El 9 de agosto de 1977, las páginas de los periódicos estadounidenses dejaban ver cómo Spider-Man caía a manos de una de las más grandes mentes criminales del mundo: The Kingpin. En esta aventura, el héroe trepamuros se veía obligado a portar un dispositivo en la muñeca con el que el Rey del Crimen podría monitorear su ubicación en cualquier lugar y en todo momento. Se trataba de una de las historias clásicas creadas Stan Lee y John Romita.
Mientras tanto, en el mundo real, el amoroso juez Jack Love leía está tira cómica del Hombre Araña en un periódico de Albuquerque, Nuevo México, cuando de pronto tuvo una revelación: ¿qué pasaría si la justicia tuviera un brazalete como el que tenía el Kingpin para monitorear a los criminales? La inspiración a veces llega de los lugares más insospechados.
La idea se dio a la tarea de girar en la mente del juez durante algunos años. Y aunque se acercó a varias compañías para que le ayudaran a hacerla realidad, nadie se interesó.
En 1983, el sistema penitenciario de Nuevo México sufría de un grave problema: la sobrepoblación en las cárceles. Entonces el juez Love llamó a su amigo Mike T. Goss, un vendedor de computadoras y entusiasta de la ingeniería, para que lo ayudara a desarrollar el dispositivo del Kingpin. La idea era liberar espacio en las prisiones mandado a casa a los criminales menos peligrosos (el llamado arresto domiciliario), quienes portarían pulseras electrónicas que pudieran ser monitoreadas por la policía.
Así, Michael Goss renunció a su empleo como vendedor de la compañía Honeywell y fundó su propio negocio: la National Incarceration Monitoring and Control Services (NIMCOS, por sus siglas en inglés). El objetivo de esta nueva empresa era desarrollar el dispositivo que el juez Love había concebido unos años atrás al ver la tira de Spider-Man.
Pero Goss no fue el primero en trabajar con este concepto de monitorieo electrónico. En la década de los sesenta un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard, encabezado por R. Kirkland Schwitzgebel y su hermano gemelo, Robert Schwitzgebel, desarrollaron los primeros experimentos y patentaron la idea.
Aunque NIMCOS se quedó sin fondos, logró su objetivo. La compañía creó una pulsera para el tobillo, en lugar de la muñeca, que cada 30 segundos emitía una señal de radio directamente a un receptor conectado al teléfono en la casa del reo.Todo era monitoreado por una computadora de NIMCOS, que enviaba un reporte diario al juez encargado del caso del criminal en cuestión. Si el dispositivo era manipulado o se movía fuera del alcance permitido (45 metros), las alarmas se activaban y la policía entraba en acción.
Hoy, aproximadamente 125 mil personas usan un monitor electrónico (ahora con tecnología GPS) en su tobillo tan sólo en Estados Unidos. Y uno de los principales fabricantes de estos dispositivos a nivel mundial es 3M: la misma compañía detrás del Post-it y la cinta Scotch.
El director general del Eje de Marco Jurídico de la Unidad para la Implementación del Sistema Procesal Penal Acusatorio de la Procuraduría General de la República (PGR) en México, Federico Soto Acosta, comentó en una entrevista para el diario El Universal, que la medida cautelar menos utilizada por autoridades mexicanas es la de colocar localizadores electrónicos, debido a su “alto costo”.
Y pensar que todo esto fue gracias a un cómic del Hombre Araña.