El G-20 en Buenos Aires: peligrosos pasos hacia atrás

Mario Lettieri y Paolo Raimondi* Los participantes de la reciente cumbre del G-20 en Buenos Aires podrán declararse satisfechos por haber conseguido cerrar la reunión con una declaración unificada. Sin embargo, su contenido parece ser no solamente suavizado, sino hasta de importancia secundaria. Evidentemente, se intentó de todas las formas no repetir lo que ocurrió dos semanas antes en la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Papua Nueva Guinea. De hecho, esta reunión, con la participación de los EUA, Rusia y China fue un fracaso ni siquiera hubo un comunicado conjunto. En la memoria de algunos, estaba presente la última cumbre del G-7 en Quebec, en Canadá, cuando, pocas horas después de su conclusión, el presidente Donald Trump rechazó los términos de la declaración final, volviéndose un documento vacío y substancialmente inútil. Y, probablemente, muchos tenían también en mente la desconcertante decisión estadounidense anterior, de retirarse del Acuerdo de París sobre el clima. Aunque el G-20 sea la sede por excelencia para discusiones y propuestas en el ámbito multilateral para buscarse soluciones compartidas a los problemas globales y los retos políticos y económicos más difíciles y urgentes, la cumbre de Buenos Aires, a nuestro ver, marcó un peligroso regreso a las prácticas de las negociaciones bilaterales. A propósito Trump y el presidente chino Xi Jinping acordaron en demorar por tres meses la decisión estadounidense de elevar los aranceles sobre una lista de productos chinos en 10-25%, hasta una cantidad de 200 mil millones de dólares, evitando una consecuente venganza china. Una decisión modesta, si observamos que incluso el banco Goldman Sachs, con varios representantes en el gobierno de los EUA, no prevé más que insignificantes 20% de posibilidades para un exitoso futuro de un acuerdo entre las dos superpotencias. En torno a esto, la economía mundial muestra una tendencia al enfriamiento. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico (OCDE) estima que los aranceles del 10% impuestos a China y su consecuente respuesta producirían una caída del 0.2% del PIB mundial; si las subieran al 25%, la retracción sería de hasta el 1%. Aunque, indirectamente, la cancelación del encuentro de Trump con el presidente ruso Vladimir Putin tampoco deja de ser una manifestación del regreso al bilateralismo. En una situación mundial de serios desequilibrios, la ausencia del diálogo pro-activo de los más altos organismos internacionales solamente puede despertar grandes y amplias preocupaciones. Recuérdese que el G-20, el cual representa el 85% del PIB y dos tercios de la población mundial, fue creado hace diez años, en el auge de la gran crisis de las finanzas y de la economía global, para buscar soluciones más eficaces para la grave situación generada en aquel momento. Se temía, con razón, que un derrocamiento del sistema financiero pudiera poner en jaque el de por sí precario equilibrio político y militar del mundo. Hoy, sin embargo, a pesar de las muchas advertencias sobre la inminencia de una nueva crisis financiera sistémica, Washington y otras capitales se disponen -irresponsablemente a nuestro entender- a “desmantelar” las únicas instituciones internacionales donde es posible dialogar sobre las cuestiones más sensibles. En Argentina, por desgracia, el concepto de multilateralismo parece haber desaparecido, así como cualquier referencia a los riesgos de proteccionismo económico generalizado. Solamente se menciona la necesidad de una reforma genérica de la Organización Mundial de Comercio (OMC), una vez que “el sistema multilateral de comercio se muestra ahora, incapaz de alcanzar sus objetivos”. Semejante reforma es, sin duda, justa y urgente. La Unión Europea, mediante una nota firmada por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se opone, correctamente, al riesgo de que “la lucha contra el proteccionismo y el apoyo al sistema comercial multilateral se vuelvan letra muerta”. En vez de esto, Europa quiere una “cooperación coordinada” para una “globalización más justa” y una “reforma de las reglas financieras globales”. Vale la pena recordar que si los Estados demuestran menos voluntad de colaboración entre sí, muchos proyectos anunciados en la Declaración Final de Buenos Aires serán perjudicados, en áreas de infraestructura, modernización tecnológica, nuevas energías, digitalización de la economía, mayor respeto por el trabajo y por los derechos civiles. El mundo de hoy no puede permitirse una involución de esa orden. *MSIA Informa

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