodo de hegemonía de Estados Unidos y Occidente en el mundo”, en el que Occidente “asumió el derecho de hablar en nombre de la comunidad internacional.” Al referirse a las diferentes crisis estratégicas de la década de 1990, describe ese orden como “la ley de la selva en su peor forma,” en la que “el Derecho internacional y las normas de relaciones entre estados se pisotearon perversamente.” En un ejemplo mencionó:
“En 1991, Alemania y, en seguida, la Unión Europea (UE) en su conjunto, reconocieron la independencia de Croacia y de Eslovenia, que se habían separado de Yugoslavia. Este reconocimiento unilateral era totalmente contrario al Derecho internacional y se convirtió en uno de los factores que desencadenaron la guerra civil en Yugoslavia, La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) bombardeó en 1999 los restos del país durante 78 días. Occidente reconoció entonces la independencia de Kosovo, que fue separado del país y donde nadie se dio ni siquiera el trabajo de realizar un referendo sobre su separación.
En 2003, la mayoría de los países de la OTAN invadió Irak alegando varios pretextos, y mató a centenas de miles de personas, al final, desestabilizó toda la región durante décadas. En 2009, la agresión a Libia sumió a ese país en el caos, mismo que se ha intentado superar sin éxito desde entonces. Todo esto, seguido de numerosas peripecias para apoyar y provocar las “revoluciones de colores,” la mayoría de las cuales han causado tumultos y sufrimientos entre los pueblos.
Ucrania es el ejemplo más reciente. Europa trató de afianzar el “orden liberal,” mediante frecuentes extensiones de alianzas occidentales, especialmente de la OTAN, lo que podría, inevitablemente, conducir a una guerra en el continente, como muchos advirtieron, si se hubiese prolongado un poco más, en los territorios que Rusia consideraba de importancia vital para su seguridad y su supervivencia.
Con la crisis ucraniana ocurrió un cambio “cualitativo” tanto en Rusia como en Occidente. Karaganov dice:
“Occidente no se atrevió a ir más allá de eso, en la medida en que percibió rápidamente que Rusia era ya capaz de “dominar la escalada,” y que inevitablemente perdería si Rusia comenzase a aumentar las apuestas. (…) Pero la tentativa de occidente de establecer su hegemonía estaba condenada, con apenas unos cuantos pasos de Rusia, que había interrumpido la expansión de las alianzas occidentales en Ucrania y una serie de cambios de régimen “de colores” en Siria.
Su acciones apenas si resaltaron (lo que las hizo especialmente frustrantes) la pérdida de posiciones dominantes en el sistema político y económico mundial sostenido por Occidente los últimos 500 años”.
Nótese que Karaganov ignora la anexión de la península de Crimea, entendida en Occidente como una fractura del Derecho internacional. Su único comentario es que Rusia estaba realizando una “maniobra para arruinar el orden liberal global, con su política independiente y sus actos en Ucrania y en Siria,” y Rusia lo hace “en serio.”
¿Por qué el orden liberal global se desmorona?
De acuerdo con Karaganov, hay esencialmente tres razones históricas para la corta supervivencia y la caída del orden global liberal impuesto por Occidente luego de la disolución de la URSS:
1) La historia de Europa y de Occidente se han fundado, primordialmente, en su superioridad militar, a partir del siglo XVI, cuando Europa inició su expansión mundial colonial y neocolonial, para imponer el cristianismo y sus normas de política y de comercio. Sin embargo, los europeos se volvieron los principales beneficiarios de su libre comercio, lo cual se vio en la “apertura” de China al tráfico de opio, bajo la mira de los cañones del Rey británico. A cambio del opio, los europeos recibieron seda, porcelana y otros productos. Millones de chinos fueron víctimas del consumo de opio.
2) Cuando Inglaterra perdió su liderato ante Estados Unidos, ellos abrieron el camino para el “libre comercio” de acuerdo con sus reglas, usando no sólo el poder económico disponible, sino también su supremacía militar en el mundo no socialista. La URSS llegó a su fin, y parecía que el orden económico liberal se extendería por el resto del mundo, abriéndole paso a una espléndida era de Occidente. El principal motivo que desmoronó tal ilusión fue “descubrir la tendencia (de inestabilidad intrínseca) hasta entonces oculta, de las bases que sustentaban la combinación del orden económico liberal y la supremacía militar.
3) La contención nuclear mutua entre Rusia y Estados Unidos. Y ahora con China, India, Pakistán, Israel, Francia y el Reino Unido, junto con otros factores, hacen casi imposibles las grandes guerras, en la medida en la que ellas amenazan acabar con la humanidad. Esto también excluye guerras contra líderes del mundo –ex colonias o semicolonias dotadas de sus propios arsenales nucleares, pero también con un gran potencial nuclear y militar detrás de ellas, como Rusia, que, de forma palpable, se colocaría detrás de China.
Karaganov insta a la comunidad estratégica de Occidente y del Este a reflexionar sobre un “nuevo orden mundial” podría ser en el futuro. Atención especial les da a los países que están en vías de adquirir el estatus nuclear, a ejemplo de Corea del Norte, lo que sería previsible “luego de que Irak y Libia abandonaron sus programas de armas nucleares y fueron arrasados.”
