A ‘ Lily ’ la invitaron al cine y así la convencieron de hacerse prostituta

Testimonio de una de las miles de jóvenes víctimas del mundo machista más extremo; el texto, nunca antes publicado en el país, forma parte de una antología .

Un sábado me dieron media hora para salir a comer. Fui al parque de la ciudad y a lo lejos vi a un chico. Parecía simpático, iba bien vestido y me miraba. Me observaba muchísimo, hasta que fue a tirar un envase vacío cerca de donde yo estaba; creo que lo hizo a propósito. «Hola, ¿cómo te llamas?», me dijo.

En los mensajes me decía que yo le gustaba mucho. Un día me harté de que me mandara tantos mensajes y le dije que si de verdad quería algo serio conmigo, que le pidiera permiso a mi familia. No tardó en decirme que sí; de modo que fue hasta mi casa a hablar con mi tía. Mi tía aceptó que fuéramos novios oficiales, porque lo veía mayor y parecía una persona responsable y amable.

Y luego me iba a ver, salíamos a comer o a cenar. Siempre se mostró como una persona respetuosa. Me proponía que me quedara con él en un hotel y yo le decía que eso no era para mí y él me decía: «Okey, si no quieres, por mí no hay problema, yo te respeto». Hasta que un día le mandé un mensaje para decirle que me tenía que mudar a otro pueblo de Veracruz a hacer mis prácticas profesionales. Él me respondió enojado: «Quédate con tus estudios y la escuela, a ver si te dan amor y felicidad como yo». Después me dijo que si íbamos a terminar, había que hacerlo bien. Nos citamos en Córdoba, Veracruz, en el parque. Yo estaba muy triste y él trataba de convencerme: «Vente conmigo, estarás bien, si quieres, te puedo apoyar para pagarte la universidad». No te puedes imaginar la labia y el don de persuasión que tenía.

Según él, su amiga se metió a trabajar y en un año había conseguido tener una casa grande de dos plantas en León, Guanajuato, así como una camioneta nuevecita de agencia. Me platicaba muchas de estas cosas que a mí no me importaban; también me decía que había tenido novias de Estados Unidos, de España, de Honduras, de Ecuador, de República Dominicana, y hasta de Kenia, África, así se llama ese lugar, ¿no? A mí me daba mucho coraje cuando me contaba eso.

Recuerdo que él me dijo: «Te voy a llevar a ver una película para que por lo menos digas que tu primer esposo te llevó al cine». Vimos la película de El príncipe de Persia. De regreso paramos en un restaurante y él me dijo: «Flaca, estás muy bonita, pero ya no puedo continuar contigo».

El detective que me presentó a LilyPrimero fui dentista y luego, ya mayor, estudié la carrera de derecho. Por esa época necesitaba hacer un proyecto para una fundación, porque estaba llevando una clase de desarrollo comunitario y te pedían colaborar en alguna. Alguien me habló de La Roca, una asociación civil que ayuda a niños y niñas. Cuando fui allí me dijeron que necesitaban un análisis legislativo y uno comparativo en el ámbito de la trata de personas, pero luego se dieron cuenta de que ya estaba hecho. Total, que empecé a involucrarme y acabé investigando el caso de una niña que estaba desaparecida ¡y encontramos a la niña! Así empezó todo.

Viaje a La MercedHabía conocido como esposa de un amigo del padrote a la chica que me enseñó cómo se tenía que trabajar en ese ambiente y a decirme cuánto tenía que cobrar. Los dos me habían llevado con un doctor para que me inyectara no sé cuántas cosas y, al final él me dijo: «Si te quedas embarazada, tendrás que abortar».

Te recomendamos: La banda de la Tabacalera Fuimos a ese callejón y me quedé con la otra chica. Entramos en los departamentuchos que había allí; estaba la encargada, una señora a la que llamaban La Pancha. Era remala, tenía cara de bruja. Sin embargo, me aceptó, porque la otra chica me recomendó que dijera que yo ya había trabajado antes en Tijuana. Después llegó la hora de ponernos las zapatillas y yo no me las quería poner.

De hecho, La Pancha regañaba continuamente también a la chica que estaba conmigo allí, porque ella era como mi maestra o responsable. La regañaba si yo masticaba chicle, si yo no daba vueltas por la calle, si hablaba por teléfono, o si no hacía bien la revisión de los clientes. Para entrar en los cuartos con el cliente, lo primero que hacíamos era revisarlos a todos. Si tenían celular, se los apagábamos, después tenían que pagar 60 pesos por el cuarto y 10 pesos por el condón y luego ya entrábamos. Cuando se terminaba todo, yo tenía que dejar al cliente de nuevo en la salida.

