A medida que se aproxima la embestida final de las Fuerzas Armadas de Siria y de sus aliados contra Idlib, la última provincia en manos de los Yihadistas, en el noroeste del país, (el territorio al este del río Éufrates está en poder de fuerzas curdas, estadounidenses y francesas), el “Nuevo eje”, integrado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia, ha hecho de todo para retardar o crear obstáculos.
Rusia, el principal aliado de Siria, denunció el montaje de un falso ataque con armas químicas en Idlib, planeado por los yijadistas, respaldados por los servicios de espionaje británicos, para justificar un nuevo ataque de misiles del “Nuevo eje”, idéntico al de abril último.
La denuncia pudiera haber llevado a sus planificadores a desistir de la farsa, pero sucedió algo diferente; Washington, con Naciones Unidas a cuestas, adoptó otra táctica: manifestar su “preocupación” por la suerte de los habitantes de Idlib. Cerca de 70 por ciento de la provincia está controlado por el grupo Jayat Atjir al Sham (HTS), una versión de la franquicia al Qaida denominada anteriormente Frente al Nustra, que el mismo Departamento de Estado cataloga de terrorista, además de otras milicias yijadistas menores.
El 3 de septiembre, el presidente Donald Trump uso la cuenta Twitter para hacer una advertencia:
“El presidente Bashar al-Assad de Siria no debe atacar imprudentemente (sic) la provincia de Idlib. Los rusos e iraníes estarían cometiendo un grave error humanitario al tomar parte en esa tragedia humana potencial. Centenares de miles de personas pueden morir. ¡No permitan que esto acontezca!”
A pesar de la hipocresía, por lo menos esta vez el ocupante de la Casa Blanca calificó a Assad por su título correcto de presidente, en lugar del calificativo de “animal” utilizado en su ‘tuit’ de abril pasado, previo al ataque del Nuevo eje.
Un día después, en su viaje a Atenas, el jefe del Estado mayor conjunto, el general Joseph Dunford, tocó el mismo son:
“No vemos cómo las operaciones militares significativas traerán algún beneficio al pueblo de Siria. Si se realizan grandes operaciones militares, podemos esperar una catástrofe humanitaria y creo que a todos nos gustaría que esto se evitase” (Reuters, 04/09/218).
Dunford habla, por supuesto, con conocimiento de causa cuando se refiere a catástrofes humanitarias provocadas por operaciones militares, como la que demolió al Raqqa, la “capital” del Estado Islámico (EI) entre 2013 y 2017, que aterró 80 por ciento de la ciudad y dejó entre sus escombros a más de 1 800 civiles muertos, muchos de ellos víctimas de los ataques aéreos de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos.
Como si fuese un papel ensayado, el secretario de Estado, Mike Pompeo, repitió la misma línea cuando afirmó que entendía las “preocupaciones de los rusos por el terrorismo,” pero haciendo la salvedad:
“No es la forma de hacer eso, poner en peligro las vidas de todos esos civiles inocentes y crear una crisis humanitaria, y yo pienso que escucharon al presidente (Trump) que anoche dijo (…) Esperamos que eso se pueda resolver diplomáticamente” (sic). (Sputniknews, 05/09/2018).
Entra la ONU
Por su parte, el enviado especial de Naciones Unidas para Siria, Staffan de Mistoura, convocó a una entrevista colectiva, en la que pidió a los presidentes de Rusia y de Turquía, Vladimir Putin y Recep Erdogan respectivamente, buscar una solución que evitase el inminente ataque militar a la provincia. De Mistoura llegó inclusive a distorsionar los números, pues afirmó que hay 2 millones 900 mil civiles en la provincia, que tenía un millón y medio en 2011, de los que cientos de miles huyeron a causa de la invasión yijadista. Al mismo tiempo, estimó que el contingente de yijadistas es de apenas 10 000combatientes, cuando los especialistas señalan que el número es tres o cuatro veces mayor. (Moon of Alabama, 04/09/2018).
Todo indica que el comando conjunto de la operación no se mostró muy impresionado con llamados tan sinceros, pues continuó con el desplazamiento de gran número de las fuerzas terrestres que tomarán parte de la ofensiva, y, además, ha descargado una serie de ataques aéreos y de artillería pesada contra blancos yijadistas (Almasdarnewa, 05/09/2018).
Presión a Rusia
Mientras esto pasaba en Siria, para poner más presión sobre Rusia, el Nuevo eje embistió en otro frente, al resucitar el literalmente apestoso Caso Skripal, sobre el dizque envenenamiento del ex espía ruso Serguei Skripal y de su hija Yulia en Salisbury, Reino Unido, en marzo pasado.
