Describen migrantes centros de detención llamados ‘La Perrera’ y ‘La Hielera’

 

Cuatro mujeres centroamericanas atravesaron el río Bravo con sus hijos en brazos. Tuvieron suerte de que no los separaran cuando entraron a Estados Unidos, pero fueron encerrados en jaulas, en el centro de detención llamado “La Perrera”. Aguantaron el frío y durmieron en el suelo.

El testimonio de cuatro mujeres, aunque no se conocen, tiene mucho en común. Salieron de Centroamérica huyendo de la violencia, cruzaron el río Suchiate en la frontera de México y Guatemala. Siguieron su camino hacia Tamaulipas en autobuses y taxis. Tres llegaron a Reynosa para pasar a McAllen y una a Matamoros para pasar a Brownsville. Cruzaron el río Bravo en llantas inflables y balsas. Les dio miedo porque traían a sus hijos en brazos. Entraron a Estados Unidos antes de que el presidente Donald Trump firmara una orden ejecutiva para detener la separación de familias de migrantes indocumentados. No creyeron el riesgo.

Así se ve desde arriba el centro de detención de migrantes de McAllen, llamado “La Perrera“. En este lugar las migrantes pasaron al menos una semana.

Nos cubríamos con papel, no sé qué es. Sufrimos frío, pero estamos bien gracias a Dios”, dice una de las mujeres.

Otra de las migrantes describe el lugar donde fue retenida “como jaula. Nos dieron comida, ropa y qué bañarse, no nos daban”.

Durmieron en colchonetas en el piso, cuentan que el lugar siempre estuvo lleno, principalmente de migrantes originarios de Guatemala, Honduras y El Salvador. La mayoría con niños que no pasan de los 10 años.

A este lugar nunca dejan de entrar y salir autobuses, de esos que por dentro también tienen rejas.

Este el momento en que un grupo de migrantes sale de ‘La Perrera’. La fila apunta hacia un autobús viejo de la Patrulla Fronteriza.

Ellos comenzarán el trámite para pedir asilo, podrán hacerlo en libertad. La condición es que lleven en el tobillo un localizador electrónico las 24 horas.

Su próxima parada será la central de autobuses, ahí los esperan voluntarios. Tuvieron suerte, no les cumplieron la amenaza de que serían separadas de sus hijos.

Una de las mujeres salió de El Salvador, tiene 24 años y viajó con su hijo de dos.

Al principio, cuando llegamos, me dijo un policía de que me iban a separar del niño porque yo lo que estaba haciendo era ilegal, que si estábamos conscientes de que nos iban a quitar a los niños”.

Dice que estar encerrada en una especie de jaula no fue lo peor. Las horas más duras las pasó en el centro de detención de la Patrulla Fronteriza conocido como ‘La Hielera”. Ahí le quitaron sus cosas, las agujetas y hasta la liga del cabello.

Es bien helado, solo te dan un papel como de aluminio para que te tapes. Lo más que puedes tapar es al niño porque uno aguanta, los niños no. Nos tuvieron desde las 12 de la mañana como hasta las nueve del siguiente día. Nos quitaron los aritos, incluso traía algo en la camisa y me cortaron. Incluso al niño le quitaron las cintas de los zapatos”.

Ahora viajará para congregarse con sus familiares en Estados Unidos y esperar la cita en la corte. De un juez dependerá si recibe asilo o es deportada a su país.

Lo mismo para otra joven que viajó con sus tres hijos.

Salí de Nicaragua el martes de la semana pasada y crucé el río. Por la situación que está pasando Nicaragua. Hay demasiada violencia, están matando a la gente. Venía con mi esposo, lo detuvieron y no sé nada de él”.

Nadie le explicó que pasará con su esposo, y ahora que sabe que pudieron separarla de sus hijos, de seis, tres y un año de edad, lamenta haber salido de su país.

Sí escuché, pero me decían que no, que era mentira. Me arrepentí desde el primer momento en el que puse un pie en este país, porque tratan horrible a las personas, horrible”.

No le dijeron cuándo le quitarán el localizador ni cómo será el proceso.

-¿Sabes cómo funciona?

Es un GPS, solo me dijeron que cada 12 horas lo tengo que cargar”.

Ya en libertad, albergues como Caridades Católicas de McAllen, Texas, les ayudan a contactar a sus familias en Estados Unidos. Les dan comida, ropa y también los apoyan para comprar sus boletos de autobús.

Aquí las vuelven a llamar por su nombre. Aquí sus hijos dejan de ser presos y vuelven a ser niños.

Si bien sus detenciones ocurrieron antes de la orden ejecutiva firmada por Donald Trump, el juez decidió no separarlas de sus hijos.

El gobierno de Estados Unidos ha reconocido que no tiene espacio suficiente para mantener a todos los migrantes indocumentados encerrados, ni separados de sus hijos, ni a las familias completas.

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