26 personas murieron cuando casi una tonelada se les vino encima.
El edificio de cuatro pisos del Colegio Enrique Rébsamen colapsó el 19 de septiembre de 2017: las columnas de la construcción original no soportaron los 976.50 kilos que se le agregaron en su última remodelación, ocurrida el año pasado.
Granito, porcelanato, una barra de cocina y una bañera se instalaron en el cuarto nivel de una construcción cuya base no estaba preparada para ese peso, y a la que —según confirma lo ocurrido— tampoco se le realizó una revisión estructural que asegurara el soporte de los agregados.
Antes de que se construyera el cuarto nivel, el edificio original, que data de 1983, requería ser reforzado. Lo cual no ocurrió. Las consecuencias fueron mortales.
Fue el Director Responsable de Obra Juan Apolinar Torales quien autorizó las modificaciones.
Tres meses y 17 días antes del temblor del 19S, el DRO Apolinar Torales firmó una carta responsiva en la que daba su visto bueno en la operación y seguridad de la escuela.
Además de manifestar que el predio no había sido ni sería modificado en su uso de suelo permitido en la superficie construida, la carta aseguraba que la construcción reunía “todas las condiciones de seguridad previstas en el Reglamento de Construcciones para el Distrito Federal, publicado el 17 de junio de 2016”.
Fue esa firma la que le costó la vida a 19 niños y siete adultos.
El peritaje que se realizó para identificar las razones por las que el colegio colapsó señalaron que la construcción estaba “fuera de norma”. Según los análisis, los cuatro pisos del colegio carecían de continuidad; es decir los soportes que unían el segundo, tercer y cuarto nivel no se correspondían. Sumado al peso del cuarto nivel, los pilares en lugar de solo fracturarse, cayeron.
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