Martin Sieff*
El 16 de junio de este año, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la remoción de otros 10 mil militares de Alemania, con lo que reducirá los números de las fuerzas militares estadounidenses a los irrisorios 24,500.
Este anuncio tuvo lugar apenas una semana antes del 75 aniversario del inicio de la batalla más decisiva de la Segunda guerra mundial, la destrucción del corazón de la temible y monstruosa máquina de guerra nazi –el Grupo de Ejércitos Centro- en la batalla de Bielorrusia. Fue una conquista que le sigue dando forma a nuestro mundo del siglo XXI.
La pandemia del covid-19 y la tragedia de George Floyd consiguieron, por lo menos, silenciar los cuentos de hadas infantiles con los que la prensa estadounidense acostumbra inundar esta época del año sobre cómo los estadounidenses y los británicos salvaron ellos solos al mundo de la maldición del nazismo. Pero parece oportuno recordar, una vez más, la Batalla de Bielorrusia, la gran victoria que quebró realmente el poder militar nazi en junio de 1944.
Todos los historiadores militares occidentales serios, para su ser interno, reconocen plenamente esta realidad, pero en la prensa popular eso es totalmente olvidado. Menos de 60 divisiones de la Wehrmacht nazi se reunieron para enfrentar el desafío supuestamente supremo de la guerra, el Día D, la invasión aliada de Europa. Sin embargo, más de 180 divisiones de la Wehrmacht siguieron comprometidas para detener al Ejército Rojo en el Este. Y perdieron.
A partir del 22 de junio de 1944, la Unión Soviética infligió la mayor derrota de la historia militar alemana con la destrucción de 28 de las 34 divisiones del Grupo de Ejércitos Centro y la muerte de 450 mil hombres. En el espacio de un mes, el Grupo de Ejércitos Centro, el gran centro de gravedad y sólida base estratégica de la que había dependido por tres años la dominación alemana del corazón de Rusia, fue aniquilado. Fue una derrota catastrófica en una escala todavía mayor que la de Stalingrado. En la historia militar alemana se le llama la Destrucción del Grupo de Ejércitos Centro. Ocurrió a la par y, en gran medida, hizo posible la gran victoria aliada en Occidente, en la Batalla de Normandía.
La escala de destrucción que cayó sobre el Grupo de Ejércitos Centro eclipsó el exterminio de la Bolsa de Falaise, en Francia. El premier británico, Winston Churchill, reconoció de inmediato el significado de la escala de la victoria. “Dios mío ¿no ve que los rusos se están desperdigando por Europa como una marea? –exclamó a su joven secretario John “Jock” Colville, quien 30 años después, fue mi orientador en la Academia Británica de Artes y Ciencias. Churchill reconoció, correctamente, que la batalla de Bielorrusia era de importancia geoestratégica duradera y, con certeza, su resultado sigue teniendo importancia hasta nuestros días, por haber establecido la supremacía militar soviética en el “Heartland” (Centro neurálgico) de Sir Halford Mackiner –la isla mundial geopolítica de Eurasia.
El derrumbe del comunismo y la implosión de la Unión Soviética, eclipsaron esa realidad durante la sombría década de miseria de Rusia con el gobierno del presidente Boris Yeltsin, en la última década del siglo pasado (auxiliado e incentivado por el gobierno de Clinton y por los catastróficos consejos económicos del entonces secretario del Tesoro, Larry Summers, y del vicepresidente Al Gore). Pero no eliminó la realidad subyacente. Entonces, con el presidente Vladímir Putin, Rusia recuperó su estabilidad, la fuerza económica que residía en ella y su poder militar.
A diferencia del imperio mundial de Gran Bretaña, que desapareció en los años transcurridos entre 1947 y el inicio de la década de 1960, o del poderío militar de Estados Unidos, que agotado por las interminables guerras ineptas de Afganistán y de Iraq, la Batalla de Bielorrusia estableció una realidad global que perdura hasta hoy.
Esta batalla, también conocida como Operación Bagration, señaló también el ascenso del método de guerra soviético y post soviético. Como el coronel retirado del Ejército de Estados Unidos Douglas Macgregor, el más perspicaz de los analistas militares occidentales modernos, escribe en su obra clásica “Margen de victoria” (Margin of Victory: Five Battlesthat Changed de Face of the Modern War, Naval Institute Press, 2016): “La triunfante Wehrmacht de 1941 fue aplastada en 1944… (por) una transformación soviética en la integración y la concentración de la fuerza de combate en el plano operacional, para efectos estratégicos”.
“La Unión Soviética venció en la Segunda Guerra Mundial en Europa Oriental”, concluye Macgregor, “porque el Partido Comunista de la Unión Soviética organizó sus fuerza para obtener la unidad absoluta de comando. (…) Gracias a esa condición única de unidad de esfuerzo, el Alto Mando soviético podía emplear tropas y recursos cuando y donde fuesen necesarios, de manera rápida y eficiente, en los planos estratégicos y operacionales de la guerra. (…) El espectacular avance del poderío militar soviético sobre los destrozos del Grupo de Ejércitos Centro, en el corazón de Europa, garantizó la destrucción del Tercer Reich”.
La Batalla de Bielorrusia es también una lección crucial sobre la fuerza, resistencia y flexibilidad del pueblo ruso. En los tres años siguientes al 22 de junio de 1941, más de 25 millones de rusos murieron a manos de los invasores nazis. Desde que los herederos mongoles de Gengis Kan conquistaron China en el siglo XIII, nunca tanta pérdida de vidas había sido sufrida por una única nación.
Ni siquiera un ataque nuclear limitado a Rusia o a Estados Unidos, hoy, produciría bajas y sufrimiento humano comparables. Sin embargo, el pueblo ruso, con sus compañeros de Eurasia, resurgió para conquistar esa, la mayor de las victorias militares. Treinta años después del Desplome de Comunismo, ahora es el Internacionalismo Liberal del Mundo Único –el Culto del Libre Comercio y de las Fronteras Abiertas-el que se está derrumbando ante nuestros ojos. Pero la dinámica militar establecida en Europa Central, en junio de 1944 –aquel verdadero Mes de Victorias- todavía mueve nuestra realidad y le da forma a nuestro destino mundial.
*Periodista, excorresponsal extranjero decano del periódico The Washington Times y de la agencia UnitedPress International (UPI), hizo reportajes en más de 70 naciones y reportó 12 guerras. Está especializado en asuntos estadounidenses y económicos internacionales.
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