Con el título Dios y la Política el destacado intelectual sacerdote dominico francés Raymond L. Bruckberger publicó en 1971 un libro bastante útil para ayudar a entender las graves y peligrosas deformaciones sobre la religión profesadas en el círculo familiar del presidente de Brasil Jair Mesias Bolsonaro, ampliamente difundidas en las redes sociales. Sintiéndose dueños de la verdad, pregonan a diestra y siniestra una curiosa exegesis sobre las causas de la rotunda victoria electoral del presidente, tan distante de la realidad que solo puede ser catalogada de una mera ideología.
Como hemos analizado, el triunfo del presidente Bolsonaro fue predominantemente por el repudio generalizado al Partido dos Trabajadores (PT) y a su líder, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, actualmente en prisión, quienes encarnaron la imagen de la corrupción, de la impunidad, de los privilegios, de la violencia y de los ataques a los principios familiares tradicionales, todo esto en un marco de depresión económica y su nefasta consecuencia, el desempleo que azota al país.
La elección de 2018 rompió los límites de elasticidad del sistema político oriundo de la Constitución de 1988, mostrando un repudio no sólo de los gobiernos del PT, sino de todo el sistema de partidos; es decir, fue una elección de rechazo, no hubo un debate fundamental de programas de gobierno. Sin embargo, Bolsonaro, junto con su equipo y simpatizantes han preferido ignorar tales hechos y campantes suponen haber recibido una carta blanca para emprender un conjunto de disparates en los campos de la economía, de las Relaciones Exteriores y de la Educación.
Por ejemplo, el poderoso ministro de Economía, Paulo Guedes, asegura que el electorado votó por su programa ultra liberal, cuyo objetivo final es acabar con lo que queda de las estructuras del Estado nacional brasileño. Es un fanatismo pro rentista que se encierra en un castillo con torres de hojas de cálculo que ocultan la desgracia y la infelicidad creciente de los empobrecidos brasileños. “Si no tienen pan, que coman hojas de cálculo,” parece ser el lema.
En tal destrucción se incluye evidentemente a las Fuerzas Armadas, que son la razón última de los ataques enardecidos del militante neocon el escritor brasileño residente en los Estados Unidos, Olavo de Carvalho, un especie de gurú de la familia Bolsonaro, contra los oficiales militares retirados que participan en el gobierno. Pero Carvalho no es el autor de la idea de que la desaparición de fuertes estructura del Estado nacional, como lo son las Fuerzas Armadas, son la mejor garantía para que el capital extranjero invierta en el país; esta pertenece a Paul Soros, hermano del mega especulador George, esbozada por allá de los años noventas.
Por desgracia para la mayoría de los brasileños, la realidad demuestra que será necesario emprender rápidamente acciones para la recuperación mínima de la economía, oficialmente en recesión profundizando la debacle iniciada en 2015. Lo cierto es que Guedes y equipo, cree ciegamente en la mano invisible y en las fuerzas “mágicas” del mercado capaces de invocar a los míticos inversionistas, que lloverían a cantaros sobre el país con las palabras mágicas correctas, como la reforma de la Seguridad Social , convertida en solución prodigiosa para salir del estancamiento económico. Es una lástima, pero esto no habrá de ocurrir con sortilegios o con la mera repetición de conceptos equivocados o mantras ideológicas vacías, como los repetidos ad nauseam por Guedes et alii.
Educación y relaciones exteriores
Por otro lado, en el campo de la educación, con el pretexto de combatir el marxismo cultural, se ensaya el desmantelamiento de las universidades públicas. No existe ahora la posibilidad de orientar la educación pública sin la existencia de un proyecto nacional de progreso que promueva el debate de ideas sobre el futuro del país. Las universidades son hoy, en gran medida, fábricas de desempleados, con título, sí, pero sin horizontes de desarrollo y de trascendencia personal. Y no será con predicadores pentecostales ni con los dogmas “neoconservadores” y ultraliberales con los que se habrá de hacer frente a la ideología del marxismo –porque, al final de cuentas, el marxismo es el corolario directo de las teorías económicas liberales británicas de Adam Smith y de David Ricardo.
Pero es en las relaciones exteriores donde mejor se muestra este galimatías entre política y religión. Al parecer el “documento fundador” de esta tendencia, es el deslumbrante ensayo del diplomático Ernesto Aráujo titulado, “Trump y el Occidente” el pasaporte que le permitió arribar al mando del ministerio de Relaciones Exteriores, el famoso Itamaraty, a pesar de que jamás haya tenido a su cargo ni un consulado, mucho menos una embajada.
Tal ensayo escrito cuando el ahora Ministro había sido promovido a ministro de primera clase, discurre sobre la intervención de la Providencia divina en la elección del presidente estadounidense, Donald Trump, al que ve como el salvador de la civilización occidental sumergida en el “globalismo” anticristiano de las organizaciones multilaterales, delirio cuya consecuencia natural fue la adhesión automática de la diplomacia brasileña a la política exterior de Washington.
