En las regiones más recónditas de México sólo hay una ley: La del narco: si traficas droga, te persiguen, si denuncias, te matan. Así de simple.
Huir de ese mundo opresivo no es fácil, incluso si no se está dentro. En Guerrero, uno de los estados con más pobreza en el país, la situación de inseguridad no disminuye y ahora la disputa por el territorio es muy tensa. La semana pasada, la violencia se intensificó en la zona de la joya turística de Acapulco.
Donde hubo detonaciones, vehículos quemados, y balaceras protagonizadas por células criminales locales que pelean por el control del sitio. Por los hechos fueron detenidas 19 personas. Desde la caída del narco Arturo Beltrán Leyva (1961-2009) y la detención de Édgar Valdez Villareal, alias “La Barbie”, en 2010, los criminales de Acapulco.
Se asumieron como independientes; sin embargo, no tenían los contactos para traficar droga y se definieron como simples delincuentes sin cabeza, acostumbrados al robo, secuestro y extorsión.
Pese a que las autoridades tienen bien identificados a los líderes de cada sector al servicio de ese cártel y su modus operandi, no han logrado revertir los efectos de la narcoviolencia.
El 17 de septiembre, alrededor de las 12:45 horas, se alertó de la presencia de un grupo armado que roció con gasolina una unidad que se encontraba esperando turno de salida.
El chófer, quien se estaba dentro del camión, fue obligado a bajar de éste para incendiarlo. Afortunadamente no había usuarios abordo.
La narcoviolencia sobre incendios provocados también ha pegado a los empresarios, quienes han sufrido pérdidas económicas de hasta 60 por ciento por el daño a sus unidades.
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