Contrario a todos los análisis ortodoxos sobre las medidas financieras de la globalización, Jacques de la Rosiére, exgobernador del Banco Central de Francia y ex-director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), plantea que las políticas monetarias “acomodaticias” (léase inyecciones de liquidez y medidas similares) de los bancos centrales están debilitando todo el sistema financiero, volviendo impracticables futuras intervenciones correctivas.
En primer lugar, la idea fija de todos los bancos centrales sobre una tasa de inflación del 2% entendida como una manifestación de tendencia correcta en la gestión monetaria y económica. Sus defensores argumentan que abajo de ese nivel siempre habrá un riesgo de deflación, es decir, un colapso en los precios.
En contrapartida, el ex-director del FMI afirma que esta meta anual de inflación debe reducirse al 1%. De hecho, existen razones estructurales que modifican profundamente los datos determinantes de los precios al consumidor: el envejecimiento de la población, el progreso tecnológico que reduce los costos de producción, la globalización que trae a nuestros mercados productos a precios más bajos, producidos con bajos salarios y un mercado de trabajo bloqueado. Por lo tanto, la meta del 1% no sería de modo alguno un fenómeno deflacionario.
Lo mismo se aplica a la tasa de descuento practicada por los bancos centrales, la cual debería aumentar en situaciones de estabilidad y crecimiento económico, como lo enseña la Historia. Y ella también nos muestra que os últimos 15 años de políticas monetarias “acomodaticias” no produjeron realmente un crecimiento significativo y una mejora efectiva en las diversas economías.
Por lo contrario, resalta de la Rosiére, una política prolongada y exagerada de tasas cero de interés produjo serias consecuencias: una fuerte propensión al endeudamiento, debilitamiento del sector bancario, agravamiento de los balances de los fondos de pensión con inversiones en títulos públicos sin rendimientos, proliferación de “empresas zombis”, donde las tasas de interés ya no desempeñan el papel discriminador de “índice de calidad”, propensión para inversiones y productos financieros de alto riesgo y pérdida de incentivos para los gobiernos seguidores del camino de las reformas estructurales.
Además de esto, con una tasa cero, en lugar de nuevas inversiones, las empresas son forzadas a contratar más deudas para recomprar sus propias acciones en el mercado, creando una ilusión de estabilidad.
En realidad, el aumento de la productividad no tiene relación directa con la tasa de interés, pero refleja los procesos de educación, capacitación, expansión de nuevas tecnologías y el ambiente del comercio internacional.
Aumentamos a esto que las políticas nacionalistas inconsecuentes y del género “sálvese quien pueda” empobrece a su vecino. Por esto, de la Rosiére ve la actual situación mundial en condición crítica y muy parecida a las de la década de 1930.
Incluso la política monetaria se encuentra en un impasse peligroso, bajo el riesgo de no estar más en condiciones de intervenir en caso de necesidad y de crisis. En vez de esto, sería necesario un acuerdo estable en el sistema monetario internacional.
En la misma línea del ex-director del FMI se encuentra Eric Lombard, director general de la Caisse des Depots y Oliver Klein, gerente general del BRED, el mayor banco popular de Francia. Según ellos, un análisis cuidadoso de la crisis de 2008 no da elementos para evaluar que, hoy, existen síntomas muy semejantes a aquella. En particular, la larga persistencia de tasas de interés inferiores a los índices de crecimiento creó un círculo vicioso en el cual los actores económicos, en vez de reducir sus deudas, fueron inducidos a aumentarlas.
Este proceso llevó a una preferencia por transacciones financieras cada vez menos líquidas y con altos riesgos de crédito. Según argumentan, la burbuja puede estallar en caso de un aumento en las tasas de interés y la crisis puede eclosionar con cualquier hecho negativo, económico o geopolítico que dificulte el pago de las deudas. La crisis, afirman, podría originarse, en particular, en el sector bancario paralelo (o “sombra”), cuyo tamaño se disparó. Por fortuna, los bancos están más capitalizados, pero la inyección de más liquidez para ayudar a los actores económicos en dificultades podría aumentar el riesgo de una crisis todavía mayor.
Por fin, un grupo de ex-gobernadores de bancos centrales de Alemania, Austria y Holanda se hizo escuchar nuevamente y, en un memorando, retomaron estos mismos argumentos, aunque con una evaluación negativa sobre los países europeos más endeudados.
Según ellos, la política del Banco Central Europeo (BCE) favorecería a estos últimos países. Está claro que ellos preferirían continuar con políticas de austeridad más rígidas y severas –lo cual sería desastroso.
El momento ha llegado de evitar los riesgos de una nueva crisis, mediante una sólida política de crecimiento económico, de empleo y social y sin las obsesivas y fracasadas políticas de austeridad a toda costa.