ELISABETH HELLENBROICH (MSIA INFORMA)
En un ensayo publicado en el número de julio-agosto de la revista Russia in Global Affairs, el Dr. Serguei Karaganov, renombrado especialista ruso en asuntos de seguridad, traza intrigantes paralelos entre la crisis de los euromisiles de los años setentas y ochentas del siglo pasado, y el actual enredo entre la Federación Rusa y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Al hacer una revisión de aquel agitado periodo, propone que, en la búsqueda de nuevas soluciones para el impasse, el Este y el Oeste no se fijen en los “viejos modelos” del pasado, sino que se empeñen en encontrar formas de cooperación en los campos de seguridad, economía y cultura. Karaganov tiende, en ocasiones, a pintar un cuadro blanco y negro y a contrastarlo con los puntos de vista de especialistas pragmáticos de la comunidad se seguridad occidental.
Karaganov, encabeza el Consejo de Política Exterior y de Defensa, además de ser el decano de la Facultad de Economía Mundial y Asuntos Internacionales del Colegio Superior de Economía de Moscú y un influyente miembro del Club de Análisis de Valdai. También fue miembro del consejo de curadores de la Sociedad Alfred Herrhausen para el Diálogo Internacional, un importante foro privado creado por el Deutsche Bank, y es conferencista frecuente de los Seminarios Bosch.
La Crisis de los Euromisiles a la que Karaganov hace referencia, estalló al final de los años setentas, en seguida de la segunda crisis del petróleo y de la invasión soviética de Afganistán, periodo en el que la URSS decidió instalar proyectiles balísticos intermedios SS-20 en el Este europeo. En respuesta, el gobierno del presidente estadounidense Jimmy Carter amenazó con la instalación de un sistema equivalente si los misiles no eran retirados.
La verdad fue que a mediados de 1983, la OTAN anunció la instalación de misiles crucero en Gran Bretaña y en Italia, y proyectiles balísticos intermedios Pershing 2 en Alemania, lo cual provocó fuertes manifestaciones populares en toda Europa. En noviembre, el Parlamento de Alemania Occidental aprobó la instalación de los proyectiles, lo cual hizo que el presidente soviético de ese entonces, Mijaíl Gorbachov, convocara a nuevas negociaciones, las que culminaron con la retirada conjunta de los proyectiles de los dos lados en 1985.
Karaganov habla de un efecto “déjá vu,” (repetición) por la forma en la que hoy ciertos círculos occidentales tratan de repetir el escenario de aquella época, cuando “la instalación de proyectiles de alcance medio soviéticos SS-20 y Pershing y misiles crucero estadounidenses en Europa desencadenó una larga crisis política y militar. Como resultado, la detente fue interrumpida y casi desapareció durante varios años.”
Al poner la Crisis de los Euromisiles en su marco histórico, él observa que en aquella época Estados Unidos habían sido derrotados en la Guerra de Vietnam (1955-1975) y recibían fuertes críticas europeas. En paralelo, la crisis del petróleo apartó aún más a los aliados, mientras que la captura de los rehenes estadounidenses en Teherán y una nueva ola de hostilidades árabe-israelíes distraían la atención estadounidense con respecto al Viejo continente. La impresión general era de que Estados Unidos se estaban alejando.
Según Karaganov, a principios de los años setentas, la detente soviético-estadounidense se recibió con esfuerzos cooperativos en Europa y proporcionaba una oportunidad para la superación de la Guerra fría.
Europa Occidental confiaba en el “paraguas” nuclear y en las tropas estadounidenses en el continente se veían como un vínculo estratégico con el arsenal nuclear de Estados Unidos. “A cambio de protección militar, los estadounidenses obtuvieron la lealtad de sus aliados y el sentimiento de satisfacción moral,” afirma. No obstante, la misma detente hizo a los europeos menos inclinados a seguir las instrucciones de Washington.
PARALELOS CON LA SITUACIÓN ACTUAL
De acuerdo con Karaganov, hace cerca de diez años, los europeos comenzaron a analizar seriamente, aunque no públicamente, “la perspectiva de crear un espacio común con Rusia y, potencialmente, con el enorme mercado chino. Esto alarmó a las élites que se habían entrelazado estrechamente con la antigua estructura política atlántica y no quería que esta fuese reformada.”
