En grave riesgo economía mundial, ante las frenéticas guerras comerciales

 

Mario Lettieri y Paolo Raimondi en MISA Informa

Es craso error intentar simplificar las grandes cuestiones internacionales de carácter económico, financiero, comerciales o las relativas a los flujos migratorios. Muchas veces, se piensa que aislar un aspecto importante del resto vuelve más fácil lidiar con ella.

 

Por desgracia, esto no es así. Nos gustaría que las cosas fueran simples y poco complicadas y, por ende, remediable. En lugar de esto, son muchas veces complejas y se entrelazan con otras, exigiendo múltiples y profundos análisis.

 

Este es, ciertamente, el caso de las guerras comerciales en curso. El presidente Donald Trump y otros piensan que, aumentando los aranceles sobre productos importados de China y de la Unión Europea, se beneficiará a la industria y al empleo en Estados Unidos, con efectos positivos sobre la balanza de pagos estadounidense. En realidad, el comercio estadounidense se encuentra fuertemente desequilibrado desde hace décadas.

 

Por cierto, no por cuenta del comportamiento fraudulento de los socios comerciales del país, sino por decisiones internas que incentivaron, por ejemplo, la tercerización de la producción en el exterior (outsourcing). Esto llevó al traslado de muchas empresas estadounidenses hacia mercados poco regulados y con costos laborales muy bajos.

 

Las multinacionales y los bancos estadounidenses explotaron este sistema, obteniendo ganancias extraordinarias y evitaron el pago de impuestos que debían. Por lo tanto, no sorprende saber que el país haya tenido déficits comerciales de centenas de miles de millones de dólares durante años. Lo mismo es válido para el presupuesto federal. En 2017, por ejemplo, el déficit comercial fue de 568 mil millones de dólares. Asimismo el déficit del presupuesto federal llegó a 665 mil millones.

 

La guerra comercial no resultará solamente en represalias de los afectados por las nuevas tarifas. Ya está en marcha, una escalada, la cual por sí misma, es un preanuncio de seria inestabilidad. De la misma forma, existe el riesgo de desencadenar efectos desestabilizadores en los mercados financieros y de monedas.

 

En consecuencia, el Banco Nacional de China decidió colocar en el mercado 700 mil millones de yuanes, equivalentes a más de cien mil millones de dólares, con la obvia intención de depreciar su moneda. Se trata de una medida preventiva para contener los daños causados por las medidas proteccionistas de los EUA. Con la depreciación del yuan, los exportadores chinos podrían compensar el aumento de tarifas de importación estadounidense, preservando en cierto sentido sus ganancias prevalecientes hasta la adopción de nuevas medidas proteccionistas.

 

Dentro de China, la depreciación de la moneda no tendría grandes efectos negativos, solamente sus importaciones se volverían más caras. Pero China ha cambiado la orientación de su economía en la última década, tratando de desarrollar más el mercado interno. Los aranceles estadounidenses, por tanto, pueden convertirse en un estímulo adicional para el desarrollo de sectores industriales afectados.

 

Igualmente, podemos recordar que China ha promovido acuerdos comerciales en yuanes, especialmente, con muchos países emergentes, evitando la intermediación del dólar.

 

Previsiblemente, lo que China hace es imitado por Rusia, aunque de formas diferentes en términos de intensidad y sectores, en particular por el aislamiento comercial ocasionado por las sanciones estadounidenses y europeas.

 

En cuanto a la Unión Europea, por desgracia, no puede adoptar decisiones semejantes, debido a su sistema político, económico y monetario y a sus históricas alianzas internacionales, aunque Washington imponga una tarifa del 20% sobre 1.3 millones de vehículos importados de Europa, más de la mitad de Alemania.

 

En el frente financiero, una de las consecuencias de inestabilidad, después del aumento de la deuda global y las amenazas de guerras comerciales, fue el crecimiento de la burbuja de derivados utilizados en las llamadas coberturas de riesgo de insolvencia, los credit default swaps (CDS). Ellos también miden las fibrilaciones que surgieron en Wall Street, donde el índice Standard & Poor’s 500 (el cual engloba las mayores empresas del país) se redujo en 5% desde su pico en enero.

 

Según varios análisis, inclusive el del último informe trimestral del Banco de Liquidaciones Internacionales (BIS), el volumen de CDS es de cerca de diez billones de dólares. Ciertamente, aún está lejos de los niveles de 2007, pero ya es preocupante, debido a la previsión de insolvencia de las deudas empresariales y otras categorías privadas.

 

Vale la pena resaltar este dato: solamente cuatro bancos estadounidenses (Citigroup, Bank of America Merril Lynch, JP Morgan Chase y Goldman Chase) administran 90% del comercio mundial de CDS.

 

Para variar las autoridades de control solamente se dedican a observar el crecimiento de la burbuja.

 

El comercio y los mercados no necesitan de aranceles, sino de reglas que se apliquen a todos.

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