El coronavirus y la urgencia de una reforma financiera

 

En el momento en que la pandemia del coronavirus impone reorganizaciones y límites en el comportamiento de cada ciudadano y a las instituciones políticas, sociales y económicas de los países, es grave e inaceptable que la finanza se comporte de manera irresponsable –como siempre  lo hace, antes y después de la gran crisis de 2008.

Es engañoso atribuir solamente al coronavirus la responsabilidad por los choques financieros en curso. De hecho, la pandemia es el equivalente a un evento geopolítico desastroso, el cual podría desencadenar  una crisis nueva y más peligrosa en una situación ya de suyo precaria.

En los últimos diez años, todo el sistema económico y financiero  empeoró su situación en todos los sectores. En relación al PIB mundial y regional, las deudas públicas y corporativas de empresas privadas, por desgracia, aumentaron de forma significativa.

Varias burbujas financieras aumentaron, especialmente en los EUA, pero también en otros lugares, incluyendo China. Son derivados  “de ventanilla” (OTC) y burbujas hipotecarias inmobiliarias, de compra de autos y, en general, de deudas de consumidores, incluso de los préstamos a estudiantes universitarios. Hasta la Bolsa de Valores de Wall Street y, en menor grado, las demás, crecieron dramáticamente de manera injustificada y sin ninguna relación al desempeño real de las empresas negociadas.

Por ejemplo, en pocas horas, el precio del petróleo cayó un 30%, llevando el barril hasta cerca de 30 dólares. Fue una maniobra claramente provocada por un movimiento geopolítico de Arabia Saudita contra Rusia, Irán y China –obviamente con apoyo de los EUA. Sería ingenuo pensar que esto se debió solamente a las retracciones de la producción china o a anuncios de demanda y oferta del mercado.

La operación,  en tanto, se realizó mediante transacciones especulativas debidamente “preparadas”, con contratos de futuros y otros derivados basados en una caída de los precios. Un movimiento que, en la intención de sus ejecutantes, debería doblar de manera expedita la resistencia rusa. Sin embargo, esto no solamente no ocurrió, sino que Rusia parece haberse preparado para semejantes eventos desde hace algún tiempo.

Por otro lado, el resultado parece afectar al mundo de los títulos estadounidenses. De hecho, títulos con valor de más de 140 mil millones de dólares emitidos por pequeñas empresas de energía estadounidenses pueden acabar, dentro de poco tiempo, acabar entre los junk bonds de alto riesgo, esto es, volverse “bonos-basura”, perdiendo la condición del grado de inversión. Entonces, sus detentores institucionales, como seguros y fondos de pensión, deberán librarse de ellos.

Si la actual tendencia del mercado persiste, otros títulos, ya con la multada clasificación “BBB”, en cantidad de 320 mil millones de dólares, podrían caer en la famosa “lata de basura” de los mercados. Hay que considerar que, en el sector de energía de los EUA, existen otros títulos de riesgo en el orden de 2 billones de dólares, y podrían acabar de la manera. Si esto ocurriera, otros 3 billones de dólares en títulos del sector corporativo, que ya fluctúan mal en el pantano “BBB”, podrían  también ser “infectados”.

En los últimos días, hemos presenciado el inevitable y previsto “contagio” de las bolsas de valores en el mundo, todas en caída libre. Y es desconcertante testimoniar la falta de intervención  de las autoridades competentes; dejar las finanzas y la especulación jugando sin control equivale a un verdadero suicidio.

Por desgracia, la alta finanza, especialmente la finanza especulativa de los grandes bancos y grandes fondos, es capaz de promover una narrativa y una imposición que parecen invencibles. En los últimos días, tuvimos que escuchar a varios banqueros y economistas obtusos en la prensa, intentando argumentar que, “si hay transacciones financieras en desventaja, hay otras que operan al alza”. Según ellos, esto es un juego que no debe tener reglas, lo cual ayudaría al sistema económico a desarrollarse y, al final de cuentas, nos llevaría  a nuevos equilibrios más virtuosos.

En nuestra opinión, y reiteramos esto sin ninguna duda: esos “juegos” tienen un efecto destructivo mucho mayor que la peor pandemia, porque pueden detonar todo el sistema económico. De esta  manera, los bancos centrales serían llamados e enfrentar numerosos rescates, por centenas de miles de millones de dólares o euros. Los grandes operadores financieros, en verdad, saben que esto no será suficiente. Ahora, están pidiendo el llamado “dinero de helicóptero”, una inundación de liquidez para todos, como si jugasen cédulas de un helicóptero.

Esta es una idea propuesta inicialmente por el economista monetarista Milton Friedman, relanzada en 2002 por el entonces presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, para evitar los riesgos de la deflación. El uso del “helicóptero” probaría que los bancos centrales, después de 2008, en vez de reformar el sistema financiero, usaron todos los medios monetarios y no-convencionales a su disposición. Ahora, estarían desarmados ante una crisis de más gravedad y dimensiones mayores.

En Italia, es bienvenida la decisión de la Consob (Comissione Nazionale per le Societá e la Borsa, órgano equivalente a la Comisión de Valores de México, encargada de supervisar el mercado accionario –N.E) de prohibir negociaciones al descubierto en la Bolsa de valores. Esto debería ser una regla duradera y adoptada globalmente.

Ante los colapsos financieros incontrolables, las autoridades centrales deberían intervenir. Si el Estado está siendo llamado a responder en todos los sectores, de salud, empleos, económico y ambiental, los mercados financieros no deberían permanecer fuera de control, afectando negativamente el desempeño de la economía y de las estructuras sociales. En un mundo donde todas las ideologías parecen haber sido superadas, el neoliberalismo todavía es dominante, expandiendo el virus de la “magia del mercado perfecto” de la oferta y la demanda desregulada y sin papel para el Estado.

El coronavirus es emblemático: moverse en orden aleatorio, descoordinado y centralizado no resuelve el problema, y esto se aplica aún más a la actuación de la alta finanza y de la especulación. Salta a la vista que una reforma del sistema no puede ya ser demorada.

Necesitamos de un nuevo y moderno Bretton  Woods. Si Wall Street y la City de Londres se siguen resistiendo, la Unión Europea, quizá en conjunto con los países del BRICS, debe encargarse de esto y, para ya, no en tiempos bíblicos.

*MSIa Informa

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