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El pasado 9 de abril, el presidente de Egipto, Abdel Fattah Al-Sisi, visitó Estados Unidos se reunió con el presidente Donald Trump, pero ninguno de los dos líderes hizo ninguna mención a la propuesta de Washington de crear una OTAN árabe, de la que Egipto sería pieza indispensable.
De la misma forma, ninguno de los dos pronunció el nombre de Irán en la entrevista conjunta dada en el jardín de la Casa blanca.
La idea de una contraparte árabe de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, para actuar como una delegación de policía del eje euroatlántico en Oriente Medio es un sueño de consumo reciente de los estrategas de Washington, pero sin Egipto no tiene ninguna posibilidad de prosperar.
Como El Cairo tiene la única fuerza militar de peso en la región se pueden olvidar de ella, ya que los sauditas han mostrado su debilidad y Jordania, cuyas Fuerzas Armadas son pequeñas pero capacitadas, tampoco han demostrado ningún interés en la aventura.
Para terminar, Egipto está volteando más hacia Rusia como abastecedora de equipos militares. La más reciente adquisición fueron 20 ó 24 aviones caza Sujoi Su-35, con valor de 2 000 millones de dólares, decisión tomada luego de décadas de negativas de Washington de proporcionar los cazas Boeing F-15, como los vendidos a israelíes y a sauditas.
