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La pandemia del Covid-19 demuestra contundentemente la tremenda incompatibilidad de los sacrosantos pilares de la “globalización” ante una emergencia mundial como la desencadenada por el nuevo coronavirus Sars-CoV-2, que por su velocidad supera la capacidad de respuesta hasta de las naciones más desarrolladas.
De la noche a la mañana quedaron expuestas la inoperancia y la vulnerabilidad de las decantadas cadenas mundiales de producción, la inserción en las cuales era hasta hace poco uno de los mantras recitados ad nauseam por los portavoces del neoliberalismo, como requisito fundamental para el futuro de las economías más pobres.
La nueva realidad creada por el coronavirus, en apenas unas semanas, acabó con las justificaciones de la concentración de industrias de relieve en países de bajos salarios, del que China fue la principal beneficiaria –al permitirle, entre otras ventajas, acumular una montaña de reservas de dólares estadounidenses valuada en cerca de 2 billones, que en la actualidad se convierte en activos reales, como el programa de infraestructura de la Iniciativa Cinturón y Ruta.
Los conceptos pomposos como “outsourcing”, reservas “just-in-time” y otros, introducidos desde los años noventas del siglo pasado como si fuesen la palabra final de la ciencia económica y de las técnicas administrativas, demostraron servir perfectamente para justificar ganancias, dividendos, salarios y bonos nunca antes vistos para los ejecutivos. Sin embargo, mostraron no ser adecuados para las necesidades reales de un mundo potencialmente vulnerable a un virus que se trasmite a la velocidad de la aviación y con el grueso de la población mundial afectado por las consecuencias del crecimiento incesante de la desigualdad y de la exclusión, que ha sido la marca registrada de la “globalización”.
Brasil es un buen ejemplo, pero no exclusivo. Uno de los campeones de la desigualdad, más de la mitad de su población expuesta a problemas hasta ahora irresolubles, falta de infraestructura hidráulica, de salubridad y de salud pública, de disposición inadecuada de la basura y de otros desechos inaceptables al final de la segunda década del siglo XXI. La respuesta al coronavirus puso a la vista de todos la gran dependencia externa en el campo de equipos e insumos médicos, superior a 85 por ciento, principalmente de China y de India.
Con la explosión de la demanda originada por el Covid-19, el país se vio obligado a disputar con otros los pedidos de productos básicos como máscaras, guantes y otros abastecimientos médicos.
“Esta pandemia pone de forma absurdamente evidente la dependencia del país de las importaciones”, dijo a CNN Brasil (14/04/2020) el economista e investigador de la Fiocruz (Fundación Oswaldo Cruz, organismo gubernamental dedicado a la investigación biomédica), Carlos Gadelha.
Él afirmó que en el campo de los fármacos, Brasil depende en un 94 por ciento de las importaciones, la mayor parte de India; en cuanto a ventiladores, equipos cruciales para el tratamiento de los casos más graves del Covid-19, la dependencia externa está entre el 60 y el 80 por ciento.
El parque industrial y la defensa nacional
De manera que en estas circunstancias se ha apelado a la capacidad de la industria nacional cuya respuesta ha sido la rápida movilización de numerosas entidades y empresas para producir de emergencia parte de los equipos necesarios para el sistema de salud, ante todo para el gubernamental SUS (Sistema Único de Salud), sobre el que recae el peso mayor de la lucha contra el Covid-19.
Al tiempo que empresas de los sectores electrónico, automovilístico y otras adaptan sus líneas de producción para producir o reparar ventiladores, otras se dedican a diseñar y a producir a corto plazo los componentes electrónicos de los hospitales de campaña que se están construyendo a tambor batiente en varias ciudades para reducir la sobrecarga de la red hospitalaria existente.
Un ejemplo es la empresa aeronáutica Embraer, que movilizó su cadena de abastecedores para producir piezas para ventiladores y respiradores, para sustituir los componentes importados, para adaptar filtros de aire de aeronaves para la conversión de camas de hospital regulares en camas para el tratamiento intenso y estudiar el desarrollo de respiradores simples y portátiles.
Todo ese esfuerzo no se puede desperdiciar en el periodo de la post pandemia, pues podría ser un factor crucial para detener la desindustrialización brasileña.
Una opinión semejante es la del ministro de la Defensa, Fernando de Azevedo e Silva, para quien el gobierno debe adoptar para la industria médica un papel semejante al del sector de la defensa, que apoya directamente a empresas e influencia las cuestiones estratégicas y las exportaciones.
“Ahora estamos en medio del huracán, pero pasado esto, tendremos que revisar algunos de nuestros pilares, valorizar la producción interna, dar ventajas a la producción interna. No en el sentido de proteccionismo, sino de ver lo que es estratégico”, dijo en una entrevista por video (Exame, 13/04/2020).
En entrevista concedida al periodista Marcelo Godoy, del periódico O Estado de S. Paulo (06/04/2020), un general del Ejército no identificado fue categórico: “No sólo el multilateralismo, también la logística mundial va a cambiar. Los países serán obligados a dominar toda la cadena de abastecimientos para responder con autonomía a las crisis. Esa es nuestra Tercera guerra mundial”.
Según el periodista, los militares encargados de la planeación estratégica, en órganos como el Centro de Estudios Estratégicos del Estado Mayor del Ejército (CEEEx) y el Observatorio Militar de Praia Vermelha (OMPV), están estudiando atentamente dichos escenarios.
En un estudio publicado en el sitio del OMPV (“La pandemia y el orden mundial desde la perspectiva de la defensa”, 08/04/2020), el coordinador académico del OMPV, Helio Caetano Farias, resume: “Se delinea, para el escenario post pandemia, una geopolítica condicionada fuertemente por sistemas productivos nacionales centrados en la adquisición de autonomía estratégica. Un sistema internacional cada vez más desafiante, en el que coexistirán determinadas características de la globalización –sus redes financieras, de producción y de comunicación- con las exigencias cada vez mayores de que los sistemas productivos nacionales atiendan las demandas de Seguridad y Defensa. Las dificultades para los países periféricos como Brasil no serán pocas ni sencillas (…)”.
Se crea grupo de trabajo para la recuperación
En este sentido adquiere gran relevancia la creación de un grupo de trabajo para coordinar las medidas de recuperación de la economía en el ámbito de la Casa Civil de la Presidencia de la República, encabezada por el general Walter Braga Netto. El grupo, integrado por representantes de 15 ministerios, deberá presentar en 90 días un conjunto de propuestas de acción para orientar la reconstrucción en la post pandemia, de acuerdo con las siguientes directrices:
I-proponer medidas estructurales, actos normativos y medidas legislativas para el reinicio de las actividades afectadas por el covid-19 en el ámbito nacional;
II-articular con estados, municipios, el Distrito Federal, empresas públicas y privadas, así como con entidades sin fines lucrativos, propuestas de acciones coordinadas para el reinicio de las actividades afectadas por el covid-19 en el ámbito nacional.;
III-proponer medidas en el campo de la infraestructura con atención en:
a)obras públicas de responsabilidad de la Unión; y
b)sociedades con el sector privado.
IV-proponer medidas dedicadas a la localización y a la distribución de la actuación estatal para promover la reducción de disparidades regionales causadas por los efectos económicos y sociales del covid-19;
V-proponer directrices para la destinación de enmiendas parlamentarias por medio de acuerdos con el Congreso Nacional;
VI-proponer medidas con el fin de garantizar la cadena de abastecimiento de sectores estratégicos.
En esencia, una iniciativa de Estado, adecuada a las necesidades de los tiempos nuevos.