En la reciente reunión de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), realizada por videoconferencia, el gobernador del Banco de Italia, Ignazio Visco, dijo que sin liquidez y apoyo a las empresas, familias y trabajadores, el mundo corre el riesgo de una insolvencia en masa. Es decir, no es solamente Italia, Y amplió planteando “como la crisis es global, la respuesta debe ser global”-haciéndose necesario preservar la “funcionalidad de los mercados financieros y la estabilidad del sistema financiero”.
No es la primera vez que las instituciones italianas y sus más altos representantes se destacan por la claridad y previsión en reuniones internacionales. Sin embargo, el énfasis hacia el aspecto financiero merece una reflexión adicional, no para disminuir la gravedad de la situación económica italiana, sino para darle un mejor contexto en una situación global mucho más compleja y difícil.
Primero, destaquemos la importancia y las significativas repercusiones de la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de dejar a las agencias calificadoras de riesgo “fuera del juego”. Hasta hace algunos días, el BCE, con base en un singular reglamento, aceptaba como garantías de los Estados-miembros solamente valores mobiliarios y títulos con la calificación “triple A” de las agencias. Ahora, el BCE dejó esta obligación de lado y pretende comprar cualesquier título público incluso aquellos de calificación “BBB”, es decir, los considerados como “basura” de alto riesgo.
Entre otras consecuencias, la medida neutralizó las habituales evaluaciones superficiales de las clasificaciones sobre Italia y otros países, las cuales, generalmente, disminuyen la confianza en títulos de deuda pública y aumentan las tasas de interés a pagarse como premio por los títulos. Esperemos que la decisión del BCE no sea válida solamente hasta septiembre de 2021, sino sea adoptada definitivamente, separando esta veza las agencias del proceso.
Recordemos que, hace años, las “tres hermanas” de la calificación Standard &Poor’s, Moody’s y Fitch, no tienen voz en relación a los títulos estadounidenses, cuyas evaluaciones ya no les son permitidas. Ya se habían llevado un fuerte revés en el gobierno de Barack Obama y ahora, Donald Trump, ciertamente las “deportaría hacia una isla desierta”, si intentaran hacer consideraciones negativas sobre el desempeño de la economía estadounidense. Por desgracia, ellas todavía son bienvenidas en Europa.
Quizá, los comentaristas italianos competentes hayan perdido el documentado Inside Job (Trabajo Interno), transmitido recientemente en el programa Atlantide de la red de televisión La7, donde se muestran las distorsiones financieras sistémicas, las perversiones de la especulación, el papel de los derivados y la complicidad de las agencia calificadoras de riesgo en la deflagración de la Gran Crisis de 2008. El documental se basa en los descubrimientos de la Comisión Financiera del Senado de los EUA expuestas en el informe “Wall Street y la crisis financiera; anatomía de un colapso financiero”, una fuente de las más confiables y que ya hemos citado en artículos anteriores.
Otra reflexión merece hacerse sobre el actual papel y el futuro del mercado. Pensemos en petróleo y en sus tendencias en el mercado accionario. En las últimas semanas, presenciamos, atónitos y en silencio, un hecho histórico muy serio y sin precedentes: los contratos a futuro del petróleo ¡vendidos a precios negativos! Lo que significa que quien vende petróleo tiene que pagar por venderlo. Había tanto petróleo disponible que, debido a los altos costos de almacenamiento y a la falta de bodegas para almacenarlo, las empresas petroleras tuvieron que pagar a sus clientes para que se lo llevaran. Pura locura, fruto de especulaciones financieras e irresponsables juegos geopolíticos globales, en un momento ya de por sí económicamente peligroso.
Debe saberse que la gran mayoría de los contratos a futuro es solamente virtual y especulativa, es decir, no aprovisionan ninguna venta real del petróleo crudo, otras materias primas o alimentos y, por tanto no hay ninguna transferencia física del vendedor hacia el comprador.
Evidentemente, esto no implica ventaja alguna para la economía o, incluso, para la formación del llamado precio justo del mercado.
Por fortuna, la crisis actual está promoviendo una reconsideración del papel de la economía real y del Estado. Por ende, no hay necesidad de reglas extraordinarias y complicadas, bastaría una: quien entre al mercado con interés en alguna empresa debería comprometerse a completar físicamente la operación, como lo hacen los operadores reales. Para desalentar a los que solamente pretendan lucrar con las diferencias de precios, les debería ser impuesto un significativo depósito de garantía.
El mismo procedimiento debería valer para todas las transacciones financieras de corto plazo, por ejemplo, para la venta virtual de cualquier acción y su recompra posterior, o viceversa. La finanza especulativa siempre justificó tales operaciones como un remedio para el equilibrio del mercado. No es así. La pandemia y el consecuente “confinamiento” productivo está demostrando en la práctica que lo que cuenta para la economía es la producción de bienes y servicios, y no la especulación. Toda ella se basa en un elevado apalancamiento financiero, es decir, el sistema que puede generar enormes masas financieras con base en pequeñas cantidades de capital realmente disponible. En algunos países europeos, incluyendo Italia, estas operaciones al descubierto fueron prohibidas por tres meses, algo, que a nuestro entender, debería ser una medida definitiva de la Consob.
En las últimas semanas, hemos presenciado fuertes oscilaciones en las bolsas de valores, y no sorprende que el mundo de las finanzas parezca indiferente. Sin embargo, es más que nunca inaceptable que las autoridades políticas y supervisoras sean impotentes o incompetentes, viendo todo desde la ventana. En Italia, la Consob quería hacerlo, pero descubrió que no tenía poder para eso.
La emergencia de la pandemia nos enseña que el interés colectivo viene antes que el interés de las partes.
Como lo aseveró recientemente la directora-gerente del FMI, Kristalina Georgieva, los gobiernos globales se comprometieron hasta ahora a apoyar con responsabilidad debilitadas por la pandemia del covid-19, con recursos del orden de 8 billones de dólares, y los bancos centrales están dispuestos a suplementar “liquidez ilimitada”.
Ante este extraordinario compromiso público y de esta asunción colectiva y compartida de responsabilidades, no puede dejar de preguntarse por que los mercados no se están reformando y la especulación todavía no esté bloqueada.
*MSIa Informa