“Corea del Sur y Japón también buscarían obtener esa condición y, muy probablemente, lo conseguirán en unos años, no sólo a causa del factor de Corea del Norte, sino también por la disminución en la confianza de su principal aliado, Estados Unidos.” Y si persiste la política de amenazas y presiones constantes contra Irán, este también tendrá armas nucleares, tarde o temprano. Además de armas nucleares, algunos países también obtendrán, si no las tienen aún, armas cibernéticas que pueden causar daños comparables a los de las armas nucleares con capacidad de destruir sociedades enteras,” afirma.
La cara de un nuevo orden mundial
Karaganov sostiene que es preciso encarar el futuro desde un ángulo diferente. La Historia de las últimas siete décadas, dice, “es la historia de la proliferación de las armas nucleares. La humanidad ha sobrevivido principalmente, porque la contención nuclear mutua evitó guerras autodestructivas, que fueron tan comunes en su historia.” Agrega, “si las armas cibernéticas fuesen, de hecho, tan letales como muchos afirman, ellas podrían reforzar la contención multilateral mutua luego de un periodo de inestabilidad y miedos. Y, entonces, la humanidad continuaría moviéndose rumbo a un nuevo orden mundial.”
Dado que no espera nada nuevo de la Vieja Comunidad Atlántica, así denominada, él argumenta que, en vez de lanzarnos a una peligrosa y larga jornada de inseguridad estratégica, en los siguientes 15 años, sería “mucho mejor comenzar a construir un nuevo orden fincado en la Gran Sociedad Euroasiática propuesta por Rusia y apoyada por China, que también incorpora a Europa, y en la iniciativa China del Cinturón y la Ruta, apoyada por Rusia.”
Enfatiza, “todas las potencias nucleares, importantes y soberana, deberían iniciar urgentemente debates serios sobre cómo mantener la estabilidad estratégica internacional durante la larga transición hacia un nuevo orden mundial. Nuevas potencias –principalmente euroasiáticas, tendrán que liderar el camino hacia este diálogo, y esto incluye a Rusia.
También atañe a Estados Unidos, que deben romper con su locura colectiva y, hasta que esto no ocurra, tendrán que ser contenidos rigurosamente”. Él anticipa un orden del tipo, Congreso de Viena: “Si se llegase a un consenso sobre una nueva base política y militar, el futuro orden mundial podría ser mucho mejor que la mayoría de los anteriores. Y también podría ser bello, así como mi apreciado Congreso de Viena de hace doscientos años.”
En dos ocasiones Karaganov comenta el desconcierto, Trump, una “constante” que está frustrando a los círculos estratégicos tanto de Occidente como de Oriente. Las fuerzas detrás del presidente estadounidense, como afirma, están buscando salir del sistema creado por su propio país, por no ser tan ventajoso como solía ser. “Esto lleva a un nuevo proteccionismo, a la politización de las relaciones económicas y al intento de sabotear la interdependencia económica positiva de Europa, cimentada en los abastecimientos de gas natural ruso a cambio de bienes europeos. Las sanciones se convertirán en una nueva norma de la política occidental.”
Contornos de la tercera era nuclear
Desde una óptica diferente, la presente situación mundial fue objeto de un reciente estudio de la Fundación Konrad Adenauer, alemana, publicado en septiembre con el título Contornos de una tercera era nuclear. Sus autores son Hans y Michael Rühle. El primero es el ex director de Planeación del Ministerio de Defensa de Alemania y el segundo, presidente de la sección de seguridad energética del Departamento de Seguridad Futura de la OTAN.
Ellos describen la segunda era nuclear, que comenzó luego del fin del conflicto Este-Oeste y no se caracteriza ya por los antagonismos de un sistema bilateral, sino de varios actores nucleares. Manifiestan “la preocupación de que esta segunda era nuclear pudiera ser sustituida por una tercera era mucho más peligrosa, en la que la proliferación y la movilización de armas nucleares sería más probable.
” La detonación de un arma nuclear, un ataque cibernético contra alguna infraestructura nuclear, el terrorismo nuclear y la proliferación nuclear por algunos regímenes terroristas fundamentalistas, constituirían una amenaza fundamental contra el actual segundo orden nuclear.
Los autores se muestran incómodos de la capacidad que tiene la “opinión pública,” para oponerse crecientemente a la contención nuclear (véase el reciente otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a la Organización para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), que desencadenó un intenso debate en Alemania –e-h.). Por consiguiente, ´proponen un amplio debate, entre los círculos de estrategas alemanes. La “Nueva revisión de la postura nuclear estadounidense” ( New American Nuclear Posture Review), que promueve la contención nuclear como pilar de la seguridad y de las normas de alianza estadounidense, significa que la OTAN está aceptando y viéndose a sí misma como una “alianza nuclear, y que esto implica “reforzar la aceptación de la prominencia de la arquitectura nuclear transatlántica.”
Los autores no ocultan su preocupación por las recientes declaraciones del presidente Donald Trump, “que aumenta en Europa el temor de que Estados Unidos dejarían de lado sus deberes de paraguas nuclear.” Por ello, exigen que Alemania exprese su compromiso a favor de una contención nuclear resguardada en el paraguas estadounidense.