Ya que ciertos sectores de esas élites no querían construir un espacio común de Vancouver a Vladivostok, como proponía Rusia como opción al viejo sistema de bloques, “la confrontación fue revivida gradualmente” y se dieron pasos para “renovar la confrontación político-militar.” Así se incluyeron los intentos de instalar proyectiles estadounidense contra misiles en Polonia y en la República Checa, además de una campaña para convencer al mundo de que los miembros de la OTAN en el Este europeo eran vulnerables, aunque hubiesen sido atraídos a la alianza para eliminar esa vulnerabilidad.
En 2013, la campaña contra Rusia estaba ya a todo vapor. De nuevo, Occidente estaba considerando ampliar su zona de influencia por medio de una asociación entre Ucrania y la Unión Europea. Había indicios de que Occidente estaba preparando una nueva ronda de expansión de la OTAN, para incluir a Urania.
El golpe de Kiev motivó un contragolpe de Moscú; Donbass (Este de Ucrania) y Crimea detuvieron la expansión de la alianza, que amenazaba los intereses vitales de Rusia. Para Karaganov, “el acto de Rusia en Ucrania fue enteramente defensivo, para evitar una nueva expansión de Occidente que podría haber desatado una gran guerra si se hubiese permitido que continuase.”
Algunos estrategas estadounidenses pretendían la repetición del escenario afgano en Ucrania, en espera de que provocase una invasión rusa a gran escala. Sin embargo, “Moscú no mordió el anzuelo,” incluso ante una frecuencia creciente de ejercicios militares cercanos a las fronteras rusas, de la instalación permanente de armamentos y de tropas rotativas y de la guerra de información, además de la idea de trazar nuevas líneas divisorias rígidas de Europa.
DICE KARAGANOV:
“Lamento decirlo, pero la instalación avanzada de armas y de sistemas de defensa contra proyectiles, el estacionamiento de tropas (rotativas, por el momento) en Europa son casi abiertamente provocadores. (…) Los principales miembros de la OTAN quedaron más asustados cuando entendieron que las nuevas armas y tropas aumentan el peligro de guerra en Europa. (…)
La instalación de sistemas de defensa contra proyectiles en Polonia y en Rumania parece ser particularmente extraña. Es, obviamente, motivada por el fuerte deseo de un gran segmento de la élite y de la sociedad estadounidense de tener una ilusión de invulnerabilidad estratégica, de debilitar al oponente al mismo tiempo y dejar feliz a su propia industria de defensa. (…)
Esos sistemas y la inevitabilidad de las contramedidas que ellos mismos provocaron aumentarán los peligros militares para los países que los abriguen, debilitando con ello la estabilidad estratégica de Europa y del mundo y provocando, además, mayor nerviosismo y desconfianza”.
En contraposición a las preocupantes medidas adoptadas en la reciente reunión cumbre de la OTAN en Varsovia, Karaganov propone algunas medidas estratégicas. La primera es el rechazo de las “viejas recetas” que se están usando nuevamente para provocar a Rusia y para inducirla a una nueva carrera armamentista en Europa, lo que sólo llevará al reinicio de las confrontaciones militares y a un aumento del peligro de conflictos. No tienen el menor sentido retomar las relaciones con la OTAN en el viejo formato, afirma.
Con respecto al Consejo OTAN-Rusia (que desde el inicio de la crisis de Ucrania sólo sostuvo dos reuniones de embajadores), Karaganov sugiere que haya conversaciones “a nivel de Estado Mayor y del Comité Militar de la OTAN, con especialistas militares. Se necesita, simultáneamente, un diálogo entre especialistas más amplio, bilateral y multilateral, para analizar el futuro de la seguridad europea y una forma de evitar su desestabilización y degradación.”
Advierte, además, que Rusia no debería responder a los nuevos proyectiles y otros desafíos, de forma precipitada ni abandonando el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés). Para él, Rusia no debería haber anunciado la movilización de tres divisiones en su región occidental, como contramedida a las maniobras de la OTAN, y pregunta si “realmente, necesitamos de ellas allí, ya que pueden arrastrar a Rusia a una nueva carrera armamentista.”