En su visión “religiosa,” la elección de Bolsonaro tuvo la misma fuente providencial. En un artículo escrito para el número de enero de la revista estadounidense The New Criterion, Aráujo dice creer que la Providencia divina “unió las ideas de Olavo de Carvalho a la determinación y al patriotismo de Jair Bolsonaro” (O Globo, 27/12/2018) – improperio que no merece más comentarios.
Pero la realidad no se combate con ideología, como se puede observar de forma contundente en el desastre de la diplomacia con Venezuela. Araujo y el núcleo a favor del “neoconservadurismo” del gobierno de Bolsonaro, que incluye a los hijos del presidente, en especial, Carlos y Eduardo , alinearon de inmediato a Brasil con la doctrina intervencionista de Washington, con lo que se hizo más grande el distanciamiento de una posición de negociación diplomática independiente, la cual ya se manifestaba, incluso desde el gobierno brasileño anterior el de Michael Temer.
Así mismo, la pretensión de cambio de la Embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén, es parte de lo que podemos llamar el “israelismo” brasileño, o sea la adopción de una visión angloamericana supuestamente cristiana, que clama abiertamente el retorno a la materialidad del Antiguo Testamento, impulso que proviene de las iglesias neopentecostales, tanto de Brasil como de Estados Unidos, en convivencia con el lobby sionista.
Con estos ejemplos, el Itamaraty de Aráujo & Co. incorporó una visión de predestinación característica de los fundamentos del odioso “excepcionalismo” estadounidense, que nada tiene que ver con las tradiciones diplomáticas ni con el derecho internacional brasileño.
Dios y el Cesar
El lucido Bruckenberger alerta en su libro de los peligros de insertar a Dios en la política (lo que vale tanto para la Teología de la liberación marxista, durante los gobierno del PT, como para la cruzada actual con señal cambiada de los liberales neoconservadores del actual gobierno). El libro en cuestión comienza con un párrafo profético de la encíclica Aeterni Patris del Papa León XIII (1879):
“Si se considera la malicia de los tiempos, si se abarca con el pensamiento el estado de las cosas, tanto públicas como privadas, se descubre con facilidad los males que nos afligen y los que nos amenazan. Es que las opiniones erróneas sobre las cosas divinas y humanas, salidas de las escuelas filosóficas, se difunden en todos los sectores de la sociedad, y acabaron por hacer aceptar a un gran número de espíritus. Es propio del hombre dejarse guiar por las luces de la razón. De esta forma, los errores del espíritu arrastran fatalmente consigo el debilitamiento de la voluntad. La falsedad de nuestro pensamiento influye en nuestro comportamiento y los vuelve perverso.”
“Un perverso fanatismo que trata de regresar a las ideas terrenales de dominio y de poder del Antiguo testamento. El cristianismo combatió esa tendencia, por intermedio de lo que Bruckberger llama la doble pertenencia del hombre:
“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. El hombre enfrenta dos reivindicaciones de importancia desigual, es decir, en urgencia y en dignidad, pero una y otra legítimas y supremas en su categoría: la de César y la de Dios (…). Pero la exigencia de Dios es superior, es también más universal y de otro orden; el respeto al bien y al mal, a la verdad.
“Urge no cansarse de subrayar la importancia de la dualidad de autoridades reconocidas por Cristo: Dios y el César, (porque) las peores perversidades, las peores catástrofes sobrevienen cuando los hombres olvidan o dejan de lado o reniegan de una de estas pertenencias. Cuando los hombres sólo reconocen y proclaman su pertenencia al César, con la exclusión de Dios –es el Estado totalitario el que, muy lógicamente es ateo (ejemplo de esto es el fascismo o el comunismo). Cuando los hombres sólo reconocen y proclaman su pertenencia a Dios, aun en las cosas terrenas –es una teocracia.”
Ahí están a manera de ejemplo los regímenes clericales del Medio Oriente o los trazos más perversos del “excepcionalismo” y de la predestinación angloamericana: “Si se trata de una república temporal que reclama para sí la autoridad única de Dios mismo en las cosas temporales –la puerta está abierta a todos los fanatismos… Es una forma de totalitarismo, más abyecta todavía que el totalitarismo secular. Este tiraniza a los hombres sólo en nombre del César. Tiranizarlos en nombre del Dios verdadero es, peor, una blasfemia” anota el sacerdote Bruckberger.
Y hace una alerta: “Por consecuencia, y cualesquiera que sean los vestidos ideológicos que disimulen, es normal, es lógico, es necesario que el cristianismo pierda su orientación para el más allá y el eterno, que se confundan con una política; en suma, que se transforma en grosero mesianismo terreno, en plena contradicción con el Evangelio de Jesús Cristo.
La iniciativa de utilizar el ámbito espiritual con fines temporales muestra el grosero mesianismo aludido por el autor. Esto lo encontramos en la mención de constante de Dios en las declaraciones del presidente Bolsonaro, de su Canciller y de otros integrantes de su núcleo cercano. Esa confusión explica la naturaleza verdaderamente anticristiana de los efectos prácticos de su política en la sociedad, lo que verdaderamente provoca conflictos, cizaña, desunión y pesimismo con el futuro. Dar a la economía, en especial, el carácter de una casi ciencia religiosa y la creencia fundamentalista en los mercados financieros está conduciendo al país a un virtual holocausto.