Brasil: el mayor consumidor de crack del mundo y el segundo de cocaína

 

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En la intervención federal realizada en Río de Janeiro, convocando a las Fuerzas Armadas a asumir la responsabilidad de la seguridad pública del estado sacudido por la violencia de las mafias del narcotráfico y otros ilícitos, eran inevitables algunos cambios en los comandos de los órganos de Seguridad. Sin embargo, ninguno causó tanto nerviosismo como el nombramiento del general Joaquim Silva e Luna al Ministerio de Defensa, quien hasta entonces fungía en la secretaria general del mismo.

 

Por primera vez desde la creación del Ministerio en 1999, un militar quedó al frente, aunque interinamente, lo que le cayó como un rayo al aparato internacional que desde hace décadas mantiene presiones constantes para consolidar el debilitamiento institucional y operacional, y hasta el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas de Iberoamérica.

 

Esta conmoción se percibe en dos reacciones significativas. Una, la del editorial del influyente periódico O Estado de São Paulo del 28 de febrero, titulada “Retroceso institucional”, en el que vocifera: “El retroceso se encuentra en el hecho de designar un militar, sea quien fuere, al comando del Ministerio de Defensa. La selección contraria la misma historia del órgano, cuyo origen se remonta a la decisión de subordinar, jurídica y simbólicamente, el estamento militar al poder civil”, exigiendo que “Con la urgencia que el tema merece, el presidente Michel Temer debe nominar un civil para el Ministerio de Defensa, acabando con el interinato del general Joaquim Silva e Luna”.

 

La otra fue protagonizada por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (FHC), quien aprovechó su participación en un foro sobre el futuro electoral del país para fustigar a las Fuerzas Armadas. Comentando la nominación del general, dijo “Gobiernos, sobre todo cuando no son fuertes, apelan a los militares, que tienen estructura con jerarquía. Es una práctica tradicional de los gobiernos de América Latina recurrir a los militares cuando sienten que su autoridad vacila”. De pasada, no dejo de mencionar la necesidad de combatir el tráfico de drogas de manera diferente. Sin explicitarlo en ese foro, él se refiere a su vieja propuesta de lanzarse a la aventura de legalizar el consumo de mariguana, compartida por un coro de otros ex presidentes de continente.

 

La reacción no sorprende, ya que fue precisamente el presidente Cardoso el responsable de la creación del Ministerio de Defensa, en obediencia al guión trazado por los estrategas de Washington agrupados en el Diálogo Interamericano (DI), entidad a la que él pertenece desde su creación y a la que le rinde lealtades antes que a la nación. De ahí salió un decálogo de comportamiento para todas las naciones.

 

Si no se cumplía estarían fuera del nuevo orden mundial decretado por el presidente George Bush padre: la panacea del orden democrático, neo liberalismo, disminución del papel histórico de las Fuerzas Armadas, indigenismo, ecologismo. Entonces, la creación del Ministerio de Defensa se convirtió en el ícono del proyecto; de ahí las fuertes y rápidas reacciones exigiendo el regreso de los civiles al órgano gubernamental.

 

Si el moribundo gobierno de Michel Temer resistirá a la presión es impredecible. Las Fuerzas Armadas, con cautela, han manifestado el deseo de mantener un militar en el Ministerio de Defensa.  En una entrevista al periódico O Globo publicada el 6 de marzo, el comandante de la Marina, almirante Eduardo Bacelar Leal Ferreira, afirmó: “Un militar, al igual que otro profesional escogido por el presidente de la República, puede dirigir el Ministerio de Defensa… En los Estados Unidos, por ejemplo, el actual ministro de la Defensa es un infante de marina de carrera”.

 

En su cuenta personal de Twitter, el comandante del Ejército, general Eduardo Villas Bôas reforzó las palabras: “Los argumentos del almirante Leal son consistentes y exentos de ideología. Me uno a ellos”.  Esto porque en la visión profesional de los militares el problema de Rio de Janeiro no es de seguridad pública, sino de seguridad nacional.

 

Esa vulnerabilidad aflora en un momento crítico. El país enfrenta la más grave crisis institucional y económica de los últimos tiempos y el sistema político partidario se encuentra corroído por la corrupción y en el orden internacional, existen amenazas a la soberanía del país, propias de la globalización. El comandante del Ejército, general Eduardo Villas Bôas, en el último año ha tenido varias presentaciones públicas explicando que el país enfrenta un “déficit” de soberanía”, especialmente en la estratégica región amazónica por la intentona de imponer en ella un régimen de soberanía limitada por parte del poderosos grupos internacionales.

 

Además, altos jerarcas militares retirados han presentado una radiografía negra del desbarajuste institucional. Por ejemplo, inmediatamente de la intervención federal en Rio de Janeiro, en una presentación en el programa Painel, de Globonews, del 17 de febrero, el General retirado Augusto Heleno Ribeiro Pereira, expresó:

 

“(…) En un país donde su clase política derrite al país con su corrupción, comenzando por la cúpula del país, comenzando por el presidente de la República, se encuentra uno con que el hombre que está en la punta de la línea, es mal pagado, en pésimas condiciones de trabajo, mal armado, mal equipado ¿es fácil convencer a ese sujeto para que no ceda a determinadas tentaciones, equivocadas, injustificables? es fácil, en un país donde los ejemplos son pésimos”.

 

“(…) Estamos siendo invadidos por la delincuencia organizada… Si el país no se convence de esto, vamos a caminar en la dirección de ser un ‘narcopaís’… Somos hoy el mayor consumidor de crack del mundo, el segundo de cocaína y el mayor lugar de paso de drogas del mundo (…)”.

 

En medio de la falta de horizonte y desmoronamiento político institucional, las Fuerzas Armadas todavía se mantienen como la institución con más credibilidad entre la población, una realidad reiterada por el general Villas-Boâs en una conferencia reciente en Rio de Janeiro. En tal ocasión afirmó que de acuerdo a encuestas nuevas, 43% de la población apoya una intervención militar en la política nacional.

 

Huelga decir que la intervención militar en Rio, ha sido muy bien recibida, lo que seguramente tendrá un efecto nuevo en la contienda presidencial próxima.

 

Aunque de diversas formas las Fuerzas Armadas han hecho saber que se mantienen al margen de la política, de cualquier forma, por lo mencionado anteriormente, y sin que fuere su voluntad, su participación bien pudiera darse a la manera de un necesario poder moderador, restableciendo el papel histórico protagonizado en la construcción de la nación. Y esto es lo que parece asustar a los desmilitarizadores, desde el Diálogo Interamericano (DI) hasta las filas de los “demócratas” responsables de convertir a la denominada Nueva República en el mayor fraude de la historia brasileña.

Foto: AFP

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