La desaceleración de la economía global hace mella en América Latina y el Caribe. Los países de la región crecerán este año un 0,5%, la mitad de lo que lo hicieron el año pasado y ocho décimas menos de lo proyectado en abril, según las nuevas cifras hechas públicas este miércoles por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el brazo de la ONU para el desarrollo económico en la región.
La rebaja es prácticamente generalizada: 15 de los 20 países analizados ven degradado su horizonte económico para este año en un ecosistema dominado por «el deterioro generalizado de las economías regionales», según subrayan los técnicos del organismo. Las previsiones de la Cepal van, además, en línea con el cuadro macroeconómico que pintó el Fondo Monetario Internacional (FMI) la semana pasada, cuando pronosticó una expansión del 0,6% para América Latina y el Caribe.
La baja tasa de crecimiento regional responde, en primer lugar, al mal desempeño de la inversión y las exportaciones que ha venido acompañada por una caída en el gasto público. «A su vez», agregan los economistas de la Cepal, «la dinámica del consumo privado también ha mostrado una ralentización, lo que refleja la disminución del crecimiento del PIB». Pero la desaceleración también hay que enmarcarla «en un contexto de baja productividad en que la tasa de crecimiento de esta se encuentra estancada o es negativa, lo que tampoco contribuye a potenciar el crecimiento de mediano plazo». Y en uno, más global, de pérdida generalizada de vigor a escala mundial, «que ha derivado en un escenario internacional desfavorable para la región».
El débil desempeño de las economías latinoamericanas se ha traducido, asimismo, en un empeoramiento del mercado laboral, donde se pronostica un incremento de la informalidad -uno de los grandes talones de Aquiles de la región- y una tasa de desocupación urbana de alrededor del 9,3%, mucho más alta que en la media del bloque emergente.
A pesar de la desaceleración generalizada, este año, como todos los anteriores, persiste una amplia disparidad en el crecimiento de las diferentes subregiones. Mientras Centroamérica crecerá un notable 2,9% -tres décimas menos que el año pasado, sin embargo, después de que todos sus países perdiesen fuelle, con la única y ya sempiterna excepción de Panamá, que crecerá casi un 5%-, la expansión de la economía mexicana disminuirá un punto porcentual: del 2% registrado en 2018 a un 1% en 2019, lejos de las promesas del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que en campaña proyectó una expansión del 4% anual durante su mandato.
“En Centroamérica y México existirá una recomposición en los componentes de la demanda agregada que explican el crecimiento, pues mientras el consumo privado y las exportaciones continuarán siendo su principal componente, la contribución de la inversión sería negativa”, indica la Cepal en su informe dado a conocer hoy en Santiago de Chile. México ha salvado este miércoles la recesión al crecer un magro 0,1% intertrimestral entre abril y junio, una expansión notablemente inferior a lo que indica su potencial y que obliga a repensar su política monetaria.
Pero la peor parte se la llevará, una vez más, América del Sur, la subregión más estancada de las analizadas: allí, el crecimiento pasará del 0,4% de 2018 al 0,2% del año en curso, en buena medida por la profunda recesión venezolana (-23%) y los malos datos económicos argentinos, donde pese a los recientes y ligerísimos brotes verdes se proyecta una caída del PIB del 1,8%. Ambos son, junto con Nicaragua -inmerso en una crisis política que se ha cobrado en la economía una de sus principales víctimas-, son los tres únicos países de Latinoamérica y el Caribe que se contraerán en 2019.
El crecimiento de Ecuador y Uruguay será igualmente discreto –0,2% y 0,3%–, mientras para el gigante sudamericano, Brasil, la Cepal proyecta una expansión de apenas un 0,8% para este ejercicio, lejos del discurso de Jair Bolsonaro, que en campaña prometió una fulgurante recuperación económica prácticamente desde el primer día de su mandato. Brasil, que bordea la recesión técnica, evalúa posibles alternativas para escapar del estancamiento, entre ellas una rebaja de tipos. El banco central tomará una decisión al respecto este mismo miércoles.
La debilidad del crecimiento en América del Sur responde a un abanico de factores entre los que destacan dos: una demanda interna declinante, que solo alcanzará a crecer un 0,7% este año lastrada por el deterioro del consumo privado y de la formación bruta de capital fijo -el principal componente de la inversión- y por el comercio exterior que -y esto es una novedad en una región tan dependiente de las materias primas- pasará no solo a no contribuir al crecimiento, sino a restarle alguna décima.
En Sudamérica, sin embargo, se observan excepciones. De la subregión, Bolivia volverá a ser una vez más es el que más crecerá en 2019, con una proyección del 4%. También continuarán su trayectoria positiva Perú (+3,3%), Colombia (+3,1%) y, en menor medida, Chile (+2,8%). En este último caso, sin embargo, para el Gobierno conservador de Sebastián Piñera una cifra por debajo del 3% no es una buena noticia. Tanto el presidente como su ministro de Hacienda, Felipe Larraín, insisten en darle un tinte positivo a la marcha de la economía chilena y proyectan un crecimiento entre un 3% y un 3,5% para 2019, lo que con el paso de los días parece un objetivo que difícilmente La Moneda logrará cumplir.
«La diferencia en la intensidad de la dinámica de la actividad económica entre países y subregiones responde no solo a los impactos diferenciados del contexto internacional en cada economía, sino también a la dinámica de los componentes del gasto —principalmente el consumo y la inversión— que ha venido siguiendo patrones distintos en las economías del norte y en las del sur», subrayan los economistas de Cepal.
Entretanto, el Caribe, por mucho la subregión más dinámica, cerrará este año una expansión del 2,1%. Los únicos países que superarían el 5% de crecimiento, de hecho, serán caribeños: Dominica, Antigua y Barbuda y República Dominicana, con 9,9%, 5,9% y 5,5%, respectivamente. Son la otra cara de la moneda del estancamiento generalizado en el que está inmerso el subcontinente.