Ivette Sosa*
Jose Guadalupe Perez, en su muro de Facebook, publicó en octubre pasado, una imagen muy elocuente, donde se observa a una caravana de personas (muchas mujeres y niñas indígenas con sus pequeños en brazos), bajar de una montaña y seguir por un sendero.
La imagen viene acompañada por el siguiente texto:“No son Hondureños, Guatemaltecos, Salvadoreños, Nicaragüense o Haitianos son nuestros hermanos indígenas de los altos de Chiapas desplazados sin atención por parte del Gobierno, dónde han fallecido niños, jóvenes y adultos, sin atención médica, sin alguna respuesta favorable del problema que enfrenta”. “La doble moral”, remata el post del internauta.
FALTA DE TRABAJO
Gobiernos federales y estatales van y vienen y los problemas de fondo que padecen los indígenas de Chiapas siguen sin resolverse. El más grave de todos, es la falta de oportunidades laborales.
Por eso ahora los chiapanecos empiezan a migrar a Estados Unidos. Los datos son elocuentes: En menos de diez años, Chiapas pasó de ocupar el último lugar de las entidades federativas por el número de migrantes al vecino del norte a ser el decimoctavo.
Las remesas de los migrantes, que antes tenían una repercusión insignificante en la economía chiapaneca, significan ahora el 4.5% del PIB de esta entidad del sureste del país.
Los primeros indígenas que se lanzaron a tratar de critalizar el sueño americano fueron los chamulas, gracias a los préstamos que les otorgan sus usureros caciques. Pero pronto fueron imitados por los de otros municipios, tanto de Los Altos y de la Zona Norte, como de la Selva Lacandona, región que antes de 1994 atraía a población de otros lugares de Chiapas.
EMBARAZOS Y PARTOS
Las complicaciones de embarazo y parto son la principal causa de muerte en mujeres indígenas en este sector de población. Niñas y adolescentes siguen siendo víctimas de la cultura patriarcal que impone la maternidad obligatoria, y de la discriminación en los centros de salud para decidir sobre su cuerpo, su sexualidad y sus proyectos de vida.
Aquí, la violencia contra niñas y adolescentes es tanto la condición estructural y comunitaria como la práctica cotidiana que más afectaciones produce en la vida de las mujeres desde la infancia.
En 2008, el 42% de las mujeres indígenas de los Altos de Chiapas reconocieron haber sido víctimas de golpes y/o humillaciones en la infancia, el 7% de abuso sexual; el 41% de violencia por parte de sus parejas, y el diez por ciento de violencia sexual. A ello se suma la falta de atención médica para ellas y sus hijos.
Urge asumir un compromiso político, social y ético a favor de la población indígena de Chiapas y garantizar condiciones básicas para que las niñas, adolescentes y mujeres adultas puedan realizar sus proyectos de vida en forma plena, en libertad.
También que los hombres tengan oportunidades laborales dentro de sus propias comunidades, a fin de no convertirse en apátridas en su propia Patria.
Resulta paradójico que ahora veamos a políticos mexicanos desgarrarse las vestiduras por proteger a migrantes istmeños cuando por los propios no mueven un dedo. Cuando los nayaritas claman ayuda, tras los embates de la Naturaleza hace dos semanas, y nadie los escucha. Aclaro, no criminalizo la migración, pero no se vale la doble moral, “No se puede ser candil de la calle y oscuridad de la casa”.
*Periodista