Clamor por la vida une a Iberoamérica en defensa de los valores cristianos

 

El proyecto de ley del aborto libre discutido en el Congreso de Argentina fue derrotado luego que millones de ciudadanos, comprendiendo las 23 provincias (estados), tomaron las calles en protestas iniciadas a partir de marzo de este año, abrazando una sola causa: “Salvemos las dos vidas”.

 

A medida que se acercaba la decisión final, en el debate del Senado en su sesión del 8 de agosto, el repudio catalizó un sentimiento patriótico no visto desde hace décadas, como por ejemplo algunos congresos provinciales y consejos municipales que se declaraban en pro de la vida.

 

El movimiento inicialmente convocado en conjunto por organizaciones católicas y comunidades evangélicas, creció abriendo paso a la denominada “onda celeste” – el color principal de la bandera nacional- transbordando las fronteras.

 

Salvemos las dos Vidas

Aquella consigna fue sencilla pero muy significativa, porque dar rienda suelta al aborto, es una flecha directa para destruir a la persona humana en su integridad, objetivo del nuevo sistema de contra valores de la post modernidad, y de hecho el contenido cultural de la era de la globalización financiera.

 

En el fondo las multitudes expresaron el hartazgo a tal arcabuz paulatinamente impuesto en todo el mundo, rematando con la ideología de género, la cual abarca desde permitir el aborto libre, hasta el reconocimiento del mal denominado “matrimonio” homosexual.

 

Por eso, en las sesiones del Congreso, -y en la amplia difusión de propaganda sobre todo en las redes sociales-, legisladores, religiosos, activistas, intelectuales y especialistas en la materia, con argumentos a conciencia, desbarataban todas las vetustas mentiras construidas hace décadas para promover el aborto.

 

No obstante, lo que quedó bien evidenciado y sufrió una derrota es el programa del orden mundial reinante, exógeno a las naciones, forjado en las altas esferas gubernamentales del poder anglo-americano, y canalizado mediante poderosas fundaciones, organismos crediticos (FMI y otros) y la cúpula de los programas respectivos de la ONU, una verdadera máquina maltusiana sobrepuesta a los muy obedientes gobiernos nacionales.

 

En un momento álgido de la disputa, Monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata en su última homilía al despedirse del cargo en junio pasado, interpeló: “Las almitas inocentes, serán acogidas en la misericordia de Dios. ¿Pero quién liberará a una sociedad asesina de pobres e indefensos quién la liberará del clamor de una venganza inseparable de la sangre derramada? No será, seguro, el Fondo Monetario Internacional”.

 

De forma natural la movilización se extendió a otras naciones blanco de idéntica embestida.

 

El 30 de julio, las embajadas argentinas en 15 países del continente más España y un país de África, recibieron de manos de líderes pro vida locales un documento firmado por 264 instituciones y organizaciones ciudadanas, la “Declaración en Apoyo y Solidaridad con la lucha del pueblo argentino por las dos Vidas”, denunciando los nombres de los promotores poderosos del programa maltusiano: “Desde hace décadas la región ha estado bajo el asedio y presión de la organización internacional más importante del mundo que trabaja para aprobar el aborto libre, la International Planned Parenthood Federation (IPPF)”. También conocida por la multinacional de la muerte, fue creada en los 1940s por connotadas familias oligarcas anglo-americanas.

 

La impaciencia frente a las instituciones gobernantes cristaliza en un movimiento de acciones coordinadas. Según lo declaró a ACI prensa el 10 de agosto, Rosario Vidal, presidenta del Movimiento Mujeres Reivindica en Chile, ahora “Latinoamérica por las 2 Vidas, se expande rápidamente porque en todos los países tenemos el mismo contrincante: un lobby gigantesco que tiene el mismo libreto en cada país, las mismas estrategias de validación, un discurso que pretende ser hegemónico, pero no es verdadero ni realmente empático”.

 

No admira que el cabildo maltusiano internacional sintió el golpe. El 10 de agosto, fue la ONU. Ivana Radacic, presidente del Grupo de Trabajo sobre la cuestión de la discriminación contra la mujer, emitió un comunicado desde Ginebra respaldado por Dainius Puras, relator Especial sobre el derecho a la salud física y mental, lamentando que “el Senado argentino no haya aprovechado este momento histórico para demostrar el compromiso del país con respecto a la discriminación contra las mujeres”

 

Por su parte Amnistía Internacional (AI), niña mimada de la aristocracia británica, en su intervencionismo rutinario, le sacó tajada a la influencia que mantiene en los medios periodísticos del poder financiero. El 7 de agosto publicó un anuncio de página entera en la contraportada de la versión internacional impresa del New York Times, leída en decenas de países, instando al Senado argentino a aprobar la legalización del aborto. “Es un retroceso imperdonable”, declaró la directora para las Américas de AI, Erika Guevara Rosas.

 

Un aliento para el Continente de la Esperanza

En realidad la sonora voz escuchada exige descartar el circo infernal de la globalización e iniciar una renovación cultural, que frente a los fracasos de la integración iberoamericana, constituiría la materia prima preciosa para hacer valer la unidad del Continente de la Esperanza. Es un punto de partida para la defensa de nuestra herencia común enraizada en los valores cristianos infundidos por el proceso de evangelización fundante de nuestras naciones.

 

Las próximas jornadas que se avecinan podrían insertar el desarrollo integral de las naciones, hoy devastadas por la globalización financiera en su capacidad económica soberana.

 

En 2016, en otro momento de multitudinarias marchas en contra del aborto en varios países de Iberoamérica (México, Colombia Perú, Chile) el Papa Francisco animó a “crear lío” en la defensa de la vida y la familia, hoy apremia a aumentar el volumen.

 

En su última Exhortación Apostólica, Gaudete et Exsultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, Francisco afirma:

 

“La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte. No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente”.

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