Publicado por: Editoria en Iberoamérica (MSIA INFORMA)
Brasil tiene todas las condiciones para convertirse en el mayor productor mundial de alimentos para finales de esta década. No obstante, a pesar de que la posibilidad es real, nadie debe ilusionarse, pues esta no se concretará automáticamente sólo por el efecto de proyecciones de tendencias de producción momentáneas.
Por encima de todo, es necesario dejar de lado la idea equivocada de que la principal fuerza motriz del desarrollo socioeconómico de Brasil pudiera ser el aprovechamiento selectivo de las oportunidades proporcionadas por la dinámica económico-financiera internacional.
Ejemplo de esto es la preocupación gubernamental de evitar cualquier iniciativa internacional tendiente a limitar los precios internacionales de los alimentos, para no perjudicar las ganancias de los exportadores nacionales, al mismo tiempo que se permite pasivamente un peligrosos proceso de desindustrialización relativa interna, por no disponerse a enfrentar un conjunto de deficiencias internas y los intereses establecidos en torno a los flujos financieros externos.
En un ambiente internacional extremadamente volátil e inestable, es inconcebible pensar que Brasil pudiera desarrollarse de una forma equilibrada, sin considerar la protección de sus capacidades productivas de todos los sectores de la economía y la maximización de sinergias entre ellos.
Es decir, el ascenso de la producción alimentaria no podría darse a costa del deterioro industrial, pues no se puede prescindir de una base manufacturera moderna y diversificada, el centro neurálgico de cualquier economía avanzada y el único capaz de proporcionar la generación de empleos directos e indirectos.
En suma, sin eufemismos, es imprescindible retomar el impulso de un “proyecto nacional”, una idea—fuerza que catalice la imaginación y la energía de la mayor parte de la sociedad en torno a una ruta de metas compartidas.
Un requisito fundamental para esto es revertir la actual hegemonía del sector financiero en la formulación de políticas públicas, sin que todos los sectores productivos y la sociedad como un todo sigan siendo rehenes de los intereses exclusivistas de la alta finanza internacionalizada.
PARA LA PRODUCCIÓN ALIMENTICIA
Esta financierización exacerbada ha provocado efectos catastróficos, no solamente debidos a los brotes especulativos con los alimentos (que beneficia a muy pocos, además de los grandes carteles alimenticios trasnacionales) sino también por las restricciones crediticias impuestas a la mayoría de los productores, que padece de endeudamientos permanentes.
En la década de 1990, el agrónomo norteamericano Norman Bourlag, quien recibió el Premio Nobel de la Paz en 1970 por sus contribuciones al aumento de la productividad agrícola en Asia y en América Latina, afirmaba que la explotación de El Cerrado podría trasformar a Brasil e “el granero del mundo”.
El Departamento de Agricultura de EU (USDA), conocido por su rigor técnico, es uno de los organismos especializados en contemplar esta perspectiva. En 2001, un informe del USDA registró que Brasil detenta el 25% de las tierras cultivables aún disponibles en el planeta (Argentina dispone de otro 15%).
En abril pasado, otro informe del organismo pronostica que Brasil podría asumir el liderato mundial de las exportaciones alimenticias hacia el 2010, con el 38% del total, superando a EU. El periódico francés Le Monde del pasado 21 de junio publicó un reportaje titulado “Brasil, la nueva granja del mundo”, destacando lo que llamó “El irresistible ascenso” del país hacia lo alto del pódium alimenticio.
Foto: www.2000agro.com.mx
EL SECTOR AGROPECUARIO
Necesita de una nueva política capaz de asegurar a los productores, independientemente de su tamaño, la seguridad jurídica y económica para el sostenimiento y la eventual expansión de sus actividades. Por lo tanto, es menester que disponga de crédito a costos razonables, precios mínimos de garantía, formación de inventarios reguladores, acceso a la infraestructura de almacenamiento y para la distribución de la producción, apoyo técnico (principalmente, para los pequeños productores) y otros temas. Asegurar el acceso a todos estos requisitos es función irrenunciable e intransferible del Estado, aunque no sea necesariamente de forma directa, sino proporcionando las condiciones para que ellos sean debidamente cumplidos.
En ciertos casos, la acción gubernamental se muestra imprescindible, como en la necesidad urgente de expandir la producción nacional de fertilizantes, que actualmente llega apenas al 40% del consumo interno. Cuando estaba en el gobierno, el entonces ministro de Agricultura Reinhold Stephanes propuso la creación de una empresa paraestatal para actuar en el área, si no en la producción directa, si en el manejo y definiciones administrativas y políticas sectoriales.
Desafortunadamente, la propuesta no prosperó y Brasil sigue vulnerable a los estados de ánimo volátiles de los mercados internacionales, además de dilapidar un enorme volumen de divisas en las importaciones.