La Primer ministro del Reino Unido, Theresa May, anunció la identificación echando mano de películas y fotografías tomadas por el sistema de monitoreo CCTV. Así afirmó triunfante: “Teníamos razón en marzo, de que el Estado ruso es el culpable”. (RT, 05/09/2018).
“A partir del conjunto de información, el gobierno concluyó que los dos individuos identificados por la Policía y el CPS (Crown Prosecution Service) son oficiales del servicio de espionaje militar ruso, también conocido como GRU”, dijo May.
La trama anunciada por las autoridades británicas es rocambolesca. Según ellas, los dos sospechosos habrían viajado de Moscú directamente a Londres el 2 de marzo. Traían consigo el peligrosísimo agente químico Novichock escondido en un frasco de un perfume famoso. Al día siguiente viajaron a Salisbury en misión de reconocimiento y regresaron el día 4 para untar el veneno en la perilla de la puerta de la casa de Serguei Skripal, que habría sido la fuente de la contaminación del ex agente del GRU y de su hija. Skripal vive en Salisbury desde 2006, cuando fue incluido en un intercambio de espías entre Estados Unidos y Rusia, luego de cumplir cuatro años de su sentencia de 13 por espionaje a favor del servicio de espionaje británico MI6.
Para dar sustancia a la trama, se difundió una serie de fotos de los dos hombres, tomadas en varios lugares, a partir de su llegada al aeropuerto de Gatwick (Independent, 05/09/2018). Sin embargo, como viene siendo recurrente en este escándalo, más temprano que tarde se encontró una inconsistencia potencialmente mortal en las pruebas presentadas a los ojos del ex diplomático Craig Murray, profundo conocedor de los trucos sucios de los servicios de espionaje de su país, que descalifica la versión oficial del caso desde el inicio.
En un breve y animado comentario en su blog, al dio el nombre de “La foto imposible,” observó que en dos fotos, respectivamente de cada uno de los hombres, salen del avión el día 2, en la misma posición y exactamente en el mismo horario, sin variar un segundo.
Según Murray, “Rusia creó una fantástica tecnología nueva que permite a sus agentes secretos ocupar el mismo lugar en el espacio precisamente al mismo tiempo” (quizá por suerte de la bilocación). Y concluye: “Las únicas explicaciones posibles son: 1) uno de los dos está viajando más rápido que lo que Usain Bolt puede disparar; 2) Scotland Yard divulgó imágenes /línea de tiempo de la CCTV manipuladas. Me quedo con la Met (Policía metropolitana) que divulga imágenes manipuladas”.
Ante esto, la portavoz de la cancillería, María Zajarova, afirmó que “nombres, así como fotos publicadas en la prensa, no nos dicen nada.” Reiteró el pedido ruso, hecho desde el inicio del caso, de que Londres “abandone las acusaciones públicas y las manipulaciones en la prensa” y escoja “una cooperación práctica entre las agencias de aplicación de la ley” (RT, 05/09/2018).
El flanco de Ucrania
El tercer frente de presiones contra Rusia se abrió en Ucrania, donde el gobierno del presidente Petro Poroshenko parece estar preparando una nueva ofensiva militar contra la denominada República Popular de Donetsk, en el Este del País, con el apoyo de Estados Unidos, que está proporcionando equipos militares sofisticados a Kiev. El viernes 31 de agosto, un atentado con bomba mató al líder de la región insurgente, Aleksandr Zajarchenko, y uno de sus guardaespaldas, en un café de Donetsk. Otras once personas resultaron heridas. Aunque el gobierno de Kiev –el sospechoso más obvio- haya afirmado que el ataque sería el resultado de una disputa interna del liderazgo local, el Servicio de Seguridad Federal (FSB) ruso, que está ayudando en las investigaciones, señaló con el dedo al servicio secreto ucraniano, el SBU (RT, 03/09/2018).
Zajarchenko fue enterrado el domingo en presencia de 120 mil personas. Dado el grado de participación y de influencia en las estructuras de poder que detentan Estados Unidos en Ucrania, es virtualmente imposible que el gobierno de Kiev realizase una operación de este género sin una señal verde de Washington (más específicamente de Langley, risueño paisaje donde tiene sus lares el cuartel general de la CIA). El ataque demuestra que Poroshenko y compañía no tienen ningún interés en una solución negociada para resolver el empantanamiento con las provincias pro rusas del Este, y que el Acuerdo de Minsk II es letra muerta, exactamente como quieren sus aliados en Washington y Londres.
En esencia, estamos ante un cerco contra Rusia –que puede acabar muy mal, no sólo para las partes involucradas, sino para todo el mundo.