Mouris Salloum George*
Es vicio añejo en la Casa Blanca: Hacer del unilateralismo guerrerista facultad imperial. Ubicamos la perspectiva desde que el republicano George W. Bush lanzó su Ley patriota para combatir el terrorismo. La Espada de Damocles ha sido afilada ahora por Donald Trump para descargarla sobre México.
“Con o sin la aprobación de la ONU”, exclamó El renacido Bush en 2002 para acometer la invasión de Irak con el cuento -después exhibido- de la fabricación, posesión y uso de armas de destrucción masiva. Lo mismo pudo decir, con o sin el aval del Congreso estadounidense.
Se trata, lo dijo puntualmente el vocero de la Casa Blanca en su oportunidad, no sólo de prevenir el empleo por el enemigo de fuerza nuclear, sino de cambiar el régimen de Saddam Hussein.
Poderes especiales depositados en un desquiciado
El cuento de los arsenales nucleares en manos de terceros no miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, se ha esgrimido repetidamente, hasta la fecha, contra pueblos del Medio Oriente.
El punto es el del terrorismo y de los poderes especiales del inquilino de la Casa Blanca para asumir acciones ejecutivas so capa de velar por la Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
Con esa facultad atrabiliaria, Trump declaró en febrero pasado el Estado de emergencia nacional en la frontera con México. Se antoja ocioso repetir sus deleznables motivos. En esa ocasión, para construir a toda costa y cualquier costo su muro.
Conforme avanza el calendario para las elecciones presidenciales de 2020, el gorila anaranjado se cuelga de nuevo de ese recurso que tantos rendimientos le ha dado desde su campaña de 2016.
Invoca Trump su privilegio de equiparar los cárteles del crimen organizado de México con las organizaciones terroristas extranjeras, haciendo abstracción de que los operadores de las conexiones de los cárteles, no sólo mexicanos, andan como Pedro por su casa en territorio de la Unión Americana. Inútil resulta recordarle al desquiciado que, el buen juez, por su casa empieza.
México incluido en el segundo eje del mal
Cuatro años tiene el republicano con la socorrida y electoralmente rentable monserga, asestada -tenerlo presente ahora- a Enrique Peña Nieto a quien, más que tratar de convencerlo, amenazó con meter a sus soldados a México con la ofensiva excusa de que los militares mexicanos les tienen miedo a las organizaciones criminales.
Un año de permanencia de Marcelo Ebrard en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Son 365 días, cuyas horas han sido ocupadas por el delirante mesías en insultar incesantemente a los mexicanos y a la vez adular a su Presidente: El garrote y la zanahoria.
El canciller reacciona ahora como si la mansa oveja se hubiera mudado súbitamente en lobo feroz. Ruega porque su par en el Departamento de Estado, Mike Pompeo, acepte sentarse en la mesa de diálogo para que no se consume el decreto antiterrorista contra nuestro país.
¿Se puede esperar una salida honorable cuando, de hecho, México ha sido incluido en el segundo eje del mal?: El primero, el de republicano Bush: Irak, Irán, Corea del Norte. El segundo, el del republicano Trump: Venezuela, Cuba, Nicaragua.
En estas horas críticas, lo aconsejable es: Aquel cristiano que sepa rezar, que rece. El que no, pues no. Así están las cosas, qué le vamos a hacer.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.