Almodóvar se proyecta en su más reciente filme

Pedro Almodóvar, el máximo referente del cine ibérico en las últimas tres décadas, y uno de los realizadores más influyentes a nivel mundial, de nueva cuenta se coloca detrás de la cámara para ofrecernos su película más intimista; un retrato con tintes autobiográficos donde a ciencia cierta no se revela qué tanto pertenece a la realidad, y cuáles hechos son ficticios.

Almodóvar hace un recuento de sus ires, devenires, encuentros y desencuentros por obra de la causalidad y casualidad a través de Salvador Mallo (Antonio Banderas), un director en receso con graves padecimientos médicos que van de la migraña a la lumbalgia, cuya iniciación en el consumo de heroína aminora momentaneamente los dolores físicos, no así los espirituales. Hundido en la depresión, Salvador recibe la invitación para presentar en la filmoteca una de sus películas que ha sido restaurada; hecho que lo reencuentra con el protagonista, reviviendo la conflictiva relación entre el director y el actor.

Los estados de vigilia remontan a Salvador a distintas etapas de su vida: La infancia en los tiempos difíciles del pos-franquismo, dando cuenta de la relación inexistente con la figura paterna y el vínculo con su fallecida madre. El episodio escolar donde se descubre el talento al que más tarde atribuirá su ignorancia. El surgimiento del deseo a través de unos ojos aún llenos de inocencia. La representación de un monólogo que muestra la admiración de Salvador-Almodóvar por las estrellas del cine hollywoodense, al tiempo que inmortaliza la relación mantenida años atrás con un hombre, quien se presupone es el amor de su vida. Siendo sin duda el reencuentro de la frustrada pareja el mejor y más emotivo episodio de la cinta.

Sabedor de no estar obligado a complacer a nadie, Almodóvar desde su propia piel, la que él habita, parafraseando uno de sus títulos más transgresores, se enfoca en las inquietudes personales que le han otorgado a sus producciones el calificativo de “cine de autor”, con la novedad de que ahora, él mismo funge como personaje interpretado por su actor fetiche, un Antonio Banderas que como cita el filme, “no es un buen actor el que explota en llanto, sino él que lo sabe contener”. Su actuación bien vale el reconocimiento otorgado en el pasado Festival de Cannes.  En el mismo tenor se ubica el resto del elenco, encabezado por Penélope Cruz en  el papel de la madre durante la juventud del realizador manchego.

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Fuente: José Cardenas

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