Las edades desconocidasEl padrote me había dicho que pronto harían un operativo en La Merced y que cuando lo hicieran, si me preguntaban, yo dijera que no tenía padrote. Yo tenía que informarle de todo. Le decía cuándo me iba a trabajar y cuándo terminaba. Además, tenía que decirle cuánto dinero había ganado. Al día tenía que hacer entre 3 mil o 4 mil pesos para completar la cuota. Me exigía 20 mil pesos por semana. La primera semana sólo le di 15 mil y la segunda, 18 mil.

Te recomendamos: “La Suspiros” y otros personajes de La Merced Mientras pasaba esto, a veces yo decía: «Dios mío por qué me diste a una persona así como esposo. Bueno, pues que se haga tu voluntad sobre mi vida». Yo no sabía qué hacer. Intentaba no llorar delante de los demás, pero siempre que me quedaba solita no paraba de llorar. Hasta que un día la policía hizo un operativo y me llevaron a la Procuraduría. Era el 24 de julio de 2010. Nunca lo olvidaré.

TlaxcaltecasDe cualquier modo, creo que los tratantes de mujeres no son tan sofisticados, porque también son gente de bajos recursos. El 80 por ciento de ellos nacieron en Tlaxcala, son de pueblos como Tenancingo, Zacatenco y San Pablo del Monte. No sé por qué tantos de ellos proceden de allí. En una ocasión un antropólogo me platicó que los indígenas tlaxcaltecas, cuando peleaban con los aztecas, iban por las mujeres, las secuestraban y se las llevaban. Tiene una explicación antropológica, pues desde aquellos tiempos se daba esa situación y de hecho continúan llevándose a las mujeres. En esos pueblos nadie puede entrar; si te metes en Tenancingo como reportero, corres el riesgo de que te agarren a palos.

La cámara de GesselComo era menor de edad, me mandaron a un refugio de la Fundación Camino a Casa. Yo estaba muy triste porque a las demás las habían dejado ir y a mí no. Me recibieron unas niñas que estaban en la cocina preparándome de comer. Luego me dieron ropa, ya que yo había llegado sin nada. Al día siguiente llegaron las directoras de la fundación para hacerme unas preguntas. Yo bien rejega les decía que estaba allí porque quería, que nadie me explotaba ni me obligaba como ellas decían.

Una vez finalizado el borlote, el comandante se llevó a la muchacha que había mandado Carolina. Tuvieron dificultades para entrevistarla, porque la chava no sabía ni cuántos días tenía una semana, mucho menos cuántos meses el año. Estaba muy perdida; había estudiado muy poco, unos años de la primaria nada más.

Entonces me enteré de que el padrote no se llamaba Alex Guzmán Herrera y que tampoco era de Querétaro ni tenía veinticinco años. Se llama Arturo Galindo Martínez, tenía treinta y cinco años y era de San Pablo del Monte, Tlaxcala.

Pero eso no tiene nada que ver con la cultura. Es un negocio. Una chica como Lily reunía de 3 mil a 4 mil pesos diarios, un mínimo de 20 mil pesos semanales. El padrote de ella tenía otras cuatro chicas más, o sea que ganaba unos 400 mil pesos mensuales, una enorme cantidad de dinero.

—A lo largo de todos estos días, mientras me has contado lo que sucedió, te he visto fuerte, Lily. ¿Platicaste con psicólogos o qué hiciste? —le pregunto.

El encuentro con Dios te va fortaleciendo la autoestima para que no te vuelva a suceder lo que te ocurrió, para que no tengas ese problema de autoestima y entonces venga alguien y vea que tienes una necesidad o vives una circunstancia difícil. ¿Qué hiciste para acabar en esa situación? No estoy justificando el mal que los padrotes producen, ya que su proceder es incorrecto, pero ellas tenían una situación vulnerable y acabaron siendo víctimas de esos tipos y, bueno, nuestro modelo de atención se basa en trabajar ese aspecto.

 

Fuente: https://headtopics.com/mx/a-lily-la-invitaron-al-cine-y-la-convencieron-de-hacerse-prostituta-5439351

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