Mario Lettieri y Paolo Raimondi, desde Roma
En los Estados Unidos, no todo lo que brilla es oro. Hasta ahora, el resto del mundo no le ha dado la debida atención a la trayectoria de la deuda norteamericana. La realidad es que éste, junto con otros indicadores económicos, ha permanecido directamente en rojo. Y como en los automóviles, cuando el tablero de instrumentos informa de un problema en el motor, aunque la máquina funcione aparentemente bien, no es aconsejable que se siga manejando como si nada hubiera pasado.
Es innegable que lo que ocurre en EU no solamente afecta a los ciudadanos del país, sino que provoca efectos que repercuten en todo el mundo.
A inicios de 2016, la deuda del gobierno federal estadounidense rompió la marca de 19.2 billones de dólares, equivalente al 105% del PIB nacional.
Hacia finales de 2007, antes de la crisis de 2008, era d 9.2 billones de dólares, equivalente entonces al 65% del PIB; en 2000, eran apenas 5.6 billones. Es decir, se triplicó desde inicios del siglo. Esta tasa de crecimiento exponencial es el factor más preocupante.
La misma tendencia se observó en el comportamiento de la deuda de las sociedades privadas no financieras, que ya llega a 6.6 billones de dólares, el doble que en 2007.
Por lo tanto, no sorprende el nivel estratosférico de deuda total del país, que incluye al gobierno federal, estados, entidades municipales, empresas, familias e hipotecas –casi 64 billones de dólares- ¡más del doble de los 28.6 billones del 2000!
“DEUDA SUCIA”
En la práctica, se trata principalmente de “deuda sucia”, es decir, contraída para tapar hoyos en el presupuesto y evitar quiebras de grandes bancos y corporaciones, y no por apoyar inversiones y desarrollo. La pista reveladora es el eterno déficit presupuestario, que, en 2009, llegó a un impresionante pico de 1.413 billones de dólares, llevando al país al umbral de la insolvencia.
En 2015, el déficit fue de apenas 438 mil millones de dólares. De igual relevancia es el colapso de la balanza comercial. Desde 2000, los EUA acumulan un déficit comercial de más de 8.63 billones de dólares, de los cuales, 3.5 billones acumulados desde la crisis de 2008. Y la cuenta sería todavía peor si se considera solamente la balanza comercial de bienes físicos reales, que desde 2000 es negativa con más de 10.5 billones (casi 4.7 billones a partir de 2009).
Es evidente que el superávit en el sector de servicios atenúa el resultado, aunque coexistan ahí los servicios productivos, como los de ingeniería con los financieros, donde el componente especulativo es notable.
Por tanto, es natural que el resto de mundo cuestione la manera como los EUA siguen imprimiendo y gastando montañas de dólares, cuando la economía subyacente no se muestra tan sólida. Toda la cosa se parece cada vez más a una versión financiera del tradicional juego de tres cartas.